Federico Gutiérrez consolida su control sobre Medellín, el bastión de la derecha colombiana
El alcalde cierra un año en el que el Concejo aprobó sus iniciativas, la élite empresarial lo aplaudió y las veedurías se debilitaron
Federico Gutiérrez parece inmune al desgaste político en Medellín, el bastión de la derecha colombiana. Al cumplirse un año de su regreso a la Alcaldía, la encuesta Invamer Poll le otorga niveles de aprobación que rondan el 77%, en una ciudad que suele rodear a sus gobernantes, pero no lo hizo con su impopular predecesor, Daniel Quintero. A Fico no le han hecho mella los problemas de largo plazo que enfrenta la segunda ciudad de Colombia y que adquirieron mayor visibilidad en 2024, como la explotación sexual de menores de edad y la creciente gentrificación por el turismo internacional. El candidato presidencial de la derecha en 2022 ha vivido todo lo contrario a un desgaste y ha consolidado su control sobre una urbe que, como él, se inclina a la oposición frente al presidente Gustavo Petro. El Concejo aprueba sus iniciativas sin sobresaltos, la élite empresarial lo celebra con efusión y las veedurías ciudadanas se debilitan.
El alcalde se ha afianzado como la némesis de Quintero, quien giró a la izquierda a la mitad de su mandato y dejó el cargo con niveles de aprobación que apenas superaban el 20%. Mientras que el exmandatario se enemistó con la élite empresarial, a la que acusó de robarse la ciudad, Gutiérrez regresó al cargo que ocupó entre 2016 y 2019 con la promesa de recuperar las alianzas público-privadas que han caracterizado a la política antioqueña desde hace décadas. Ambos dirigentes han pasado gran parte del 2024 confrontándose: se acusaron de corrupción, calumnias, infamias. Gutiérrez logró cosechar mayores frutos de esos enfrentamientos, a diferencia de cuando intentó una estrategia similar en las elecciones nacionales de 2022 frente al actual presidente.
Max Yuri Gil, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, señala por teléfono que Gutiérrez encaja bien con un electorado que históricamente se ha inclinado más hacia la derecha y con los grupos empresariales que se benefician de contratos con el Distrito. Considera que “le da gobernabilidad a las élites políticas y económicas” y que eso ha posibilitado que la ciudad recupere cierta tranquilidad en su debate público. “Fico no es un gran estadista ni deslumbra con su proyecto político: no hay grandes cosas que destacar de su primera Alcaldía y su primer año de la segunda. Pero ha recuperado la confianza ciudadana luego de años de polarización”, valora, al tiempo que reconoce mejoras en el mantenimiento de calles y parques.
Los indicadores, además, muestran algunos logros significativos. La tasa de homicidios que reporta la Alcaldía sigue en descenso: ronda los 11,5 por cada 100.00 habitantes, frente a unos 14 en 2023 y 26 en 2018. El desempleo ha caído de 8,1% en 2023 a 6,8% en 2024 —la media nacional es de 8,2%—, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Ambos logros consolidan tendencias en las que Medellín lleva varios años y contrastan con los ochenta y noventa, cuando la capital antioqueña era una de las ciudades más violentas del mundo y sobresalía por una tasa de desempleo más alta que el resto del país.
Hay, sin embargo, matices. Yuri cree que la reducción en los homicidios tiene más que ver con una decisión de las bandas criminales que con las políticas de los alcaldes, una realidad que se repite en Medellín de forma cíclica. “Han entendido que ya no estamos en la época de Pablo Escobar y que no tiene sentido hacer un uso tan público de la violencia homicida. Han ordenado cesar los ajustes de cuentas sin dejar el negocio de las extorsiones y el microtráfico”, afirma. La Alcaldía, para el académico, no tiene margen de maniobra y por eso las incautaciones de droga y las judicializaciones de cabecillas son radicalmente bajas. “Fico dice muchas cosas para la galería, pero los resultados operacionales son casi nulos. Al que se mete a combatir a la mafia de verdad, lo tumban las estadísticas de homicidios [que aumentarían]”, explica.
Algo similar ocurre con la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes. A principios de año, cuando se visibilizaron varios casos mediáticos que involucraban a explotadores extranjeros, Gutiérrez estableció un toque de queda localizado para menores de edad. “No podemos seguir siendo indiferentes. Un solo niño explotado, una sola niña explotada es demasiado. Es una tristeza lo que ocurre. Ya no más, ya no más”, exclamó el mandatario. Después, en abril, prohibió la oferta de prostitución en algunas zonas. Fueron medidas inmediatas y vistosas, propias de un hombre de acción al que le gusta que lo reconozcan como el sheriff. No obstante, hay dudas sobre su efectividad: varios expertos señalaron en octubre a este periódico que los explotadores encuentran formas para evadir las restricciones y que las acciones están lejos de enfrentar la complejidad del problema, arraigado en condiciones de pobreza y exclusión.
La debilidad de la oposición
Óscar Calvo, decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional sede Medellín, no tiene dudas de que 2024 fue un año exitoso desde la perspectiva del alcalde. “Hay una reunificación del grupo de poder, quizá por una coyuntura nacional [de oposición a Petro] que ha permitido que esa unión se dé y se fortalezca”, afirma por teléfono. El Concejo le ha aprobado sin sobresaltos el Plan de Desarrollo y la venta de acciones de la empresa de telecomunicaciones Tigo-UNE. El mandatario tiene el apoyo del uribismo y de sectores empresariales que han sido distantes a esa derecha dura, como el Grupo Sura.
“Es un unanimismo atronador que también incluye a los medios de comunicación. Casi toda la información producida en Medellín es publicitaria de Gutiérrez. Hay pocas oportunidades y pocos medios para saber y debatir cuáles son los problemas de la ciudad”, enfatiza el académico. Para Calvo, la reducción de la polarización y un mayor orden son resultados positivos, pero preocupa la falta de opiniones más diversas en el debate público. “La pregunta es si esto está bien para la democracia, si la cultura o la academia tienen que estar pendientes de lo que diga el alcalde o del financiamiento que pueda dar”, comenta.
La articulación entre Gutiérrez y estas élites fue evidente durante un foro que se organizó en agosto para recibir a Vicky Dávila, quien dirigía la revista Semana y todavía no se había lanzado como precandidata presidencial. La comunicadora llamó a la resistencia contra el Gobierno Petro y dialogó con el alcalde en una entrevista en la que ambos exhibieron su buena sintonía. Lo llamativo fue que un evento con tintes de precampaña se llevó a cabo en la Universidad EAFIT y contó con recursos de la caja de compensación Comfama, las Empresas Públicas de Medellín, el Área Metropolitana y la Alcaldía de Gutiérrez.
El financiamiento del foro no produjo un pronunciamiento de Todos por Medellín, la veeduría financiada por empresarios que fue clave en denunciar la corrupción de la Alcaldía de Quintero. Después, las tensiones internas de la organización quedaron al descubierto: dos directivos renunciaron en protesta por la decisión de no pronunciarse sobre el evento. Uno de ellos se refirió explícitamente “al pobre control a la gestión de Federico [Gutiérrez]”. La veeduría asegura que mantiene su imparcialidad, pero tanto Yuri como Calvo creen que su financiamiento por parte del sector de la derecha condiciona el tenor de sus críticas. “Era evidente que se iba a caer cuando un miembro de la élite llegara a la Alcaldía”, apunta Yuri.
La proyección nacional
Petro ha elegido a Gutiérrez como uno de los rivales para confrontar en X. Lo ha señalado, por ejemplo, de discriminar a unos habitantes de calle denunciados por actos de violencia y ha cuestionado que Medellín invierta en un alumbrado navideño mientras la Universidad de Antioquia enfrenta una crisis de financiamiento. Gutiérrez ha aprovechado esas oportunidades para aumentar su visibilidad como líder opositor. “Tenemos un presidente que, en vez de ayudar, estorba”, respondió en el primer caso. “Presidente Petro, buenas tardes. Qué bueno que se acordó de Medellín (...). No intente crear un nuevo relato a punta de mentiras, como es su costumbre”, dijo en el segundo.
El alcalde asegura que terminará su mandato en Medellín. “No seré candidato presidencial en el 2026”, ha dicho hasta el hartazgo. Sin embargo, la pregunta se repite una y otra vez. Yuri evalúa que el mandatario “no descarta ser candidato presidencial”, a espera de lo que suceda con Dávila y con los empresarios que simpatizan con ambos. Algo similar considera Calvo, que señala que “es de manual” que un político niegue aspiraciones presidenciales cuando está ocupando otro cargo. Su posible aspiración, de hecho, implicaría renunciar a la Alcaldía de Medellín a mitad de mandato, algo que pondría en riesgo su popularidad. “Sería, de todos modos, muy lesivo para su carrera política dejar Antioquia y moverse a lo nacional. Ya tuvo una derrota muy dolorosa en 2022”, matiza el académico.
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