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COP16
Tribuna
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Racismo y biodiversidad: las universidades, la COP16 y la naturaleza

Es importante que la educación sea el camino que se recorre para lograr la paz en los parques nacionales naturales y santuarios. La educación y la paz, siempre de la mano como un solo proyecto

Txai Surui, un activista indígena del pueblo Paiter Surui del estado de Rondonia, Brasil, participa en una protesta en la 16ª Cumbre de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16). El 31 de octubre de 2024.
Txai Surui, un activista indígena del pueblo Paiter Surui del estado de Rondonia, Brasil, participa en una protesta en la 16ª Cumbre de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16). El 31 de octubre de 2024.Luisa Gonzalez (REUTERS)

En la decimosexta versión del panel de la firma Cifras y Conceptos se establece que uno de los principales desafíos sociales para 2025 en Colombia será “promover la inclusión”. En esta columna espero reflexionar sobre las maneras como se puede enfrentar este reto en diferentes entornos, tales como las instituciones de educación, las empresas, las organizaciones de base y muchos otros entornos en los que encontré aplicabilidad a estos preceptos.

Baso esta primera reflexión en el encuentro de la Carta de Cali de Universidades por la Naturaleza, celebrado en el marco de la COP16. En esta coyuntura en Colombia, la ciudad de Cali se transformó en el epicentro de la biodiversidad y la innovación. Las universidades, entidades filantrópicas y diversas instituciones y personas encontraron una oportunidad valiosa para lanzar proyectos emblemáticos y proyectar una visión de largo plazo.

En el encuentro en el que se firmó esta carta se reflexionó sobre la vinculación de la universidad con su entorno. Muchas de las propuestas que hacen parte de esta carta surgen de la gestión de la Red Universitaria de Campus Sostenibles (RUCAS) y su programa Universidad y Biodiversidad. Con su trabajo logran demostrar la importancia de que los estudiantes identifiquen cómo se elabora un plan de gestión de la biodiversidad, del financiamiento de la investigación e innovación para la biodiversidad desde la universidad y el potencial de la acción de la universidad para la biodiversidad en sus entornos locales y regionales posibilitando, por ejemplo, proyectos como los jardines botánicos, colecciones, reservas, herbarios, entre otros.

En el marco de este encuentro, propuse una deliberación sobre la trascendencia de promover la inclusión en estos contextos, posibilitando que el campus universitario dignifique la vida. Cumplir este propósito depende de la audacia para innovar en el diseño de instituciones que guarden coherencia con lo que Margarita Marino de Botero, pionera del ambientalismo en Colombia, ha manifestado por décadas. Ella argumenta que uno de los mayores retos en la vida es aprender a convivir con la naturaleza. Esta premisa tiene un impacto en la manera como se diseña un campus para un futuro sostenible.

Un campus conectado de manera armónica con su entorno se convierte en una especie de fortaleza natural que interviene entre el ruido y el caos de la ciudad, y el espacio dedicado a la generación del conocimiento. Esto implica hacer del campus un espacio en el que el privilegio de disfrutar de la naturaleza, de cuidarla y convivir con ella iguale a quienes la habitan. Un campus que convive con la naturaleza hace que la equidad sea posible en la vida cotidiana de quien entra al salón de clases a enseñar, de quienes aprenden y quienes garantizan el funcionamiento de ese espacio. Esto es posible en las ciudades y con las alianzas que se han gestado seguiremos contando con universidades cada vez más bellas y dignas.

Sin embargo, también esta visión debe materializarse por los campus rurales o en los entornos urbanos con mayor retos socioeconómicos como, por ejemplo, Buenaventura y Quibdó, en el Pacífico colombiano. En la Carta de Cali se indica el objetivo de avanzar en trabajos en el Parque Nacional Natural Farallones de Cali. Frente a esta declaración, extendimos una invitación a explorar rutas de colaboración con instituciones de educación superior y con las escuelas que están, por ejemplo, en los distritos nacionales de manejo Cabo Manglares, Colinas y Lomas Submarinas de la Cuenca Pacífico Norte, y en el integrado Yuruparí ―Malpelo, en los parques nacionales naturales Los Katíos, Munchique, Sanquianga, Gorgona, Uramba-Bahía Málaga, Utría y en el Santuario de Fauna y Flora Malpelo―.

Hay un reto singular aquí. La mayoría de estos parques nacionales naturales y santuarios aparecen en los registros gubernamentales como cerrados. Es importante que la educación de calidad sea el camino que se recorre para lograr la paz en estos territorios; la educación y la paz, siempre de la mano como un solo proyecto. Estas instituciones tienen un rol central para lograr que el estado de estos distritos, parques naturales y santuarios no sea “cerrado” para los foráneos y un valle de la muerte para quienes los habitan. Muchos jóvenes que se forman en la escuelas que están ubicadas en estos territorios deben desterrarse de su lugares de origen para encontrar oportunidades de formación en las ciudades.

El eslogan Paz con la Naturaleza, que marcó este momento histórico de Colombia, es muy poderoso y por esta razón invité a que en su aplicación en la era post COP16 se conecte con las personas que habitan los territorios de interés como lo son los consejos comunitarios de pueblos afrodescendientes, los resguardos indígenas y las autoridades ancestrales que administran estos territorios.

En el tiempo que estuve en el Ministerio de Educación, en alianza con el Ministerio de Ambiente, logramos avances importantes lanzando la convocatoria nacional para la actualización de la política de educación ambiental. Los insumos recopilados ayudarán a consolidar un sistema que avance hacia la justicia social.

Esta apuesta, en conexión con el desarrollo de políticas públicas que potencien la equidad de la educación, el fortalecimiento de organizaciones o programas que generen los cambios necesarios para que más personas tengan una vida digna o que sueñen lo imposible, como escribe Paula Moreno en su más reciente libro, puede generar resultados transformadores.

En esta coyuntura pondero también el lanzamiento de Baobab Centro de Innovación en Justicia Étnico-Racial, de Género y Ambiental, y agradezco a la Fundación Ford por financiar esta iniciativa liderada por la vicepresidenta de la República, Francia Márquez, y la apuesta que ella hizo para que los afrodescendientes sean reconocidos como pueblo en las negociaciones de la COP. Esta misma fundación acompañó, en esta coyuntura, a Malunga, una naciente red para enfrentar el racismo antipersonas afrodescendientes y para promover la justicia social que articula liderazgos de diversas partes del mundo.

Felicitaciones al Gobierno nacional, departamental y local por lograr articularse para cumplir este propósito y a todas las entidades y personas que hicieron posible este hito.


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