Mábel Lara: “El pelo libre es la metáfora de una sociedad que se atreve a reconocerse”
La periodista y secretaria de Desarrollo Económico de la Alcaldía de Cali lanza su libro ‘Pelo libre, alma libre’


Es una mañana soleada en las orillas del río Cali, con el canto de los pájaros como banda sonora. La secretaria de Desarrollo Económico y Turismo de la ciudad, Mábel Lara (Puerto Tejada, Cauca, 45 años), un rostro muy conocido en los hogares colombianos por su trayectoria periodística, llega muy puntual al encuentro sobre uno de los puentes que conectan la Alcaldía con el Boulevard del río, ocupado este viernes por las carpas de la Feria Internacional del Libro. Allí presentó su libro Pelo libre, Alma libre (Planeta), en el que cuenta, entre otras, la pequeña revolución que provocó en 2018 cuando decidió presentar las noticias con su pelo natural, tras habérselo alisado durante años para salir ante las cámaras. Desde entonces, hizo una maestría en Ciencia Política y otra en gobernanza en Georgetown, en Washington, antes de lanzarse a la política con una fallida candidatura al Senado de la República.
“El pelo negro, afro, es entonces mucho más que solo pelo. Es una experiencia de vida, es una manera de asumirse en el mundo y como sucede con el cuerpo de las mujeres, es un escenario de batalla, de lucha ideológica, cultural, ancestral”, escribe en el libro. “Es un símbolo de resistencia, una bandera de identidad cultural y un espacio de tensión continuo. Cada rizo y cada trenza cuentan historias de represión y liberación, historias de cómo las mujeres negras han desafiado los cánones de belleza impuestos y han reivindicado su propia identidad, conectándose con sus raíces y con una herencia rica que trasciende generaciones”.
Pregunta. ¿Cómo es Puerto Tejada?
Respuesta. Es el inicio de esta historia, que rinde homenaje a mis abuelos cacaoteros y al modelo de la hacienda campesina nortecaucana. Puerto Tejada fue el pueblo que se creó para meter en cintura a los negros libertos, que luego de la esclavización decidieron hacer una vida, organizar en un centro político y administrativo lo que venía pasando en esta región. El cacao fue tan importante que hace 100 años cotizaba en bolsa, en Londres. Era una región pujante, a donde llegaron indostanes, como los llamaban los abuelos; personas de la India, árabes… Nosotros, familias liberales cacaoteras del norte del Cauca, creímos en la educación, en las libertades individuales y en la movilidad social como un camino de dignidad.

P. ¿Qué le impresionó tanto del Festival Petronio Álvarez, al que le debe su llegada a la televisión regional hace más de 20 años?
R. Todo. Soy negra de orígenes campesinos, como la gente de los Andes, del norte del Cauca. El Petronio fue el contacto con el litoral Pacífico, la explosión de mi mente viendo gente que era como yo, pero que tenía otras reflexiones sobre la vida, que tenía narraciones y argumentaciones orales que yo no había escuchado, porque lo mío eran los negros macheteros, los violines destemplados. Encontré la marimba, el piano de la selva, matronas… fue redescubrirme. La identidad afro no nace con nosotros, no es un tema de pigmentación, no te sientes afro por ser negro. Te descubres. Y mi primer descubrimiento fue el Petronio, que al final me parió a la vida pública. Fue como la llegada de unos espíritus mágicos a mi existencia, que me transformaron de fondo y para siempre. Gracias al Petronio aparecí en los medios de comunicación y empecé una carrera inimaginable.
P. Relata un ambiente relativamente hostil cuando llegó a la televisión nacional. Nunca agachó la cabeza…
R. No sé si lo hice, o era tan terca y determinada que sabía que mi propósito era superior. Fue muy duro, pero nunca me victimicé. Por primera vez lo cuento en este libro, porque creo que es importante hacer una reflexión sobre la estrechez de los medios de comunicación, que al final son forjadores de identidad nacional ¿Que tan limitado es este espejo de los medios? Creemos que con sólo vincular a una mujer afro ya somos incluyentes, cuando tiene de fondo una conversación mucho más poderosa sobre la realidad de un país que tiene que narrarse desde su diversidad.
P. Usted provocó una pequeña revolución cuando presentó noticias con su pelo natural en 2018, después de un amago durante el Mundial de Brasil de 2014. ¿Por qué considera esa una decisión política?
R. Porque el pelo libre es la metáfora de una sociedad que se atreve a reconocerse. Era una decisión que pasaba por decirles que esa mujer, que han aprendido a respetar y a valorar desde su oficio periodístico, quiere contarles las historias de miles de mujeres como ella. Desde ahí, la decisión misma de no alisar mi pelo, de no acceder a esos espacios de complacencia para pertenecer, tiene un carácter político, un trasfondo. Mi pelo cuenta una historia, mi color de piel cuenta una historia. Para mí era muy importante esa mini revolución, que no empecé yo sino las niñas en el Pacífico, en el Caribe, y a la que quería darle un impulso.
P. También es recordada una conversación suya en el Hay Festival con la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie y la académica Aurora Vergara –luego ministra de Educación–, en el barrio Nelson Mandela de Cartagena. ¿Por qué ha sido tan importante reivindicar los crespos, los turbantes y las trenzas para las mujeres negras?
R. Para nosotras lo íntimo es político. Hay una liberación individual, pero también movemos las fronteras del pensamiento y nos hacemos comunidad frente al peso social que hay sobre el cuerpo de las mujeres. Y sobre el de las mujeres racializadas hay un doble peso, que pasa por la imposibilidad de reconocernos, por quemar nuestras cabezas con productos de alisadoras, que generan problemas físicos. Con tal de pertenecer, accedemos. No hay nada más libre que sentir tu pelo, que expresarte como quieres, que sentir que tienes una voz.
P. ¿Qué lecciones le dejó la fallida candidatura al Senado como cabeza de lista del Nuevo Liberalismo?
R. Coherencia. No he regresado a los medios por ser coherente. Pasar del periodismo al servicio público no fue un salto, fue una continuidad. Yo no abandoné el periodismo: llevé sus valores a la gestión. Me deja lecciones como la importancia de la democracia liberal, de seguir soñando que es posible. Para mí sigue siendo una apuesta de vida. Mi historia está atravesada por el liberalismo, como corriente política, y como tradición familiar y espiritual. No es un eslogan electoral: es mi convicción profunda de que un país solo prospera cuando cada ciudadano puede ser quien es, sin temor ni barreras.

P. “Me cansé de quejarme y ser parte del problema; ahora sueño con ser parte de la solución”, escribe en el libro. Ha sido negociadora con el ELN, una jugadora en las elecciones locales y hoy es secretaria de Desarrollo Económico. ¿Ya se considera una política?
R. No, yo sigo siendo una outsider, los políticos nunca me van a ver como una de ellos. Sin embargo, sí soy una voz política, mi existencia es política. No voy a tener una vida insulsa, a donde llegue quiero transformar, así sea mi pequeño mundito.
P. Vivió la enorme cumbre de biodiversidad de la ONU como secretaria de Turismo de Cali. ¿Cuál es ese legado de la COP16 para la ciudad?
R. Cali ama a su salsa, es una ciudad popular y populosa, pero no puede contarse solo desde la salsa. Ahora tiene una nueva narrativa que habla de la luz del día, no solo de su maravillosa noche. Está anclada en el Chocó biogeográfico, puerta de entrada al Pacífico colombiano. La COP16 es un punto de inflexión que recuerda que esta es una ciudad vibrante, diversa, verde, que tiene 562 especies de aves o el Parque Nacional Los Farallones.
P. ¿Colombia sigue siendo un país racista?
R. Hiperracista, mojigato, y se molestan cuando uno lo dice. ¿Dónde está la mayor pobreza, la mayor desigualdad, la mayor inequidad? Sin embargo, hemos avanzado frente a otros países de América Latina, sido gracias a los liderazgos de las primeras veces, de gente pujante que se abre camino. Claro que es un país racista, machista, clasista, un poco pacato. Por eso, cuando uno tiene una voz, debe decir las cosas, incomode a quien incomode.
P. ¿Qué piensa ahora cuando ve sus imágenes con el pelo liso?
R. Que era otra versión. Amo esa mujer. Sería una enorme torpeza pensar que todas las negras afrodescendientes debemos llevar el pelo crespo. La que se quiera alisar, adelante. La que se quiera poner extensiones, que se las ponga. La que se quiera dejar su pelo libre, suelto, hágalo. Decidir sobre el cuerpo es el principio de la libertad. Esta no es una invitación a que todas seamos crespas y afro, es una invitación a que seamos como se nos dé la gana de ser.
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