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Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Frivolidad y crueldad

La frivolidad y la crueldad parecen un sello de las cosas que pasan en Colombia. Casi no hay estamento que no las padezca

Turistas recorren las calles del barrio Pablo Escobar, en Medellín, en 2023.
Turistas recorren las calles del barrio Pablo Escobar, en Medellín, en 2023.Santiago Mesa

¿De qué hay que salvar a Colombia? De nuestra propia frivolidad y crueldad. ¿Qué asimila a Pablo Escobar, los falsos positivos, las FARC y el ELN, los caviares, la UNGRD, los trinos intergalácticos de Petro y la actitud actual de muchos candidatos presidenciales? Lo frívolos y crueles que son al mismo tiempo.

Pablo Escobar fue producto de la Colombia contrabandista, rebuscadora, ambiciosa y recursiva. Fue también una cúspide de crueldad, deshumanización y desproporción. Que pensara llegar a la Presidencia con Alberto Santofimio, o en cabeza propia, que se arrogara la potestad de ordenar la muerte de Luis Carlos Galán y la de miles de personas más, derribar un avión de pasajeros en el aire, poner la bomba del DAS en Paloquemao y otras más en decenas en centros comerciales, y librar una guerra absurda para doblegar a Colombia, simplemente porque podía hacerlo y nadie se lo impedía, es una mezcla de frivolidad y crueldad.

Fue a dar a su propia cárcel, a la que entró cuando quiso, en la que rumbeó, torturó y se escapó el día que quiso. Hizo fiesta de Colombia y heredó para esa mafia de narcos, que ahora son legión por todas partes, la marca de Caín, tantas veces presente en nuestra historia. Un hombre frívolo y cruel como el que más.

En segundo lugar, vienen los inenarrables e irreparables falsos positivos. Unas personas contratadas, organizadas, entrenadas y dotadas de aparatos de inteligencia y de armamento para defender a 45 millones de colombianos de las acciones crueles de 20.000 delincuentes, pertenecientes a temibles organizaciones criminales, se dieron la vuelta y, en lugar de atacar a los malos, atacaron a los buenos. Se dedicaron a asesinar a quienes habían jurado defender.

Los falsos positivos se presentaron en los frentes de batalla. Justo donde debían doblegar al enemigo, decidieron traer bajas ficticias y hacerlas pasar por bajas del enemigo, y dejar a éste último tranquilo con su control del área y sus actividades ilícitas. Sugiere esto que pudo haber un acuerdo de ambos lados, escondido tras estos crímenes. De ahí surge la pregunta: ¿Contamos de verdad con un ejército con la voluntad y la capacidad de ganar la guerra?

La frivolidad estuvo en la motivación: un sistema de premios monetarios, vacaciones, ascensos, metas de bajas en combate y competencias con otros regimientos. Es decir, por un plato de lentejas, muchos militares, de todos los rangos, dejaron de ser seres humanos y de ver a sus congéneres como seres humanos. Este hecho estremece aún más que la maldad de los malos, que también ha alcanzado bajezas bestiales. ¿Hay un punto más bajo de la historia de dolor de Colombia? Desmoraliza hasta la médula que alguien pueda alcanzar tanta crueldad, y disuelve el entendimiento que su motivo sea tal frivolidad.

El tercer representante en nuestra historia infame de frivolidad y crueldad lo tienen las FARC y el ELN. No justifico su motivación guerrillera en los años sesenta. En esa época jóvenes de la UIS y campesinos de la Colombia profunda se unieron voluntariamente a unas empresas criminales. Eso es muy diferente a lo que decidieron hacer unas décadas después: secuestrar niños y niñas de los campos más pobres y de la frontera de Colombia, esclavizarlos a permanecer en sus filas, someterlos a las prácticas de entrenamiento más desalmadas para extirpar su humanidad, darles un fusil y ponerlos a caminar por las montañas de Colombia en tareas de matar, secuestrar, asolar, extorsionar, contrabandear, chantajear, y encarcelar prisioneros por más de diez años, entre otras cosas. En las noches violaban una y otra vez a sus subalternos.

Las FARC y el ELN justifican semejante crueldad con la pomposidad de congresos guerrilleros, la grandilocuencia de comunicados, la postura de machotes en las fotos y la propuesta de reemplazar al Estado. Lo cruel y lo frívolo unido a lo desquiciado. Lo inmoral vestido de moral. La negación de la política como el estado superior de la política.

Aparece aquí la frivolidad y la crueldad de los caviares de las ciudades capitales. Desde hace 50 años convirtieron en su misión vital e histórica hacer realidad la armonía entre las élites capitalinas y las guerrillas rurales y urbanas. Si lo lograban, unirían lo que estaba desunido y desgarraba a Colombia. Iban a desandar los pasos equivocados de sus papás y sus abuelos, hincándose de rodillas en una paz a cualquier costo. El resto de los 50 millones de colombianos debíamos estar alelados y expectantes a cómo las dos élites, la del fusil y la del golf y la pluma, zanjaban sus diferencias. Si ellos encontraban un futuro conjunto, todo se arreglaba para nosotros. Claro está, el PIB y los impuestos del resto de los colombianos debían pagar la cuenta. No fue así. La crueldad siguió y la pedagogía de la frivolidad siguió también.

Al fin se llega a la crueldad del Gobierno actual. La UNGRD, en manos de un ex M-19, y con el pretexto de solucionar el problema del agua de La Guajira, se convirtió en una oportunidad oscura de comprar unos camiones y configurar un fraude. ¿La sed de los guajiros? Aún sigue ahí mientras se resuelven las investigaciones. Esa misma unidad, con la prerrogativa de contratar de inmediato para atender desastres, se volvió instrumento de transacciones políticas. Es cruel poner a los desastres al servicio de la gobernabilidad. También es frívolo.

Algo similar sucede con la salud. Deciden jugar con un sistema que da cerca de 1.000 millones de atenciones al año (!) para ensayar ideas a medio cocinar y reinstaurar un sistema público de salud que funcionó muy mal y para poca gente, hace 40 años. Son frívolos sus ideólogos y crueles sus ejecutores. Son penosas sus excusas frente al desmoronamiento del sistema y será lamentable el desenlace.

Algo similar sucede con la energía eléctrica, el gas y el petróleo. Las elucubraciones frívolas del primer mandatario, arropadas en la retórica de redimir al género humano y a todas las especies de la vida animal y vegetal, le permiten entrar con pasos de elefante en la cristalería de sistemas de oferta de energía que demandan inversiones de décadas, y toman otras más en madurar y dar rendimientos. Esa oferta es clave para 18 millones de hogares colombianos. Exponerlos a posibles racionamientos de energía e insuficiente abastecimiento de gas, y dejar sin explotar el petróleo y el gas mientras países como Noruega, China, Brasil y Argentina extraen, usan y exportan, es soberbio y frívolo. Es insensible y cruel someter a la gente a perder el acceso a salud y medicamentos, y poner en riesgo la seguridad energética.

La frivolidad y la crueldad parecen un sello de las cosas que pasan en Colombia. Casi no hay estamento que no las padezca. La propia campaña presidencial está marcada por la frivolidad. No se oye a los candidatos casi sobre ningún tema substancial. La mayoría calla sobre la debacle diplomática con Estados Unidos, la guerra en el Catatumbo, la seguridad, la salud, las transferencias territoriales, el gas, la energía, el petróleo, el déficit fiscal, la deuda pública, la vivienda, la infraestructura y la educación universitaria. Sólo quieren gobernar después de Petro. Sea lo que sea lo que él les entregue. Eso es cruel, y es frívolo.

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