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RELACIONES INTERNACIONALES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘momentum’ en la relación entre Europa y América Latina

El éxito del relanzamiento de las relaciones dependerá del liderazgo político, de la perseverancia y de la aptitud para poner arriba de la mesa no solo los intereses propios sino también los del “socio preferente”

Cumbre Iberoamericana
Foto de familia de la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo.Ministerio de Relaciones Exteriores de República Dominicana (Ministerio de Relaciones Exteriores de República Dominicana/EFE)

El relanzamiento de la relación entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe es un resultado positivo atribuible, en gran medida, a la presidencia de España del Consejo de la Unión Europea que culmina el próximo 31 de diciembre.

Quizás un elocuente resumen del avance logrado sean las palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (“Europa aspira a ser el socio preferente de América Latina y el Caribe”), y del presidente Lula (“Pocas veces he visto tanto interés económico y político de la UE hacia América Latina”), ambas con motivo de la Cumbre UE-CELAC que tuvo lugar en Bruselas a mediados del pasado mes de julio, luego de una larga interrupción de casi una década. Dos años antes, el alto comisionado, Josep Borrel, había alertado visionariamente: “América Latina no está en el radar de la Unión Europea”.

Ahora bien, la reflexión académica se ha centrado en el examen de la creciente importancia de América Latina para Europa. Sin embargo, tal significativo ejercicio no será completo si no va acompañado del análisis desde la otra vereda: Para que la política exterior que se debe impulsar desde Bruselas y los países con lazos con la región, partiendo por España, sea efectiva, es igualmente importante entender bien por qué Europa le interesa a América Latina.

Un ejercicio inicial de lo expuesto obliga, de partida, a asumir la coincidencia geopolítica. Ambas regiones se benefician de un vínculo más fuerte: Europa, uniéndose a América Latina, afianza su liderazgo global y estatura estratégica y, a su turno, América Latina, que corre el riesgo de quedar atrapada en medio de la tensión entre Estados Unidos y China, puede evitar verse obligada a un alineamiento forzado si puede acudir a una Europa con alta presencia en la región.

Al mismo tiempo, ambas partes tienen interés en promover en conjunto principios que comparten y que deben ser defendidos por estar amenazados en la arena internacional: la democracia representativa, la paz y la seguridad, el respeto a los derechos humanos y un orden mundial basado en el derecho internacional. Basta darle un vistazo al mundo para constatar que no hay otras regiones que tengan las credenciales para acompañarse mutuamente en tal ingente tarea.

En el ámbito estratégico no hay duda del interés de Europa en el acceso a las materias primas que abundan en América Latina. Ahí están las mayores reservas de litio, cobre y minerales raros y también existe un potencial enorme en energías limpias que es clave para la producción del combustible del futuro: el hidrógeno verde. Sin embargo, América Latina no quiere iniciar una nueva etapa de “economía extractivista”. Aspira, con razón, a que como contrapartida al aludido acceso, existan desde Europa inversiones, financiamiento, tecnología y, sobre todo, apoyo para generar un entramado industrial que le permita generar valor agregado a sus riquezas naturales.

El comercio es otro campo en que hay que tener una mirada que cubra ambas orillas. América Latina no termina de entender que las negociaciones comerciales se eternicen al extremo de prolongarse por décadas, y piensa que la demora sólo se explica por un velado proteccionismo en que el tema ambiental es solo un pretexto. Por ejemplo, Europa y América Latina se verían beneficiadas por el acuerdo con el Mercosur que implicaría un sustantivo aumento del comercio: La primera obtendría ventaja sobre sus competidores a la hora de exportar productos a un mercado grande pero protegido, mientras que la segunda obtendría un acceso que le estaba en los hechos vedado para algunos de sus productos más importantes de exportación como son los alimentos. Sin embargo, el acuerdo sigue “empantanado”.

Las inversiones hacia América Latina debieran también fluir con mayor intensidad a partir del potencial, instrumentos y montos comprometidos en la iniciativa Global Gateway. La iniciativa resulta de gran importancia, ya que borró de un plumazo la sospecha de que el interés europeo sería más retórico que real. En todo caso, no hay que perder de vista que Europa debe seguir facilitando el cada vez más intenso aterrizaje de las llamadas “multilatinas” – algunas flamantes unicornios - como lo hacen hoy España y Portugal.

Ambas regiones, finalmente, deben trabajar en conjunto en materias en que la cooperación podría elevar sustancialmente su nivel: la lucha contra el cambio climático, el encauzamiento de la migración, el combate al crimen organizado y narcotráfico, la promoción de una nueva arquitectura financiera internacional saltan a la vista como prioritarias.

Todo indica que el relanzamiento de las relaciones entre Europa y América Latina tiene momentum. El que llegue a buen puerto dependerá- como siempre- del liderazgo político, de la perseverancia, de la capacidad de pasar de las intenciones a las materializaciones concretas, y sobre todo de la aptitud para poner arriba de la mesa, desde la partida, no sólo los intereses propios sino también aquellos del “socio preferente”.

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