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Kjell Espmark: así lee un miembro del Comité Nobel

Un volumen reúne los ensayos literarios de Kjell Espmark, poeta y académico sueco y autor de la historia de referencia del premio más importante de las letras universales

El profesor Kjell Espmark, miembro del comité del Nobel.
El profesor Kjell Espmark, miembro del comité del Nobel.ChinaFotoPress (Visual China Group via Getty Ima)
José-Carlos Mainer

En 1975, cuando Kjell Espmark publicó Traducir el alma. Una línea principal en la poesía moderna, vivía su apogeo la crítica formalista a la que importaban muy poco los vectores de influencias, las intenciones de un poema o la biografía de su autor. Pero Espmark era catedrático de Literatura Comparada, cuando esta había pasado a ser el único bastión que parecía subsistir de la vieja historia literaria. El objetivo de su análisis era la poética del simbolismo, desde los años posrománticos hasta los dominados por las vanguardias sucesivas de los años veinte y treinta, siguiendo el trazo de una constante estratégica: la composición del poema por medio de imágenes y percepciones —entre la intimidad y la fantasía— que reemplazaban artísticamente a lo puramente confesional. No se le ocultaba, por supuesto, que el uso inmemorial de la alegoría (que reconstruye por alusión y por indicios lo que no se expresa directamente) estaba en el origen de esas “traducciones del alma”, del mismo modo que se advertía en la facundia imaginativa de los héroes shakespearianos cuando describen en términos alegóricos o en “traducciones del alma” la tormentosa pasión de sus personajes.

Sin la voracidad inclusiva que apuntó en la poética romántica y triunfó en la posromántica, no cabría hablar de esta sustitución estética. Oportunamente Espmark recuerda la sugestión que sobre los escritores de 1840 había ejercido el grabado Melancholia, de Durero, máxima expresión de lo alegórico y de la complejidad del humanismo. Pero los argumentos más sólidos del autor se apoyan siempre en los excelentes y detallados comentarios de los poemas que abren cada sección… y que confirman nuestras ganas de seguir leyendo. Los versos de ‘Spleen’, de Charles Baudelaire, encabezan el estudio de Espmark, y le siguen otros de los Romances sans paroles, de Paul Verlaine, y, en un momento culminante, el comentario del enigmático poema de Stéphane Mallarmé ‘Sonnet allégorique de lui-même’, que su autor concibió como un logro, “tan blanco y negro como es posible […] lleno de sueño y vacío”. Unos pasos después, analiza cómo Les illuminations, de Arthur Rimbaud, llegarían todavía más lejos en la invocación de luminosas imágenes, pero que ya carecían de referencia a ningún significado concreto. Es el mismo mundo de intuición pura por el que ya se mueve, aunque sin traspasarlo nunca, Maurice Maeterlinck, para quien se concentra todo “en la vida vegetativa del alma, en el invernadero esplendorosamente azul que ella lleva consigo”.

No era el final de un anhelo. Al lector no le sorprenderá que este libro, que se abre con unas cita de T. S. Eliot acerca del mundo interior, dedique también un capítulo entero al poeta inglés que no dudaba en confesar que, hacia 1920 (y un tanto a la manera de su alter ego J. Alfred Prufrock), se movía entre la sugestión del simbolismo francés, que tenía bien leído, y la poética dramática de Shakespeare y la densidad de los Metaphysical Poets. De los dos ámbitos se reclamaba cuando formuló la teoría de “correlato objetivo”, definida como “un conjunto de objetos, una situación que habrá de ser la fórmula de esa emoción particular”. Porque todos hablaban de lo mismo, aunque fuera con palabras y resultados distintos; luminoso y solemne, como recuerda Espmark, El cementerio marino, de Valéry, con su afán de claridad, tampoco estaba tan lejano de la ambición desesperada que agita los versos de The Waste Land.

El encuentro del surrealismo y la poética del alma es el objeto de un espléndido comentario de ‘Tournesol’, de André Breton, que a su vez revela la intensidad de la “escritura automática”. Pero antes, la poética expresionista del alemán Georg Trakl (cuyo ‘Psalm’ es objeto de un certero análisis) se ha encontrado también con la pertinaz herencia del simbolismo. El capítulo final del libro (‘Perspectivas’) es un recorrido por caminos más cercanos en el tiempo que incluye de forma destacada al Lorca de Poeta en Nueva York, al Alberti de Sobre los ángeles o al Neruda de Canto general.

Francisco Uriz ha sido —como casi siempre— el autor de esta traducción española muy trabajada y acompañada de un breve y oportuno prólogo. Allí nos recuerda que el autor ha escrito también novelas sobre la evolución de la sociedad de su país en los años de posguerra y un fascinante relato sobre Béla Bartók y el III Reich, pero que, sobre todo, nos ha dado libros de poesía y que es uno de los primeros líricos de Suecia. Sus últimas entregas parecen haber adoptado algunos presupuestos de aquellas “traducciones del alma” que alumbró en el libro de 1975: los poemas de La libertad del ocaso (2019) y Revivir (2021) son historias o testimonios de gentes anónimas, de personajes históricos o míticos y de creadores de literatura y poesía, cuya voz remota vuelve a sonar entre nosotros. Quizá porque restituir el pasado de los seres humanos en las palabras que les atribuye un gran poeta sea otra importante misión de la “traducción del alma”.

Portada del libro 'Traducir el alma', de Kjell Espmark. EDITORIAL LOS LIBROS DEL INNOMBRABLE

Traducir el alma 

Kjell Espmark 
Traducción de Francisco Uriz
Los Libros del Innombrable, 2022
329 páginas. 23 euros

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