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Migración de América Latina
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una propuesta europea para América Latina

Estados Unidos cierra sus fronteras a los que pretenden llegar a esa tierra de promesas incumplidas para tantos. ¿Por qué no traerlos a Europa? El continente necesita más de cincuenta millones de personas procedentes de la emigración antes del año 2050

Maiquetía, Venezuela
Migrantes venezolanos deportados de Estados Unidos.Cristian Hernandez (AP)

Estados Unidos está expulsando a los inmigrantes latinoamericanos irregulares. Los está persiguiendo por las calles, granjas, obras de construcción, domicilios..., hay incluso premios para quienes los delatan. Los encierran y los trasladan esposados de pies y manos hasta aviones que los llevan hasta sus países de origen. Todos ellos los aceptan. Incluido Venezuela, por supuesto. La secretaria de Seguridad aparece en los anuncios televisivos diciéndoles: “Vete y si no lo haces, te cazaremos“. Han llegado a amenazarles con llevar a Guantánamo (la cárcel de terroristas en Cuba), a más de 30.000 irregulares.

Estados Unidos cierra sus fronteras a los que pretenden llegar a esa tierra de promesas incumplidas para tantos. Es más, sanciona a sus vecinos si no controlan sus fronteras. En la guerra arancelaria impuesta por el nuevo emperador americano, las tasas también se imponen a quienes no colaboran suficientemente con ese cierre. En definitiva, millones de latinoamericanos no irán a Estados Unidos porque no quieren volver esposados a su tierra, o sencillamente, porque no pueden entrar en ese país.

De ahí viene la propuesta: ¿Por qué no traerlos a Europa? Europa necesita más de cincuenta millones de personas procedentes de la emigración antes del año 2050, solo para cubrir los 49 millones de personas en edad de trabajar (entre los 20 años y los 64) que perderemos antes de esa fecha y para poder mantener la actual y precaria relación de cotizantes y pensionistas en nuestros sistemas de seguridad social. Necesitamos inmigrantes como el respirar.

Hay aproximadamente seis millones de latinoamericanos en Europa que están perfectamente integrados, tanto laboral como socialmente. Es una evidencia que conocemos bien en España, donde residen cerca de tres millones de ellos. Cuidan nuestros hogares, nuestros niños y mayores, atienden en nuestra amplia red de hostelería, pero también son médicos, profesores, psicólogos, mecánicos, informáticos…, tienen un buen nivel educativo de base, comparten cultura y valores y viven y trabajan junto a nosotros promoviendo un flujo extraordinario de remesas a sus familias y a sus países de origen.

La pregunta es obvia: ¿Puede la Unión Europea ofrecer a esas poblaciones necesitadas de emigrar, un camino legal y seguro de entrada en nuestros países? Bastaría con abrir nuestros consulados a una inmigración ordenada para cubrir enormes bolsas de empleo temporal (en la agricultura y en la hostelería), o fijo, en otras actividades, como ya estamos haciendo con los conductores de camiones o autobuses, por ejemplo. Bastaría con que los países que necesitan cubrir múltiples actividades económicas y sociales utilicen estas vías, ya en uso y acojan y ayuden a estas personas a su integración laboral y social (la lengua ya no es un problema).

Europa daría así a América Latina una señal extraordinaria de fraternidad social y solidaridad, frente al vecino del norte que humilla a sus países vecinos y maltrata a sus poblaciones. Serviría también para compensar nuestra tardanza en compartir con ellos las vacunas contra la covid-19, que solo llegaron a muchos países de América Latina, cuando en Europa ya estábamos poniéndonos la segunda dosis.

No sería simplemente un gesto. Implica una actitud, una muestra de amistad política y social y una apuesta por una asociación estratégica que tiene en el diálogo político, la cooperación y los acuerdos de comercio e inversión sus bases fundamentales y que acabamos de concluir con los acuerdos de Mercosur, después de actualizar los de Chile y México. Lo estamos diciendo una y mil veces: América Latina es nuestro socio natural, el espacio geopolítico más compatible y afín a nuestras aspiraciones de gobernanza ordenada del mundo, El conjunto de países con quienes debemos hacernos fuertes en el tablero internacional para la defensa de nuestros valores democráticos, del Derecho internacional, la cooperación, el diálogo y la paz. Mucho más, cuando los que creíamos nuestros aliados, están dejando de serlo.

Pocas veces el tablero político ofrece una solución en la que todos ganan. Lo normal, lo natural en política, diría yo, es que cualquier decisión entrañe pros y contras muy acusados, ventajas e inconvenientes claros y casi siempre, una incierta evaluación de riesgos ante cualquier alternativa. Este no es el caso. Aquí, ganamos todos.

Lo de menos es que reduzcamos la presión migratoria a los Estados Unidos, aunque ellos no lo agradezcan. Lo demás, es el futuro laboral y económico que podemos ofrecer a millones de latinoamericanos, como nos lo ofrecieron ellos a nosotros en siglos pasados. Lo demás, es ofrecerles una carrera de cotización a esos millones de personas, que aseguren pensiones dignas, a percibir en su país o en los nuestros, por la Seguridad Social europea. Lo demás, es que Europa cubre sus necesidades laborales y sociales con mano de obra que no tiene. Lo demás, son los flujos financieros de retorno que recibirán esos países de origen y que en algunos casos constituye un ingreso extra importantísimo en sus economías.

En noviembre de este año, la Unión Europea y la CELAC, celebrarán una importante Cumbre en Bogotá. ¿No sería una grandísima noticia que se pusieran las bases para una política de migración que atendiera estas necesidades respectivas?

Pongámonos a ello.

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