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En colaboración conCAF

La investigación latinoamericana se abre camino contra las bacterias resistentes

Científicos de Colombia, Chile y Uruguay desarrollan estrategias innovadoras para suplir la falta de antibióticos efectivos. La OMS solo ha identificado tres proyectos en esta vía en América Latina

Bacterias resistentes
Juliana Arias en la planta de producción de bacteriófagos de la empresa de biotecnología Sciphage.Sciphage

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Desde que se teorizó la existencia de las bacterias hasta que se desarrolló el primer antibiótico, pasaron centenares de años. Aprendimos a conservar mejor nuestra comida y a esterilizar antes de una cirugía. Las estudiamos e investigamos para evitar que nos hicieran daño, llegando a pensar que quizás les habíamos ganado la carrera. Pero las bacterias, como la vida misma, buscan sobrevivir, reproducirse y, con ello, evolucionar, espoleadas por todos nuestros esfuerzos en eliminarlas. Una vez más, parece que nos vuelven a llevar la delantera.

La resistencia de las bacterias a los antibióticos es “un grave reto de salud pública global”, según la OMS. Los medicamentos que conocemos son cada vez menos efectivos contra las infecciones, un proceso que se ha acelerado con la distribución masiva de antibióticos en la ganadería y con el uso indebido por parte de los humanos, como tomar el medicamento cuando es innecesario o no hacer caso a las recetas profesionales.

En un mundo sin antibióticos efectivos, el transplante de órganos sería imposible y una neumonía, una sentencia de muerte. Y aunque todavía estamos lejos de ese mundo, cada vez nos acercamos más. La resistencia antibacteriana provocó 1,27 millones de muertes en 2019, a las que se le suman 4,95 millones de muertes asociadas en todo el mundo, según la OMS. En 2050, podrían ser 8,22 millones.

La solución pasa irremediablemente por encontrar nuevos antibióticos o terapias contra las bacterias. “Hay una necesidad urgente de agentes nuevos e innovadores para infecciones graves y para reemplazar los que se están volviendo ineficaces por su uso generalizado”, destaca un informe de la OMS. Según sus datos, desde julio de 2017, solo 13 nuevos antibióticos han logrado la autorización para ser distribuidos, pero de estos, solo dos se pueden calificar como “innovadores” y son de una categoría química distinta a las habituales. Mientras que Estados Unidos tiene unos cincuenta proyectos en desarrollo y Europa tiene más de 70, la OMS solo identificó tres en América Latina entre 2019 y 2023.

Bacterias resistentes nuevos antibióticos
Una placa de muestras de bacterias de Salmonella, en el laboratorio de Sciphage.Sciphage

La serendipia chilena

En Chile, la serendipia estuvo del lado del doctor de la Universidad de Chile, David Vásquez, quien junto a su doctorando en ese momento, Javier Campani, encontró hace más de una década una nueva familia de antibióticos sintéticos. Inicialmente, el compuesto estaba siendo investigado para terapias contra el cáncer, pero cuando lo enfrentaron a algunas bacterias demostró ser “muy potente” respecto a los antibióticos existentes. “David siempre me decía que no me diera pena si no encontrábamos nada bueno”, recuerda Campanini, investigador de la Universidad de San Sebastián. “Pero resultó que en la familia que sinteticé justo uno era muy bueno, y eso nos impulsó a seguir con más fuerza”.

Para los siguientes pasos, se incorporó Juan Andrades-Lagos. A partir de esa primera molécula, fueron creando una familia entera de antibióticos. “Hicimos un trabajo súper minucioso modificando átomo por átomo (...) y eso nos ha permitido ir entendiendo cuáles son los parámetros que comandan la actividad con el objetivo de generar moléculas que tengan mejor actividad antibacteriana”, explica el también doctor por la Universidad de San Sebastián.

El proyecto está a las puertas de empezar a ser estudiado en ratones. “Muchas veces las moléculas se comportan muy bien en la placa de petri, pero cuando saltas a un organismo biológico entero pueden pasar otras cosas. Nosotros estamos en esos desafíos actualmente”, cuenta Campanini. Si los resultados son positivos, el siguiente paso podrían ser los humanos.

Bacterias resistentes nuevos antibióticos
Javier Campanini y Juan Andrades-Lagos, investigadores de la Universidad San Sebastián de Chile.Universidad San Sebastián

Está siendo un camino largo. Vásquez explica que la principal dificultad es conseguir fondos. “Para una farmacéutica, desarrollar un antibiótico nuevo tiene muchas amenazas y desventajas. Primero, porque se utiliza por un periodo muy corto, durante la infección, y después deja de usarse. Por lo tanto, su uso es intermitente y su ingreso también”, comenta el investigador. Además, si sale un antibiótico como este, no va a ser de primera línea, incluso se va a restringir para usarlo en última instancia contra bacterias resistentes y en infecciones graves. “Es mucho menos atractivo comercialmente”, dice, refiriéndose a su oportunidad frente a otros fármacos del mercado como los que existen para la diabetes, el cáncer o la presión.

Pesca de virus “buenos” en Colombia

Esa losa pesa sobre la mayoría de iniciativas que buscan soluciones a la resistencia antibacteriana. Viviana Clavijo, bióloga colombiana y gerente general de Sciphage, lo resume así: “Tener un producto bueno, que sea exitoso, salve la vida de muchas personas o impacte un problema, no es suficiente lastimosamente”. Ella es líder de esta compañía que busca combatir las bacterias con una perspectiva innovadora: los bacteriófagos.

“Son virus específicos de bacterias”, dice Clavijo. Estos virus atacan e infectan únicamente las bacterias dañinas para nosotros, como un “misil biológico dirigido”. “Son las entidades biológicas más abundantes del planeta y están en cualquier ecosistema que te puedas imaginar, incluyendo las mucosas de nuestros intestinos”, resalta. Clavijo, quien ya investigaba los bacteriófagos en la Universidad de los Andes en Bogotá, decidió crear Sciphage en 2014 para buscar aplicaciones biotecnológicas a su investigación.

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Santiago Hernández y Viviana Clavijo, director científico y gerente general de Sciphage, respectivamente, en una feria de emprendimientos en Bogotá, Colombia. Sciphage

Hoy en día, han creado tres cócteles de bacteriófagos enfocados a los animales, particularmente las aves. Uno de ellos ya está en vías de comercialización en Colombia. “Se han usado los antibióticos como promotores de crecimiento” y de manera masiva para controlar las infecciones en las granjas, lo que ha convertido a los alimentos de origen animal en una fuente importante de las bacterias resistentes . “Lograr reducir los antibióticos en ese eslabón va a impactar la salud ambiental y la salud humana”, reflexiona.

Con su equipo, “pescan” estos virus buenos con la siguiente norma: “donde está la bacteria, también está el bacteriófago”. Los encuentran, por ejemplo, en las aguas residuales de las granjas para luego examinarlos, clasificarlos y secuenciar su información genética para saber si son seguros y entender cómo se pueden usar de manera terapéutica.

Clavijo y Sciphage fueron de los primeros en la región en entrar en esta línea de investigación y tratar de llevarlo a una aplicación. “Cuando empezamos a ir a los congresos de bacteriófagos, éramos los únicos y primeros latinos”, recuerda. A día de hoy, todavía no hay ninguna terapia de bacteriófagos aprobada en el mundo para humanos. Sin embargo, una iniciativa nueva en Uruguay podría tener la brújula para cambiar esto.

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La planta de producción de bacteriófagos de Sciphage.Sciphage

Terapias a la medida en Uruguay

“A principios de 2024 recibimos la llamada de un médico”, relata Gregorio Iraola, microbiólogo, bioinformático y también CEO y cofundador de Kinzbio. “Nos dijo que tenía un paciente con una infección en los pulmones, que hace seis meses estaba en cuidados intensivos y que había tratado todas las terapias antibióticas que existen y ninguna funcionaba”. Iraola recuerda que les pidió ayuda: “Me parece que su único chance son los fagos”.

Kinzbio tambiétrabaja con estos virus buenos, pero buscando aplicarlos en humanos. Su banco de bacteriófagos se alimenta gracias a la colaboración con instituciones médicas, que les proveen las cepas que causan infecciones dentro de los hospitales y que les permite trabajar sobre las bacterias priorizadas por la OMS por ser las más dañinas y resistentes. Han logrado optimizar el proceso hasta el punto en que pueden “tener un producto basado en bacteriófagos para tratar un paciente específico en un lapso de cinco a diez días”, cuenta Iraola.

Eso es lo que sucedió este año tras el llamado del médico. “Nos pusimos en marcha y rápidamente logramos tener un producto”, recuerda el científico. “En pocos días la bacteria había desaparecido prácticamente”. Kinzbio logró este hito menos de cuatro años después de constituirse como empresa, en una carrera que desafía los tiempos dilatados y la falta de recursos que suele afectar a este tipo de investigaciones. El éxito, dice Iraola, es gracias a la calidad y experticia del equipo, pero también a un apoyo inequívoco de las instituciones públicas uruguayas.

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El equipo científico de Kinzbio, con Josefina Puig y Gregorio Iraola, cofundadores, arriba a la derecha.Kinzbio

Cuando recibieron el llamado del médico a inicios de 2024, Kinzbio acudió a las autoridades reguladoras uruguayas porque su terapia no está aprobada. El Ministerio de Salud Pública les permitió usarla con la conformidad del médico tratante y los pacientes. Este diálogo abierto es posible, en parte, gracias a la “cercanía entre los investigadores y los tomadores de decisiones” que permite un país del tamaño de Uruguay. “Decidimos redoblar la apuesta y seguir trabajando con ellos en conjunto para crear una regulación específica para bacteriófagos”, cuenta el experto. Una norma que podría ser pionera en la región y en el mundo.

El trabajo de estos científicos latinoamericanos es sin duda esperanzador. La nueva familia de antibióticos de Chile parece no generar una resistencia rápida en las bacterias. Los bacteriófagos, por su parte, son tan abundantes que, en caso de que las bacterias evolucionen para resistirlos, los expertos creen que se podrían encontrar alternativas fáciles en otros virus buenos. Pero se necesitan recursos. “Nosotros tenemos muchas ideas”, afirma Vásquez. Su compañero, Campanini, confía en el efecto multiplicador. “Si podemos generar puntos de ignición para que Chile desarrolle nuevos tratamientos, si alguno de nuestros estudiantes nos escucha, va generando una llamita para incentivar ese desarrollo científico que es vital para los países de Latinoamérica”, asegura.

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