La mirada extrañada
Dead ManDirección y guión: Jim Jarmusch. Fotografía. Robby Müller. Música: Neil Young. Producción: Demetra J. MacBride para 12-Gauge, EE UU, 1996. Intérpretes: Johnny Depp, John Hurt, Alfred Molina, Iggy Pop, Jared Harris, Crispin Glover. Estreno en Madrid: cines Pompeya y, (en versión original).
Un filme tan peculiar como Dead Man posibilita por lo menos dos acercamientos diferentes. Uno historicista, atento, a lo que aporta al género al que apunta sin tapujos, y qué vendría respaldado por la presencia de un actor casi totémico en el cine clásico como es Robert Mitchum, ha sido el que, más adeptos cosechó el filme tras su pase por el festival de Cannes, que terminó en una auténtica paliza dialéctica para su director, el siempre desconcertante Jim Jarmusch. Así, la película aportaría al western una iconografía un tanto diferente, unos personajes a contracorriente ' incluso si lo vemos desde la perspectiva actual del género, en el que caben mujeres jugadoras, negros pistoleros o gangs compuestos sólo por féminas, pero nada más. Dead Man sería sólo una colección de personajes excéntricos, incomprensibles o caprichosos que vagan por una geografía imprecisa, presa de no se sabe muy bien qué afanes vitales.
La otra es más simple, pero se me ocurre que la única posible ante un filme que podría definirse como etrusco, tal es la extrañeza que provoca en su espectador. Y consiste en ver este peregrinar de un hombre condenado, que responde al Imprevisible nombre de William Blake y que tiene alojada cerca de su corazón una bala que lo matará irremisiblemente tarde o temprano, como la mirada extrañada de un urbanícola neoyorquino, como es inequívocamente Jarmusch, lejano cultural y cinematográficamente de un género que se forjó en otro tiempo, y es de sospechar que también en otro país diferente al que Jarmusch ,habita en la margen atlántica de EE UU.
Tranquila ironía
Sólo así se puede entender, creo la tranquila ironía que el filme transmite, su deseo de descolocar siempre al espectador, pero habiendo sentado antes las bases de esa descolocación provocadora, sin ir más lejos desde las secuencias de apertura, interminables, que dan cuenta de un viaje por las amplias llanuras americanas, secuencias de hipnótica, narcotizante efectividad. Dicho lo cual, conviene recordar, no obstante, que Dead Man muestra el conjunto de imágenes más bellamente captadas del último western revisionista, obra del gran Robby Müller, el operador de Wim Wenders, que las ha compuesto con el ojo puesto más en el referente irónico de la fotografía que en la propia historia del género. Y que a la postre, la operacion se salda por lo me nos con un cierto respeto para tanta extravagancia: hacer un western convencional está al alcance de cualquiera, mientras que hacer Dead Man sólo lo está al de su creador, lo que no es poco.- No tiene el filme la voluntad de complacer, y eso se nota. La acumulación de elementos chocantes adquiere a veces características de puro capricho, como hacer que un fiero pistolero duerma con un oso de peluche o un indio recite de memoria poemas de, William Blake,el poeta inglés del XVIII. Pero la búsqueda de un tempo narrativo por completo ajeno al género, la constante voluntad de provocación y hasta su crepuscular belleza redimen a un filme ante el cual, es de temer, se van a producir posicionamientos belicosamente contrarios o beatíficamente aprobadores: es su voluntad y a la postre su destino.
Babelia
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