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‘50 Estados’, el maravilloso problema de los poetas ficticios

Ezequiel Zaidenwerg elabora una ficticia antología poética a base de entrevistas y versos de 13 autores diversos de Estados Unidos que nunca existieron

Ezequiel Zaidenwerg
Un cliente busca en las estanterías de libros a la venta en la librería City Lights Booksellers de San Francisco, California.Alamy Stock Photo
Patricio Pron

Ezequiel Zaidenwerg (Buenos Aires, 1981) comenzó a traducir con regularidad hace algunos años porque —afirma— escribía muy poco, “al menos en relación con lo que en esa época imaginaba propio de un poeta”; desde 2005 administra zaidenwerg.com, un blog dedicado a la traducción de poesía, y es autor de Doxa (2007); La lírica está muerta (2011); Sinsentidos comunes, ilustrado por Raquel Cané (2015), y 50 Estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos (2018), que Fulgencio Pimentel y Kriller71 publican en coedición en España este mes.

“Muestra” al tiempo que “ensayo colectivo acerca de las múltiples maneras de la literatura estadounidense contemporánea” y “en cierta forma, una novela tenue”, en palabras de Zaidenwerg, 50 estados reúne una selección de poemas de 13 autores nacidos entre 1976 y 1994 cuya versión en español ha sido elaborada por el escritor y traductor argentino, quien también ha entrevistado a los autores acerca de sus primeras lecturas, los primeros poemas, sus primeras publicaciones, sus opiniones acerca de la poesía estadounidense contemporánea: interesados en la música country, francófilos, poetas que descubrieron la poesía en el instituto, en la universidad o —en la acepción de “revelación”— no la descubrieron nunca pero escriben poesía de todas maneras, no saben si siguen siendo poetas o no, piensan en las relaciones amorosas como supergrupos y están por completo inmersos en el tiempo presente, influidos por la cultura popular norteamericana del mismo modo y con la misma intensidad con que lo están por T. S. Eliot, William Carlos Williams, E. E. Cummings, Wallace Stevens, George Oppen, ­John Ashbery, Robert Frost, W. S. Merwin, Elizabeth Bishop, Allen Ginsberg y otros, los poetas antologados por Zaidenwerg parten de una situación “a menudo no particularmente poética y a veces incluso tomada de la cultura de masas” para, como afirma uno de ellos, “representar otra cosa, de un orden incluso metafísico”; aspiran a mostrar un régimen superior, más abstracto, pero no por ello menos real o menos trascendente, piensan en la poesía como algo “sagrado” o banal, que simplemente hacen y es parte de su rutina.

El problema, si se desea verlo de esta manera, es que ninguno de ellos existe realmente: fueron creados por Ezequiel Zaidenwerg, quien volvió a jugar de este modo el viejo juego de los heterónimos que dominaron Søren Kierkegaard, Fernand Fleuret, Valéry Larbaud y, por supuesto, Fernando Pessoa. Y el resultado es una obra que pone en cuestión las nociones —sólo aparentemente estables— de original y copia, autoría, tradición, innovación, reproducción, traducción, creatividad y voz. El tema del libro es cómo, en algún sentido, el modo en que las personas descubren la poesía, el azar de las lecturas y un puñado de experiencias personales —al tiempo que los rasgos de carácter, por supuesto— determinan poéticas muy diversas cuyo vínculo con la poesía contemporánea escrita en un país específico, por ejemplo Estados Unidos, es circunstancial y acaso exagerado por la crítica; el logro es que poemas tan distintos —y, en ocasiones, muy buenos— hayan sido escritos por el mismo autor.

La práctica del heterónimo tiene tanto de ocultación como de exhibición de fuerza

La práctica del heterónimo tiene tanto de ocultación como de exhibición de fuerza; como escribió el ensayista cubano Víctor Fowler en una ocasión, “el heterónimo no es uno mismo y es libre de pertenecer a la época, estilo o moda que desee o incluso mezclarlos todos, pero asume la responsabilidad moral de ser una identidad”. En los mejores poemas de este libro, Zaidenwerg asume, por su parte, la de dar voz a un padre que admite su derrota el día que deja de salir a correr después del trabajo, al hijo que baña a su madre anciana y piensa en las formas en que las esponjas recrean su punto de partida, al chico enamorado de su amiga que es “como un árbol podado”, a la joven que cabalga “colgada de las crines” del “poni loco de la ansiedad”, a Walt Disney en el hielo; lo hace con una lengua cuyas expresiones —“ratearse”, “estar jodiendo”, sufrir “por boludo”— vinculan a estos poemas con un territorio de llegada específico, pero no determinante.

Zaidenwerg vive en Nueva York desde hace algunos años, es el responsable de las versiones en español de libros de Mark Strand, Ben Lerner, Joseph Brodsky, Denise Levertov, Anne Carson, Robin Myers y Mary Ruefle, entre otros, y —en una vuelta de tuerca no especialmente difícil de imaginar, pero prometedora— no deberíamos descartar que los autores que “antologa” sí existan realmente, de alguna manera.

portada libro '50 estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos', EZEQUIEL ZAIDENWERG. EDITORIAL FULGENCIO PIMENTEL

50 Estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos 

Autor: Ezequiel Zaidenwerg.


Editorial: Kriller71 y Fulgencio Pimentel, 2022.


Formato: tapa blanda (344 páginas. 23,50 euros).

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