Cambiar la coreografía de las aulas
Animar a competir supone generar una cultura agresiva en la que muchos pierden para que uno gane
¿Dónde empieza la violencia en las escuelas? Los educadores y las autoridades de justicia se preguntan por los orígenes de la violencia para identificar maneras de acabar con ella, o mitigarla por lo menos. En el proceso, quizás valdría la pena preguntarnos por la propia experiencia escolar. Les invito a recordar. Las aulas convencionales prohíben la curiosidad y la expresión mientras alientan la competición entre estudiantes. Para destacarse uno/a hace falta adelantar una respuesta predeterminada por la maestra lo más pronto posible y callar a los/las demás. Animar a competir de esta manera es generar una cultura agresiva en la que muchos pierden para que uno gane. A veces se decide no destacarse, no hablar, para mantener las amistades. Los resultados nefastos de esta coreografía, que incluyen la soledad, la depresión y la violencia, no deben sorprendernos, aunque parece ser que no nos hemos percatado de la causalidad entre la represión oficial y la desobediencia juvenil. La rebeldía excita más represión, y en la espiral entre autoritarismo y resistencia el pecado original no radica en los estudiantes.
Hace falta cambiar la coreografía del aula, todas las aulas, la materia, la que sea. Redondear el espacio cuadrado en círculos y mesas de trabajo es un cambio de poco costo y de gran rendimiento socioemocional, cívico, y cognitivo. Difícilmente se logra instalar la paz y la convivencia con contenidos de cátedra; suelen aburrir por predecibles y familiares. Se logra, al contrario, con formas distintas, colaborativas, que habilitan a las personas a estar de manera distinta las unas con las otras, de ser ciudadanos admiradores de otros ciudadanos. Convivir en círculos es reconocer a todos, cara a cara, y reconocerse como integrante del grupo. Rinde poco abordar los temas de justicia y respeto a través de conferencias en las que los temas quedan como consignas, sin mayor impacto en el comportamiento. Es que el comportamiento cambia gracias a nuevos comportamientos, puntos de vista y nuevas voces, virando la mirada para abarcar a todas las personas en el aula y reconocer de esta manera la posibilidad de fraguar una autoridad entre todos.
¿Cómo cultivar el placer que resulta de aprender la lección, y no solo sanar el dolor que siente el estudiantado al no aprenderla? Parece difícil el reto de partir de lo cognitivo para llegar a lo emocional, si es que se ha perseguido de manera institucional. Generar satisfacción y hasta alegría a través de los textos curriculares quizás no parezca factible, y me temo que el desafío no esté entre los principales objetivos de las autoridades educativas. La apuesta de la mayoría de los educadores de vanguardia hoy va más bien por mejorar la salud mental para mejorar los puntajes académicos. Y aunque no haya mejoras en los exámenes nacionales, la educación socioemocional prima, aparentemente por razones de justicia restaurativa y convivencia.
Sin embargo, hasta ahora la apuesta no ha producido resultados satisfactorios. La violencia sigue aumentando y los niveles de comprensión lectora van bajando. Quedan decepcionadas tanto las familias como las autoridades locales y el Banco Mundial, que busca alentar prácticas eficaces para justificar su apoyo a ministerios y secretarias de educación. Seguramente preferiríamos ver mejoras, en vez de quedarnos con la tasa de falta de comprensión de textos sencillos en más de 80% de los/las niños/as. Pese a las estadísticas que muestran crecientes tasas de alfabetización, las de comprensión lectora delatan pérdidas. Las actividades digitales que ocupan a la juventud en redes de comunicación rápida ponen en peligro la educación, aunque parecen ejercer la lectura y la escritura. Es que leer y escribir toman tiempo porque van más allá de conseguir información, incluyen la interpretación y el pensamiento crítico. Inteligencia quiere decir, literalmente, leer entre líneas. Hoy más personas saben leer y menos comprenden lo leído.
El espíritu del ocio (“escuela” en griego antiguo) que desarma el innecesario conflicto entre jugar y trabajar es periódicamente resucitado en la educación alternativa, por ejemplo con Maria Montessori, John Dewey, Rabindranath Tagore, Paulo Freire y otros. Hoy se renueva en una variante sencilla y fácil de replicar y escalar. Se llama Pre-Textos y es una metodología que se apropia en solo 15 horas de capacitación. Su nombre lúdico, casi travieso, es un guiño al proceso que seduce hasta a personas reacias a leer, porque los textos les sirven como materia prima, excusas para crear algo suyo, original. El combustible para agarrarse con un texto desafiante y adueñarse de ello es la emoción, a veces rebelde. Y el resultado, gana–gana, refuerza tanto la salud mental como el desarrollo escolar. Pre-Textos recoge buenas prácticas cotidianas y las valoriza como vehículos de las más avanzadas vanguardias pedagógicas. Aporta una educación rigurosa y amable, eficaz y económica.
Alguien lee un texto en voz alta mientras dibujamos una portada para una edición personal. La escena combina dos prácticas populares latinoamericanas. Una es la del “lector” en las fábricas de tabaco, que lee en voz alta textos literarios, históricos, y filosóficos seleccionados por los trabajadores. La otra práctica “cartonera” es de recicladores que elaboran libros buenos, bonitos, y baratos de cartón usado. Comenzamos de esta manera porque los facilitadores suponemos que a la mayoría de los/las estudiantes no les gusta leer. Por eso no asignamos lecturas ni pronunciamos sermones al respecto. Para arrancar, invitamos amablemente a quien quiere leer en voz alta. Al terminar de escuchar la lectura, cada uno/a le hace una pregunta al texto, también en voz alta. En Pre-Textos nadie les hace preguntas a las personas porque no son objetos de escrutinio. Son investigadores que escrudiñan un texto.
Después de la indicación principal de hacer arte con un texto, viene otro paso iconoclasta. Es “irse por las ramas”, dar rienda a la curiosidad, leer por gusto, buscar textos relacionados con el que leemos en clase para “publicar” los hallazgos en el tendedero. A diferencia de los maestros que insisten que no nos vayamos por las ramas – que no soñemos, no divaguemos ni hagamos preguntas tangenciales – en Pre-Textos aprovechamos las inquietudes para dinamizar más lecturas. Traer una “rama” y colgarla a la vista de todos/as implica haber leído, investigado, tanteado, y pensado en cómo defender el aporte con relación al texto de partida. De esta manera, la curiosidad intelectual se desarrolla junto con el aprecio por las contribuciones de otras personas. Lucen interesantes por sus diferentes intereses y puntos de vista. La diversidad enriquece el conocimiento y profundiza la interpretación.
Si adoptáramos un texto sobre la justicia restaurativa escolar como punto de partida para un ejercicio compartido de investigación y especulación, ¿qué propuestas prácticas se nos ocurrirían para enfrentar la doble crisis actual de justicia y de educación? Los y las estudiantes junto con sus mentores velarán por la paz como necesaria condición para desarrollar sus obras creativas y apasionantes, basadas en textos desafiantes, gracias al trabajo en equipo de los compañeros y las compañeras de aula.
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