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Elecciones en Argentina
Columna
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Brasil, en vilo con las elecciones de la hermana Argentina

Lula sabe que, en este momento de arenas movedizas, una victoria de Milei agravaría más, si cabe, sus problemas en el Gobierno, y envalentonaría a Bolsonaro

El presidente brasileño, Lula da Silva, durante una conferencia en Buenos Aires, en enero de 2023.
El presidente brasileño, Lula da Silva, durante una conferencia en Buenos Aires, en enero de 2023.Anita Pouchard Serra (Bloomberg)
Juan Arias

El domingo próximo, gane quien gane, Argentina ya no será la misma, como no lo ha sido Brasil después del terremoto del extremista y golpista Jair Bolsonaro.

No importa que la extrema derecha haya perdido las elecciones ni que el demócrata Lula haya vuelto al poder. Brasil ya no es el mismo de antes. La crónica de estos días lo está confirmando. La estridente y destructiva política bolsonarista está de vuelta y la democracia aparece de nuevo envalentonada.

De ahí ese cierto nerviosismo que a veces sacude al nuevo y aún frágil Gobierno democrático de Lula, que necesita para sobrevivir sonreír a la oposición y hasta arrodillarse a veces ante ella.

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Todo ello para subrayar mi miedo a que la Argentina, que amo y admiro, sin la cual el mapa de América Latina se quedaría gravemente herido, pueda estar al borde de un abismo: ya gane las elecciones el políticamente insulso Massa o el desequilibrado Milei. Y no se trata de escoger entre lo malo y lo peor.

Argentina ya ha decidido por el desencanto, pues pocos irán a votar con ilusión. Lo que reina, al parecer, es una red tupida de millones de votantes entre el cabreo, la desilusión y el miedo. Si quienes amamos la democracia y los valores del humanismo nos sentimos pesimistas ante ese quijotesco duelo electoral, es fácil imaginar la desilusión de los argentinos, sobre todo los más golpeados por el dolor, la pobreza y el abandono de quienes les mantienen siempre al margen del banquete.

Argentina se distinguió siempre por su amor a la cultura y por los lazos estrechos con la Europa más ilustrada y moderna. Verla ahora patinando en unas elecciones sin alegría y sin un futuro esperanzador no deja de dolernos a quienes la amamos.

Si Argentina, considerada la hermana de Brasil, se desmorona democráticamente y cae en los brazos de las tentaciones de una derecha no ya zafia, sino también peligrosa y rastrera como lo ha sido la bolsonarista en Brasil, toda América Latina sentirá la sacudida del terremoto que golpeó estos años a Brasil. Y con un agravante. Esa nueva extrema derecha que empieza a resurgir alrededor del mundo no es una fase más del conservadurismo clásico que permite una alternativa decente en el poder.

La derecha que hoy resucita y amenaza a la ya gastada y cansada democracia clásica del pasado es otra. Es tóxica, con sabor de nuevo a nazismo, como lo estamos viendo en las nuevas guerras que rugen en el mundo.

Estamos ante una derecha no sólo sin elegancia, sino zafia, con ganas de revancha y nostalgia de las peores tinieblas de la Historia. Justo estos días, aquí, en Brasil, con motivo de los roces políticos y diplomáticos entre los Gobiernos de Brasil e Israel, se ha visto cómo Bolsonaro, condenado ya dos veces a ocho años sin poder disputar unas elecciones, ha vuelto con fuerza y ha estado a punto de crear un grave incidente político entre el Gobierno de Lula y el de Israel.

Bolsonaro aprovechó su estrecha amistad con el extremista Netanyahu para volver al tablero político con la idea de crear un clima de desconcierto que pueda arrastrar a Lula, incluso, a un posible impeachment. Bolsonaro está resucitando ante la certeza de que, aunque está rodeado de decenas de acusaciones que podrían acabar con él en la cárcel, seguirá siendo la referencia de la extrema derecha golpista.

Sigue en efecto con un fuerte capital de votos fieles, entre los que se encuentran desde grandes empresarios a los millones de evangélicos a los que Lula no consigue catequizar, a pesar de todos los esfuerzos que está haciendo.

Lula y su Gobierno progresista no lo están haciendo mal y Brasil empieza a respirar y a contar dentro y fuera del país, pero necesitan moverse con cuidado porque los bolsonaristas le están cada día a los calcaños haciéndolo sufrir en un Congreso que sigue siéndole hostil en su mayoría. Un Congreso al que necesita saciar, por no decir comprar, con ministerios y cargos en las estructuras del Estado, hasta a los más rabiosos bolsonaristas.

Lula y su Gobierno saben que en este momento de arenas movedizas en la política, una victoria de Milei en Argentina agravaría más si cabe sus problemas en el Gobierno, y envalentonaría a Bolsonaro y sus huestes, siempre al acecho para seguir pisándole los pies.

De ahí que la gran prensa brasileña democrática, que nunca se destacó por su información sobre América Latina, esté siguiendo con especial interés la contienda argentina y su resultado en las urnas. Sobre todo porque ni la victoria de lo menos malo es vista como una fiesta. ¿Pesimismo? No. Miedo.

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