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‘Llueve en la taza’, poemas para volver a una casa desconocida

La antología de Henrik Nordbrandt es un aperitivo inmejorable para quien no conozca aún los versos del escritor danés, cuya grandeza reside en su empeño imposible en reconstruir un recuerdo al completo

Editorial: Nórdica Libros
Ilustración de Kike de la Rubia para el libro 'Llueve en la taza', de Henrik Nordbrandt.Kike de la Rubia

Al comienzo del do­cumental A Poet’s Odyssey (una larga entrevista con Christian Lund grabada en 2020), el poeta danés Henrik Nordbrandt (Frederiksberg, 1945-2023), fallecido este enero, cuenta cómo durante buena parte de su vida intentó regresar a un lugar feliz de la infancia: allí donde pasó unas vacaciones con sus padres en algún rincón de la isla de Møn. Solo tenía tres años y, sin embargo, era como una Arcadia privada a la que parecía imposible regresar. Lo intentó en vacaciones infantiles posteriores, recorriendo la isla en una bicicleta obsesiva y vana. Ya de adulto, buscando en cada recodo de la isla, sin éxito. Y un día conducía desde Bogø y una voz interior le dijo: toma esa calle. Y de pronto, allí estaba, intocada, su Arcadia secreta de la infancia. Naturalmente, decidió que debía tener una casa allí. Es donde está rodada la entrevista del documental. Y es inevitable recordar su poema ‘Una vida’: “Encendiste una cerilla y su llama te cegó / de manera que no pudiste encontrar en la oscuridad lo que buscabas / antes de que la cerilla se consumiese entre tus dedos quemándote / y el dolor te hiciera olvidar lo que buscabas”.

Esta anécdota resume muy bien el espíritu que anima la poesía nómada de Henrik Nordbrandt, que es la poesía de un nórdico que ama el Mediterráneo (vivió en Grecia y Turquía, en Italia y España) pero que lo ama no con la fe del converso, sino con la atención de quien descubre materiales raros que sabe que pueden desvanecerse en cualquier momento. Para Nordbrandt, la poesía es una búsqueda a tientas del lugar del que fuimos expulsados: una búsqueda que tiene lugar en el mapa pero también en los afectos y en la indagación interior, sin dejar de lado asuntos como la historia o la política (Armenia, de 1982, es un recuento poético del genocidio armenio cometido por el Imperio Otomano entre 1915 y 1923).

Su obra poética, iniciada en 1966 con Poemas y que hasta la fecha se cierra con Entonces una mañana (2021), está abundantemente traducida al español, por más que aún falte una parte importante, y siempre por el admirable e impar Francisco J. Uriz. La añorada Bassarai publicó el citado Armenia, 84 poemas (1984), y El temblor de la mano en noviembre (1986); Vaso Roto, La ciudad de los constructores de violines (1985); Visor, Puentes de sueños (2000) y un volumen titulado 3 × Nordbrandt que recogía Viento terral (2001), Dragón de mar foliado (2004) y Horario de visitas (2007), escritos tras su regreso a Dinamarca. Además, la antología Nuestro amor es como Bizancio (Lumen y después Debolsillo) es una muestra muy amplia de la obra de uno de los poetas fundamentales de nuestro tiempo que no debería faltar en ninguna biblioteca. Lo que ahora presenta Nórdica en su colección de libros ilustrados es una selección mínima de esa obra, siempre en la traducción de Francisco J. Uriz, bien elegida (al ser breve se echan en falta algunos poemas, pero no sobra ninguno), adornada por las ilustraciones de Kike de la Rubia y que es un aperitivo inmejorable para quien no conozca aún la poesía de Nordbrandt. Ahí está, por ejemplo, uno de sus “clásicos”, ‘Nuestro amor es como Bizancio’, que arranca: “Nuestro amor es como Bizancio / tuvo que haber sido / la última noche. Tuvo que haber habido / me imagino / un resplandor en los rostros / de los que se agolpaban en las calles / o formaban pequeños grupos / en las esquinas de las calles y en las plazas / hablando en voz baja, / un resplandor que tuvo que haberse parecido / al que tiene tu cara / cuando te echas el pelo hacia atrás / y me miras”. Nord­brandt es autor de un amplio número de poemas de amor, siempre visto desde la perspectiva de una rara intensidad existencial.

Su poesía es elegiaca, de esa manera en que es elegiaca la poesía desde que nos dimos cuenta de que no solo las personas mueren, sino que también los paisajes, las situaciones, los encantamientos desaparecen


Además de sus obras de poemas, Nordbrandt ha publicado un libro de cocina turca y unas memorias de infancia que sería hermoso ver traducidas. Su poesía tiene algo de carta escrita a alguien a quien no volverás a ver. Es, sí, elegiaca, de esa manera en que es elegiaca la poesía desde que nos dimos cuenta de que no solo las personas mueren, sino que también los paisajes, las situaciones, los encantamientos desaparecen. Y por ello su intento es el de restituir lo perdido. Pero a Nord­brandt no le sirve con recuperar un recuerdo, necesita reconstruir la escena al completo. En la imposibilidad de hacerlo reside su melancolía verdadera, y en lo cerca que está su grandeza como poeta. La lección de Nordbrandt es (hermana de Ritsos) que es posible construir un poema en el que sepamos qué hora del día es, cómo entra la luz por la ventana, si la fruta que hay sobre la mesa está verde aún o ya madura, la temperatura exacta del licor que hay en el vaso. Escribe en ‘Pragmata’: “Las cosas que había aquí antes de tu muerte / y las cosas que han venido después: (…) / Las primeras me recuerdan que exististe. / Las últimas, que ya no existes. // Es esta casi falta de diferencia / la que encuentro difícil de soportar”. En cada poema de Nordbrandt entramos en una escena para reunirnos con cuanto hemos perdido, como si tuviéramos una última oportunidad para quedar en paz con ello. Y gracias a estos poemas alcanzamos a hacerlo.

Portada de 'Llueve en la taza. (Antología poética)', de Henrik Nordbrandt . NÓRDICA LIBROS

Llueve en la taza 

Autor: Henrik Nordbrandt.


Ilustración: Kike de la Rubia.


Traducción: Francisco J. Uriz.


Editorial: Nórdica, 2022.


Formato: tapa blanda (100 páginas. 18 euros) y e-book (8.99 euros).

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