El hallazgo de una tumba prehispánica revela el manejo de los ecosistemas de la cultura chancay
Un fardo funerario encontrado en una ciudad al norte de Lima ayuda a entender la forma de vida que se desarrolló en esta zona de Perú entre el año 1000 y 1470
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“Manejaban seis ecosistemas”, dice con determinación y entusiasmo Pieter D. Van Dalen Luna, doctor en arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua del Perú y América, en medio del sitio arqueológico denominado Macatón, ubicado cerca de la ciudad de chancay (a unos 70 kilómetros al norte de Lima). Al frente de un equipo de 50 jóvenes arqueólogos y estudiantes, el científico acaba de descubrir hace unas pocas semanas un fardo funerario de por lo menos 1200 años de antigüedad que aún no ha sido abierto totalmente, pero en cuyo entorno hay un vetusto remo de madera. Está en el fondo de un pozo polvoriento de unos siete metros de profundidad, al lado derecho del personaje enfardado.
Al lado izquierdo, se ve una suerte de cetro de madera que indicaría la relevancia de tal personaje, quien sería una suerte jerarca de la cultura Chancay, una formación político-social que se desarrolló entre el año 1000 y el 1470, cuando fue anexada al Tahuantinsuyo, el territorio gobernado por el imperio de los ncas. En este pequeño recinto, huele a historia.
Los seis ecosistemas a los que se refiere Van Dalen son la línea costera y el litoral, los valles aledaños, las lomas (cerros que entre mayo y septiembre se llenan de vegetación por la humedad), pampas desérticas (pero donde antes hubo árboles y animales), las quebradas (hay cerca de 40 en la zona) y los cerros. Toda una complejidad que se manejaba con destreza.
“Pensaban en la supervivencia de las especies [de plantas y animales] que allí habitaban y no las depredaban a largo plazo”, apunta el jefe de un equipo de 40 personas, entre arqueólogos y estudiantes, que desde la segunda mitad de 2022 está explorando la zona. “Las llamas sacrificadas en un entierro, por ejemplo -continúa el especialista-, son individuos adultos”.
Lo mismo ocurre cuando se observan motivos de animales en la iconografía Chancay: nunca son de ejemplares juveniles sino, más bien, de edad media adulta, como insiste Van Dalen. “No mataban crías”, agrega. Esta práctica y otras revelan que, siglos atrás, en este lugar había cierta racionalidad sostenible y prevención, no un ánimo de depredar sin control como ocurre hoy.
De hecho, como si el destino y los rastros históricos se confabularan, el hallazgo de este jerarca chancay ha coincidido con un accidente provocado por el Megapuerto de Chancay, un faraónico proyecto portuario, en Peralvillo, una localidad vecina. Por motivos aún desconocidos, el 16 de mayo pasado una parte de este pueblo se hundió debido a la construcción de un túnel de la obra.
Algo así, salvando los tiempos y las tecnologías, no hubiera ocurrido en la época prehispánica, cuando el manejo del entorno era más inteligente. En su libro Los ecosistemas arqueológicos en la cuenca baja del río Chancay-Huaral, Van Dalen explica en detalle cómo en estos territorios, hoy tomados por asentamientos humanos de manera algo desatada, había otra racionalidad.
El mar, uno de los ecosistemas principales para la cultura chancay, era aprovechado con cierta habilidad para que los recursos no se agoten, al menos no rápidamente. En las excavaciones hechas en Macatón, que es en rigor un cementerio prehispánico, se ha encontrado en algunos ajuares funerarios restos de peces pequeños.
Serían ejemplares de anchoveta (Engraulis ringens), una de las riquezas del mar peruano, lo que sugiere que se consumían varias especies de la cadena trófica, no únicamente a las más grandes y codiciadas, como ocurre en la actualidad. Según refiere Van Dalen apoyándose en estudios de la historiadora peruana María Rostorowski, había varias aldeas de pescadores en la zona.
Y tan diestros eran estos hombres de mar que, durante el período que formaron parte del Tahuantinsuyo abastecieron al imperio ncaico de peces y mariscos, los cuales capturaban con redes, arpones y posiblemente con anzuelos. Otra especie que cazaban era el lobo de mar, que en el idioma quechua hablado por los pobladores de la cultura chancay se le llamaba thome.
Se aprovechaba su piel, su carne y su aceite, y se le capturaba solo cuando salía del mar a la playa. Cuando se cazaba aves o mamíferos en los valles, las lomas o los humedales, también se preferían ejemplares de mediana o avanzada edad, para que no se agoten las especies. “Había una conciencia del cuidado y preservación de las especies”, enfatiza Pieter al lado de la tumba.
Estas prácticas fueron decayendo cuando llegaron los conquistadores y se produjo un quiebre cultural que hasta ahora tiene consecuencias, y del cual la expansión desordenada de las poblaciones y la frontera agrícola on un testimonio. El conquistador Hernando Pizarro y 23 personas más fueron los primeros españoles en llegar a la zona de Chancay.
Aparte de las furiosas epidemias de 1556, 1558 y 1585, que diezmaron a la población, y de los maltratos de los encomenderos —tal como señala Van Dalen en su libro—, fueron creados pueblos con otra lógica de manejo de los ecosistemas. Era previsible que algunas prácticas se perdieran, aun cuando durante la época colonial los chancay seguían abasteciendo a la población.
Uno de los ecosistemas que más sufrió el impacto sociocultural de la conquista, y sobre todo de la propia República, fue el de los humedales, donde los pescadores prehispánicos también faenaban, para capturar lisas (Mugil cephalus). El agotamiento de los acuíferos por el uso excesivo del agua del subsuelo ocasionó que estas aguas de afloramiento casi colapsaran.
En el vecino pueblo de Boza, donde hasta hace pocos años había un balneario de aguas medicinales, los humedales se redujeron 10 veces en relación con la época prehispánica y colonial. Asimismo, las numerosas lomas que hay en los valles se han encogido por acción del avance urbano y agrícola. Antes, por todas esas lomas abundaban venados, vizcachas, zorros o perdices.
En algunos medios han bautizado al personaje enterrado hallado ‘El Señor del Mar’, por el remo encontrado y porque se presume que la población se abastecía de recursos pesqueros en especial. Pero quizás ese jerarca era uno de los líderes de una cultura que gobernaba, con mucha más visión que hoy, varios ecosistemas que hoy se agotan sin piedad.
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