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En colaboración conCAF

Muhamad, Silva y Bárcena: las mujeres al frente de las agendas ambientales de América Latina

Los tres países más poblados de la región, Brasil, México y Colombia, llegan a la cumbre mundial de la biodiversidad con tres ministras destacadas en una cartera que tiene cada vez más peso político

Susana Muhamad, Marina Silva y Alicia Bárcena, ministras de Medio Ambiente de Colombia, Brasil y México, respectivamente
Susana Muhamad, Marina Silva y Alicia Bárcena, ministras de Medio Ambiente de Colombia, Brasil y México, respectivamente.EL PAÍS

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La crisis ambiental que atraviesa el planeta ha colocado a los ministerios de Medio Ambiente en el centro de la agenda política. Lejos quedan los tiempos que le tocó vivir a la conservacionista Yolanda Kakabadse, que fue ministra de Ambiente de Ecuador entre 1998 y 2000, en los que era difícil que se prestara atención a los asuntos climáticos. Hoy, empujados por la urgencia de los efectos de un planeta cada vez más caliente, no hay una cumbre mundial en la que no se hable de ellos.

Ese mayor peso político de las agendas ambientales se verá en las próximas dos semanas en la conferencia mundial de biodiversidad, la COP16 que se celebra desde este lunes en Cali, Colombia, y donde representantes de más de 190 países abordarán cómo detener el declive de la diversidad biológica. Al evento asistirán más de un centenar de ministros de Ambiente y al menos una decena de jefes de Estado, entre ellos el presidente anfitrión, Gustavo Petro; el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; y la de México, Claudia Sheinbaum.

Los tres mandatarios de los países más poblados de América Latina han puesto al frente de las carteras de Medio Ambiente a tres mujeres con trayectorias destacadas y de alto perfil político que han generado una suerte de esperanza en la región. Pero la colombiana Susana Muhamad, la brasileña Marina Silva y la mexicana Alicia Bárcena tienen ante sí un gran reto: que la voluntad política que han expresado sus Gobiernos por poner la crisis climática en el centro se traduzca en presupuestos que les den margen de maniobra en la búsqueda de soluciones.

Susana Muhamad: la anfitriona que pone la paz con la naturaleza en el centro

María Susana Muhamad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, en San José del Guaviare, en septiembre de 2024.
María Susana Muhamad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, en San José del Guaviare, en septiembre de 2024.ANDRÉS GALEANO

La más joven de las tres es Susana Muhamad (Bogotá, 47 años), que ejercerá de presidenta de la COP16 de Cali, bajo el lema Hacer la paz con la naturaleza, muy oportuno para un país que busca dejar atrás un conflicto armado de más de medio siglo. De abuelo palestino, esta politóloga de la Universidad de Los Andes, con una maestría en Desarrollo Sostenible de la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica, brilla con luz propia en el Gobierno de Petro ante el insistente llamado del primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea para atajar con un sentido de urgencia la crisis climática que enfrenta el planeta. Muhamad es una de las personas del gabinete que mejor conoce al presidente, ya que fue secretaria de Ambiente cuando Petro era alcalde de Bogotá, entre 2012 y 2015, como Sheinbaum lo fue en Ciudad de México en su día.

La intensa agenda de Muhamad combina los compromisos internacionales de la diplomacia ambiental, que la han llevado en las últimas semanas a Río de Janeiro, Londres o Nueva York, con los preparativos de la COP y su presencia en lugares remotos de Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo, bañado por dos océanos, atravesado por tres cordilleras, con la mitad de su territorio tapizado por bosques y una porción considerable de la selva amazónica. La ministra se apuntó un logro histórico con las cifras anuales de deforestación más bajas desde que hay registro, menos de 80.000 hectáreas en 2023. Sin embargo, ella es la primera en advertir que grupos armados y terratenientes amenazan la posibilidad de sostener ese hito en 2024. Es la funcionaria que lidera la política de Estado para los extensos departamentos amazónicos, el 42% del territorio colombiano.

“Susana Muhamad ha demostrado ser una persona muy competente. Yo creo que la más competente que tiene Petro en su gabinete”, valora Manuel Rodríguez Becerra, el primer ministro de Ambiente de Colombia, una cartera que se creó en la Constitución de 1991. El reconocido académico y ambientalista, que también conoce personalmente a Alicia Bárcena y Marina Silva, corrobora que es un cargo que ha ganado peso, en el país y en la región. “Son tres mujeres fuertes, que saben mucho y que tienen carisma”, afirma.

La propia ministra Muhamad reconoce cómo ha subido el perfil de la agenda climática en los últimos años: “Se ha vuelto una de las más importantes desde el punto de vista geopolítico; seas muy progresista en tu posición o no, no puedes dejar de estar en el debate, porque toca absolutamente la fibra económica”, le dijo a EL PAÍS durante un reciente viaje a San José del Guaviare, la puerta de entrada a la Amazonia colombiana. En el caso de Petro, explica, la principal agenda internacional es el cambio climático junto a los asuntos relacionados con la paz.

Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), coincide en que el fenómeno del redoblado peso político de las ministras de Ambiente está asociado a la crisis climática. “Es tan grande y tan impactante lo que está sucediendo en términos del clima, las implicaciones de las decisiones políticas y económicas que tienen que ver con la mitigación y la adaptación, que los movimientos políticos han entendido y percibido que ahí hay un capital enorme”, señala. “Es un tema muy técnico, que bien abordado genera una muy buena percepción”, añade al advertir que hay un cambio generacional en marcha que deriva en una enorme sensibilidad ciudadana frente a los temas ambientales.

Marina Silva: la veterana que devuelve a Brasil a la primera línea de la lucha contra el cambio climático

Marina Silva, ministra de Medio Ambiente de Brasil, durante una entrevista en Brasilia, en enero de 2023.
Marina Silva, ministra de Medio Ambiente de Brasil, durante una entrevista en Brasilia, en enero de 2023. Matheus Alves

Nadie personifica mejor que Marina Silva (Río Branco, 66 años) la lucha de Brasil para proteger el medioambiente, preservar la Amazonia y combatir a los que la explotan ilegalmente. Sin duda, ese factor influyó para que Luiz Inácio Lula da Silva volviera a apostar por ella como ministra de Medio Ambiente (y ahora también de Cambio Climático) cuando en 2023 emprendió su tercer mandato presidencial. La ministra Silva puede presumir de que en su primera etapa ministerial (2003-2008) su patria destacó en el panorama internacional como el alumno aventajado en cuestiones ecológicas. Esa imagen de mujer frágil y austera puede llevar a engaño; es una veterana y hábil política con la piel muy dura, fruto de su historia personal. Nacida en una plantación de caucho en Acre, fue analfabeta hasta la adolescencia y se curtió como activista de la mano del mítico Chico Mendes.

La ministra Silva y el presidente Lula protagonizaron el triunfal regreso de Brasil a la primera línea de la lucha planetaria contra el cambio climático después de cuatro años de retroceso con Jair Bolsonaro en la Presidencia. Con el dúo, la comunidad internacional volvía a tener socios con los que cooperar en el país que alberga el 60% de la Amazonia y juega un papel central en los esfuerzos para frenar el cambio climático. Pronto, ese nuevo impulso fue reconocido con la elección de la ciudad de Belém como sede de la COP30 el año que viene. Por primera vez la ONU celebrará la cumbre climática en la Amazonia.

Para regresar al Gobierno, la ministra exigió que la cuestión medioambiental vertebrara la acción de todo el Gabinete. Lula prometió que así sería. Pero la reciente crisis de incendios en Brasil, agravada por una sequía histórica y con más focos que la de 2019, que causó una polémica mundial, ha puesto en evidencia la falta de preparación de las autoridades, incluido el Gobierno federal. Los instrumentos para disuadir a los pirómanos resultan tan escasos como los brigadistas desplegados para apagar las llamas. Los fuegos también han dado argumentos a los que acusan al presidente Lula de abanderar un ambicioso discurso en sus visitas al extranjero mientras en casa no pone tanto empeño en hacer los deberes.

Las discrepancias que llevaron en 2008 a la ruptura entre la ministra Silva y el presidente Lula han vuelto a aflorar. Ese año ella dio un portazo y dimitió del Gobierno en protesta por la construcción en la Amazonia de una central hidroeléctrica, llamada Belo Monte. Para los ambientalistas, el Gobierno no avanza con paso firme ni en línea recta.

Suely Araújo, coordinadora de políticas públicas del Observatório do Clima, que reúne a unas 120 ONGs, sostiene que “la ministra Marina Silva ha mostrado compromiso con la reconstrucción de la política ambiental y climática [tras Bolsonaro], así como coherencia en sus posiciones”. En estos dos años de mandato, “ha tenido menos poder de decisión y menos recursos de los que debería tener, pero sigue fuerte”, añade. Esta especialista, que dirigió de 2016 a 2018 el Ibama (la agencia gubernamental de protección ambiental), hace una clara distinción entre la ministra y el Gobierno. Recuerda que “la ministra ha exigido, con razón, una mirada cautelosa a dos casos: la propuesta de intensificar la producción de petróleo y la que contempla asfaltar la BR-319 sin garantía de que la deforestación sea controlada”. En opinión de la representante del Observatório do Clima , Silva “aporta legitimidad al Gobierno y permanecerá en el cargo”.

Alicia Bárcena: una diplomática para reconstruir la Secretaría de Medio Ambiente mexicana

Alicia Bárcena, secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, en mayo de 2024.
Alicia Bárcena, secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, en mayo de 2024.Gladys Serrano

Alicia Bárcena (Ciudad de México, 72 años) ha vuelto a casa. La diplomática mexicana, que fue secretaria general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y mano derecha de dos secretarios de la ONU, es la nueva titular de Medio Ambiente de México. Bióloga de profesión, después de 40 años de carrera imparable, Bárcena se ha incorporado hace un par de semanas a una dependencia históricamente relegada. Tendrá seis años para construir la estrategia medioambiental de México, donde la mayoría de los órganos especializados están asfixiados y sin presupuesto, mientras el país, el quinto más megadiverso del mundo, aguanta la sacudida de las amenazas climáticas. El reto por delante, dicen los expertos y la propia Bárcena, es urgente.

Los datos en México no mienten: su territorio alberga el 12% de la biodiversidad planetaria. También es el cuarto Estado más vulnerable a los efectos del cambio climático, según el World Risk Index. Sube al segundo puesto en cuanto a exposición a sufrir desastres por su geografía —más de 11.000 kilómetros de costa— y por su profunda desigualdad. De los 2.456 municipios que hay en el país, el 56% está en la categoría de riesgo alto de desastres, y la mayoría de los afectados constantes tanto por los huracanes como la sequía son las comunidades de menos recursos. Así lo recordó Alicia Bárcena en su discurso de bienvenida: “El desarrollo y el bienestar del pueblo sólo puede fortalecerse con el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales”.

Cuando la nombró Claudia Sheinbaum salieron los científicos, las organizaciones, los activistas, a aplaudir su llegada. “Es la mejor noticia que le podía pasar a la Secretaría de Medio Ambiente”, apunta Leticia Merino, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinadora de la Agenda Socioambiental 2024. “Es una mujer brillante, con una larga trayectoria diplomática, también en medio ambiente, sobre todo en arenas internacionales”.

Bárcena fue la primera subsecretaria de Ecología de México en 1982. “Yo creo que había gente que no sabía ni qué quería decir la ecología, la verdad. ‘Ecolo qué’, me decían. De ese tamaño. No sabían que era la mariposa Monarca, o sea, estoy hablando de la prehistoria”, contó la nueva secretaria. Después, coordinó temas de océanos para cumbres internacionales, fundó el Consejo de la Tierra o dirigió la división de medio ambiente de la ONU. Como cabeza de la Cepal, se centró en incluir la igualdad como principio rector del desarrollo e impulsar la implementación de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Es, junto con Rosario Green, la mexicana que ha ocupado los cargos más altos dentro de Naciones Unidas. Su último tramo antes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) fue Exteriores, donde fue la canciller desde 2023.

“Tiene una gran fuerza política”, resume la académica Leticia Merino. “No creo que Bárcena aceptara las condiciones en las que ha estado la Semarnat . Este es uno de sus últimos retos. Si acepta el cargo es porque cree que puede hacer algo”. La Secretaría va a trabajar en un país donde el 70% de sus ríos están contaminados, los incendios arrasaron más de un millón de hectáreas en 2023 y el crimen organizado controla la mayoría de los bosques del país. Y lo va a hacer con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional Forestal o la de Áreas Naturales Protegidas tan asfixiadas que prácticamente no pueden operar. Es ahí donde el peso político de Bárcena y el interés de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, pueden marcar la diferencia con el pasado sexenio.

La COP16 va a ser para la secretaria la primera cita internacional en la que presentar la nueva estrategia ambiental de México. Centrada en la conservación, Bárcena pretende conseguir para el 2030 que el 30% del territorio terrestre y marino del país esté protegido como área natural, como estipula el Marco Kunming-Montreal, cuyos progresos se medirán estos días en la cumbre de Cali. Allí, explican fuentes de la Semarnat, la secretaria aprovechará para empujar el tema del financiamiento, la actualización del mecanismo que se negoció con empresas privadas y Gobiernos, y también para presionar junto a Colombia y Brasil en incluir la participación de comunidades indígenas y pueblos afrodescendientes en la toma de decisiones ambientales.

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