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Elecciones en Argentina
Columna
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El dilema existencial de Lula: ¿ir o no a Argentina?

En el caso de que coincidan el presidente y Bolsonaro en la toma de posesión de Milei, no le será tan fácil al brasileño olvidar que su antecesor se negó a entregarle el fajín de mando y se fue del país para no estar presente al acto

Lula da Silva
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, participa durante la ceremonia de graduación de nuevos diplomáticos del Instituto Rio Branco, en el Palacio del Itamaraty en Brasilia.Andre Borges (EFE)
Juan Arias

La victoria en Argentina de Javier Milei le ha creado a Lula un conflicto existencial sobre la decisión de ir o no a su toma de posesión sobre todo porque el nuevo presidente argentino lo había calificado de “corrupto y comunista”.

El Gobierno brasileño cree que Milei debería ya haber llamado a Lula para pedirle perdón por el insulto. No lo ha hecho. Y es que para el líder brasileño no se trata de una presidencia cualquiera, ya que Argentina siempre ha significado para él un importante centro político de atención y hasta afectivo. En 2003, cuando ganó por primera vez las elecciones, hizo su primer viaje presidencial a Buenos Aires.

El actual embajador de Brasil en Argentina, Júlio Bitelli, ha declarado que Lula aún no ha tomado una decisión, misma que, conocido el talante político del mandatario, solo tomará por sí mismo pese a los consejos que le rodeen.

Para explicar el conflicto existencial que la victoria del ultra argentino le está creando a Lula, sobre todo desde que ha sabido que Milei ha invitado personalmente a Bolsonaro y a su familia a su fiesta, los analistas políticos y culturales están desempolvando la literatura.

Así, se están recordando obras clásicas como el filme El Dilema de Sofía, con el drama personal que entraña, o Informe sobre ciegos, del argentino Ernesto Sábato.

No que el pragmático Lula sea un frecuentador de literatura ni de arte, pero sí posee un olfato especial para todo lo que se refiere a la política, que también es un arte que pueden ejercer hasta los analfabetos.

Hasta ahora, como suele hacer con frecuencia el político brasileño, Lula no ha resuelto el enigma de su ida a Argentina. Por ahora ha preferido esperar a tomar su decisión. Eso sí: aún no ha felicitado a su hoy ya colega argentino, como ha hecho, por ejemplo, el papa Francisco, a quien el nuevo presidente había tachado de demonio.

Lula ha dejado hasta ahora en abierto su decisión el 10 de diciembre, donde tendría que felicitar a Milei por su victoria aplastante, al revés de la suya frente Bolsonaro que fue solo por un puñado de votos.

Sin embargo, en las declaraciones de estos días y antes de descifrar el enigma del viaje, Lula ha hecho declaraciones de estadista, con gran prudencia, mirando más que a su dilema personal y existencial, al futuro de Argentina, corazón de las relaciones de Brasil con América del Sur y más allá.

Lula ha recordado que en las relaciones de Brasil con los otros gobiernos de América Latina “no es necesario gustar o no de sus presidentes” y que es preciso que las personas “aprendan a vivir democráticamente hasta en la adversidad”.

Lula no quiso responder a la pregunta de qué haría si se confirmara en la toma de posesión de Milei la presencia de Bolsonaro y su familia. Y es que, con mucha probabilidad, Lula debe estar esperando, en efecto, saber si tendrá que cruzarse con su adversario visceral.

En el caso hipotético de que tengan que coincidir Lula y Bolsonaro en la fiesta de Milei, no le será tan fácil al presidente brasileño olvidar que su antecesor se negó a entregarle el fajín de mando y hasta se fue del país para no estar presente al acto. Ni podrá olvidar que está acusado de haber tramado, desde el exterior, un intento de golpe popular, apoyado por el Ejército. Y Bolsonaro en este momento tampoco puede olvidar que, de algún modo, está en las manos de Lula el que las decenas de acusaciones, muchas de ellas graves, que corren en manos de la justicia, podrían mañana mismo llevarle a la cárcel. Ahora el bastón de mando está en sus manos.

Y mientras Lula piensa y repiensa en sus adentros si tomar el avión para estar presente a la toma de posesión de Milei, la diplomacia de su gobierno trabaja en silencio y con pies de plomo para que el tema personal entre Lula y Milei no acabe quebrando la relaciones entre Brasil y Argentina, cuya importancia va más allá del drama existencial y personal del líder brasileño.

Lo acaba de resumir, como pisando en algodones, en una entrevista al diario O Globo, el actual embajador de Brasil en Argentina: “Los canales están abiertos. Estamos buscando formas de hacer con que las relaciones comiencen de la mejor forma posible”. Y añadió: “La relación bilateral es de tal modo densa e importante que sin duda va a continuar. Y es interés de los dos países que inicien ya, entre los dos gobiernos. Brasil trabaja en este sentido”.

¿Y Lula irá o no? Es la noticia que esperan saber los periodistas y no solo ellos. El presidente brasileño, escucha a su Gobierno y piensa. O ya lo tiene decidido y se divierte escuchando consejos sesudos. No llega a ser para él el dramático Dilema de Sofía, pero tampoco es la menor decisión de su política exterior. Política que tanto le atrae y a la que tanto mima. Para él ser presidente de Brasil es importante, pero siempre ha oteado más lejos.

Sin duda, si decidiera ir a Argentina, para Lula no será solo algo protocolario. Al sagaz político brasileño, que llegó al trono del poder desde el polvo de la calle, le gustan los superlativos.

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