Rumanía, luminosa provincia de la poesía universal
En ‘La poesía del siglo XX en Rumanía’ conviven varios autores de primera división y una buena nómina de otros con algunas obras memorables
Hace unos años, de visita en el Museo Nacional de Arte de Rumanía, la guía se apresuró en advertirnos de que “tengan en cuenta que, en Rumanía, la Edad Media llega hasta el siglo XIX”. Las salas del museo, todo hay que decirlo, le daban la razón; así es hasta que llega el Romanticismo y los pintores rumanos, como los de todo el mundo, comenzaron a imaginar Italias.
¿Ocurre lo mismo con la poesía? La poesía rumana también llegó algo tarde al Romanticismo (lo hizo con Mihai Eminescu) pero a partir de ahí su reloj se pone en hora con el de la mejor poesía europea. La poesía del siglo XX en Rumanía, la antología que ahora llega a nuestras manos en traducción límpida de Corina Oproae junto a un prólogo de Ion Pop, es una muestra lo suficientemente representativa como para que el lector tome conciencia de la importancia de esa poesía en los dos últimos siglos.
A la labor pionera de traductores como el poeta chileno Omar Lara, que nos dejó versiones memorables de Blaga o Sorescu, y a la de quienes durante el régimen de Ceaucescu prepararon antologías de poesía rumana para uso externo (algunas muy meritorias, como Memoria de las rosas floridas, preparada por Darie Novaceanu en 1974, donde no faltaba la después censurada Ana Blandiana) se está sumando la labor de una nueva generación de traductoras (casi siempre mujeres) que nos están acercando lo mejor de una poesía por lo demás aún bastante desconocida en nuestros pagos.
Rumania llegó tarde al Romanticismo, pero a partir de ahí su reloj se pone en hora con la mejor literatura de Europa
Esta selección arranca con Tudor Arghezi (1880-1967), tan amado por Eugenio Montale que llegó a traducirlo al italiano sin saber rumano, fiándose de su latín. Arghezi es ya por su sensibilidad un poeta plenamente moderno, lo que justifica su elección como cabeza de la antología. Algún eco romántico, algún aparato religioso que hoy podría estorbar le otorgan sin embargo un aire alegórico que llega muy vivo hasta nosotros. Sigue con George Bacovia, recuperado tras décadas de olvido como el gran poeta simbolista que fue; mucho más que un epígono, contribuyó de forma decisiva a la modernidad de la poesía rumana. Encontramos después al enorme Lucian Blaga, cuya poesía ha envejecido mejor que su filosofía nacionalista, sin duda uno de los grandes poetas de la primera mitad del siglo XX en cualquier lengua, de quien contamos con antologías en Visor y Pre-Textos. Quizás su selección aquí abunde en el tema de lo divino un poco más de la cuenta, pero está también su famoso ‘Autorretrato’: “Lucian Blaga está mudo como un cisne. / En su país / las nieves del ser ocupan el lugar de la palabra”.
A partir de aquí, alternan los nombres conocidos para cualquier aficionado a la poesía con otros que descubrimos, quizás, por primera vez. Entre los primeros, Nichita Stanescu (“En el hueco de cada árbol asentaban un dios. / Si se agrietaba una piedra, enseguida traían / un dios y lo colocaban allí”); Marin Sorescu, también importante autor teatral y un gran irónico (que no cínico) como demuestra en ‘Shakespeare’: “Shakespeare creó el mundo en siete días. / El primer día hizo el cielo, las montañas y los abismos del alma. / El segundo día hizo los ríos, los mares, los océanos y los demás sentimientos”, y de quien sería fantástico que algún día se tradujese su monumental La Lilieci, una especie de Spoon River rumano y rural; Ana Blandiana, ya muy traducida entre nosotros tanto en verso como en prosa (ojalá algún editor se anime con su ensayo autobiográfico Falso tratado de manipulación), autora de uno de los más conmovedores libros de amor de la poesía reciente, Variaciones sobre un tema dado, escrito a la muerte de su esposo (“No es verdad que ‘todo ángel es terrible’, / yo nunca he tenido miedo / aunque sabía quién eras / y siempre deseaba quedarme dormida / para poder acercarme a ti”); Dinu Flamand, quien hace convivir como pocos poesía e historia (“día tras día las nubes mendigan / en mi ventana una fuga de Bach para poner en marcha / el circuito de agua de la naturaleza”); o Mircea Cartarescu, uno de los grandes narradores contemporáneos, cuya poesía resulta una inteligente parodia del posmodernismo.
Entre los autores más desconocidos, destacan algunos de los más recientes como Ion Muresan (“Solamente tengo un prejuicio: la realidad”) o Ioan Es. Pop (nacido en 1958, cierra la antología). La poesía rumana más reciente sigue estando a gran altura, como demuestran libros como El insectario Coman, de Dan Coman (1975), traducido al español por Elena Borrás, o autoras como Svetlana Carstean (1969) a quien esperamos ver pronto traducida por aquí. Fuera de la antología quedan nombres como Grete Tartler o Nichita Danilov, lo que no es un demérito de la selección, sino una demostración del gran momento que vive la poesía rumana.
La disposición cronológica y los breves apuntes biográficos convierten este volumen en una inmejorable introducción a la poesía rumana del siglo XX. Una poesía con unos cuantos nombres que juegan en la primera división de la poesía universal del siglo (al menos el póquer formado por Arghezi, Blaga, Sorescu y Blandiana) y una buena nómina de otros que nos han dejado más de un poema memorable. Una ocasión inmejorable para que el mapa mental de la poesía europea del siglo XX que cada lector tiene dibuje con contornos más claros una de sus más luminosas provincias.
‘La poesía del siglo XX en Rumanía’. Varios autores. Prólogo de Ion Pop. Traducción de Corina Oproae. Visor, 2022. 936 páginas. 26 euros.
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