Juan Camilo Cárdenas, el economista que se ha convertido en una brújula para enfrentar desafíos sociales y medioambientales
Referente mundial en crisis climática y cooperación en el ámbito comunitario, hace parte de la Comisión de la Tierra, un selecto grupo interdisciplinario internacional que analiza posibles modelos de desarrollo sostenible y justo
Juan Camilo Cárdenas (Bogotá, 59 años) lleva décadas investigando a las comunidades locales en Colombia y el mundo que han logrado organizarse y crear instituciones colectivas eficientes, justas y sostenibles. Hoy, ese profundo conocimiento sobre lo que incentiva o afecta la cooperación en los territorios y sobre cómo lograr un manejo sostenible de los recursos naturales en el ámbito local es su punto de partida para explorar cómo enfrentar la crisis climática global.
“Me tocó saltar de lo local a lo global: ya no es suficiente que una comunidad de una isla caribeña logre manejar eficientemente sus recursos naturales porque, por ejemplo, un evento externo como un huracán puede destruir la isla”, dice Cárdenas, refiriéndose a la necesidad de que haya estrategia conjunta en el mundo para aliviar los impactos del cambio climático.
Desde comienzos de 2024, este profesor de Economía de la Universidad de los Andes, hace parte de la Comisión de la Tierra. Se trata de un selecto grupo interdisciplinario de expertos del mundo que, tras haber calculado los límites de los recursos naturales del planeta, está analizando posibles modelos de desarrollo que protejan la naturaleza y, a la vez, extiendan el alcance de la justicia social y medioambiental. A mediados de octubre regresó de Estocolmo tras haber participado, con otros 22 comisionados, en la plenaria del componente de Justicia, Gobernanza y Economía Política, al cual pertenece.
Sus investigaciones lo han convertido en un referente nacional e internacional en temas de cooperación y crisis climática. Además de ser comisionado, profesor y ponente invitado a eventos de gran relevancia, como la COP16 o la presentación del informe ‘Planeta vivo’, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), dirige el Centro de Objetivos de Desarrollo para América Latina y el Caribe, en el que investiga cómo van los países de la región en el cumplimiento de sus metas.
Cárdenas se apasionó por los temas ambientales y de desarrollo rural mientras terminaba de estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Javeriana, en Bogotá. La compleja realidad política del país a finales de los ochenta, lo sacudió y le dio un giro a su vida. Tras graduarse de la universidad rechazó una oferta de trabajo en una empresa y, con el apoyo de su esposa, aceptó (por un salario mínimo) un trabajo de investigación en la Javeriana sobre la relación económica y ecológica de las comunidades y su entorno en inmediaciones del Parque Nacional El Cocuy, en Boyacá. “Hacíamos talleres con los campesinos; era un trabajo muy participativo”, recuerda.
Esa experiencia lo llevó a entender que “en los entornos rurales no se puede pensar en el bienestar de las personas sin tener en cuenta el medioambiente”, y viceversa. También a querer armarse de un robusto marco teórico para comprender en profundidad lo comunitario. Interrumpió su trabajo en la Javeriana –en la que colaboraba con pioneros ambientalistas como Brigitte Baptiste y Juan Pablo Ruiz, y participaba en la gestación de la innovadora Facultad de Estudios Ambientales y Rurales– y viajó a Boston, Estados Unidos, para hacer un doctorado en Economía Ambiental en la Universidad de Massachusetts.
Allí descubrió la teoría de Elinor Ostrom, la primera mujer en ganar el Nobel de Economía, y quien demostró que las comunidades locales consiguen organizarse de manera eficiente y hacer un uso sostenible de los recursos. “Al leerla dije: ‘ella sí entiende lo que quiero armar en mi cabeza’. Para mí, la comunidad era fundamental porque veía su importancia en el trabajo de campo”, cuenta.
Con el apoyo de su director de tesis, pudo almorzar con Ostrom y contarle de su investigación. A diferencia de lo que solían hacer los economistas experimentales, quienes trabajaban sus teorías con estudiantes universitarios para ver qué decisiones tomarían en determinadas situaciones, Cárdenas quiso hacerlo in situ.
“Qué iban a saber los estudiantes cómo era vivir en un páramo o cuidar una cuenca. Por eso, me surgió la idea de hacer los juegos en campo para mirar en qué condiciones pueden cooperar las comunidades reales que comparten recursos”, dice. Ostrom terminó invitándolo a hacer su posdoctorado con ella en la Universidad de Indiana.
Juntos estuvieron desarrollando ideas y publicando artículos sobre cuáles son los determinantes para que pueda darse la cooperación, entre otros temas. Al cabo de un año decidió regresar al país. “Me advirtieron que podía perder la oportunidad de entrar en las ligas mayores, pero con mi esposa queríamos que nuestros hijos crecieran en Colombia, y a mí me parecía que aquí también había unas ligas locales con las que había que trabajar”.
Es optimista, a pesar de comprender –como pocos– los actuales desafíos planetarios. Sabe que en el ámbito global las soluciones no deben imponerse, sino construirse conjuntamente. “La cooperación a esa escala es difícil, pero no imposible. Hay buenas evidencias de exitosos cambios planetarios, como el Protocolo de Montreal, que logró frenar la pérdida de la capa de ozono”, afirma. La clave está, en parte, en lograr incentivar un sentido de pertenencia al planeta. Por ello, le gusta el concepto de que todos somos ‘custodios de la Tierra’.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.
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