Gonzalo Valderrama: “La comedia es hablar a través de los demonios interiores”
Precursor del ‘stand up comedy’ en Colombia, publica ‘Del Raye a la Rutina’, un libro sobre sanar los conflictos personales a través de la comedia
A Gonzalo Valderrama (Bogotá, 54 años) le encanta hablar del raye. “Es esa fisura en la máquina de sentir que impide el florecimiento de la paz interior, causada por los dolores cotidianos, por la rabia, el olvido, el desamor”, escribe en su nuevo libro, Del Raye a la Rutina (Planeta, 2024). Valderrama es un comediante que ha enseñado stand up comedy en Colombia durante dos décadas, tras haber sido uno de los primeros en hacer rutinas de este tipo en el país. Su raye, añade, incluye “trastorno afectivo bipolar, trastorno de identidad disociativo, trastorno de la personalidad...y acné”. Hace unos años se hizo visible no solo por su humor sino porque fue noticia cuando el raye lo llevó a desaparecer durante varios días —un momento que retoma en este libro, que mezcla memorias con lecciones para futuros comediantes. El raye, explica, es también material de trabajo, un superpoder para quien quiera pararse ante un público para hacer stand up comedy. “La comedia siempre ha ido de la mano de todo lo malo en la humanidad. Es una respuesta instintiva ante lo nefasto de la existencia, una válvula de escape del estrés, de la malparidez existencial y todo lo que implique alto cortisol y baja serotonina. No hay comedia sin tragedia que la preceda”, escribe. Habla con EL PAÍS del libro donde cuenta sus tragedias (la pobreza en la que nació, la violencia a su alrededor) y sus comedias (20 años de talleres enseñando a traducir el raye en rutina).
Pregunta. ¿Este libro es una invitación a que seamos todos comediantes o unas memorias suyas?
Respuesta. Es eso y es sobre todo una textualización de mi taller, que no es técnico sino como un sermón religioso, filosófico. He dictado talleres desde el 2004, y del primero salieron Antonio Sanint y Alejandro Riaño [conocido por su rol de Juanpis González]. Inicialmente, la editora de Planeta me dijo que lo hiciéramos como un libro de crecimiento personal —a lo Padre Rico, Padre Pobre— y no, qué pereza. Me quedé pensando y la comedia es un proceso terapéutico. Lo sé porque, en los 20 años que le he enseñado a unas 300 personas, no todas se han parado [a presentarse en un teatro], pero todas en algún momento me han dicho: ‘gracias por escucharme’. El taller lo hago como una especie de terapia psicoanalítica.
P. ¿Cómo puede la comedia manejarse como terapia?
R. Porque haces exactamente lo mismo que en la terapia psicoanalítica o psiquiátrica: ‘siéntese y cuénteme qué le pasa’. En ese proceso de hablar y tener a otro diciendo ‘jum’, ‘mmm’, la gente cae en cuenta de cosas como ‘me acabo de dar cuenta que odio a mi mamá porque me cascaba cuando chiquito’. El taller es un espacio donde el otro escucha sin juzgar. Hay gente que me ha contado atrocidades y yo no los juzgo, les voy diciendo ‘esto no le sirve de material’, o ‘esta rutina podría funcionar’. Cuando la persona verbaliza todo eso que tiene adentro, le digo: ‘ahora se lo va a decir a desconocidos’. Ahí sirve ser el centro de atención, que le pongan cuidado a su discurso, para recuperar la esperanza, la vida.
P. Por su cuadro de salud mental, imagino que ha tenido varios psiquiatras. ¿Cómo se diferencia lo que se logra con un psiquiatra a lo que se logra con el stand up comedy?
R. He tratado con psicólogos, psiquiatras y terapeutas en general. Ellos se basan en ‘cuénteme qué le pasa’, en la verbalización. La terapia intenta desintoxicarte, ecualizarte, que armonices con tu yo, con tu pasado y tus demonios interiores. En la comedia tienes que caerle directamente a los demonios. En vez de huir de ellos o aplacarlos, se trata de hablar a través de ellos. Es paradójico, claro. Una terapeuta me decía que el comediante suele ser un ser súper autoflagelante, que flagela al público también. La autoflagelación, verbalizarla, como que le hace daño al cerebro desde la psiquiatría, mientras que en la comedia, es en ese territorio en el que está el proceso terapéutico. Porque siempre he estado bien conmigo y con el mundo... ¿de qué hablo como comediante ante un público si no es de rajar [criticar] del raye?
P. Dice en el libro que una rutina de comedia necesita un conflicto. Somos un país que ha vivido un conflicto armado muy largo. ¿Podríamos encontrar un camino para reírnos de la guerra?
R. Se podría hacer, evidentemente. El género de la comedia nació en un contexto de guerra civil en Estados Unidos. Acá no nació en ese contexto exactamente, aunque coincidió con una época de turbulencia; afloró porque salía en HBO. Muy pocos comediantes se meten en el tema del conflicto, al igual que el tema de la política, por una razón un poco estúpida, comercial, y es porque al público le da pereza que le hablen de eso. Algunos comediantes hablan de política, pero no son obviamente los más populares. Yo no tengo una rutina al respecto, pero si fuera a hablar del tema, lo hablaría desde la inmadurez. La violencia es inmadurez, es no salir de la niñez del “esto es mío, esto es mío, yo llegué primero aquí”. Es infantilización extrema, sangrienta, y no es un cuento de ideología. La comedia no acabaría con el conflicto armado, pero le generaría unas grietas. Como dice Mafalda: una pulga no puede detener la aplanadora, pero puede llenar de ronchas al motorista.
P. Su libro describe al comediante como un gran visionario. ¿El comediante es un poeta y el stand up comedy un arte?
R. Al comediante yo lo veo más como un profeta que como un poeta, el que dice “pilas pilas pilas, que se va a decir una cosa tenaz, y yo también soy parte de eso”. Hay un mensaje, pero no es una pontificación, dogma. Yo expongo un conflicto que tengo con alguien o con algo. Pueden ser con las papas, con el cambio climático, con mi mamá, con Uribe, con el Chavo del Ocho. Si hay un conflicto, hay un mensaje. Y la gente resuena con ese mensaje. Por ejemplo, yo tengo una rutina en el que cuento que odio el rock en español en un país donde la gente lo idolatra. Cuando les expongo mis argumentos, la gente me dice: “oiga, sí, pues no es tan chévere el rock en español”.
P. ¿Cómo puede odiar el rock en español?
R. Tiene que ver la rutina, pero se puede.
P. A su taller han ido personas de distintas regiones de Colombia y distintos estratos. ¿Cómo describiría el raye de Colombia?
R. He sido receptor de un raye colectivo, porque cada persona que ha pasado por mi taller es una muestra representativa del estado actual de la colombianidad o de la latinidad —he hecho talleres con venezolanos, ecuatorianos, argentinos, etcétera. Escucho muchas frustraciones sexuales, xenofobia, clasismo, sexismo, machismo, homofobia, regionalismo, fascismo, discriminación. Escucho odio a la lata. Lo que hace la gente es catalizar esa cosa negativa, verbalizarla, con lo que coge otro color y se vuelve risa. Se hace lo que llaman catarsis colectiva partiendo de lo negativo.
P. Una crítica suya en el libro es que la mayoría del stand up comedy colombiano se queda reproduciendo el sexismo, la xenofobia, etcétera
R. Ojo, verbalizar puede hacer que se propague eso o que se esfume. Pero claro, el stand up comedy tiene unos 25 años en Colombia. Jerry Seinfeld decía que todo movimiento cultural, y sobre todo la comedia, tiene la edad que tienen los humanos. ¿En qué está uno a los 25 años? Está definiéndose. Se dice que la mayoría de la gente que tiene brotes psicóticos los tiene a los 25 años. Estamos, en Colombia, en nuestro brote psicótico. Yo tuve el mío a los 24 años. Creo que tenemos que pasar esto, y a los 40 años vamos a comenzar otras cosas. Estados Unidos lleva casi dos siglos haciendo stand up comedy y al principio rajaban de los negros y de las mujeres.
P. ¿Por qué hay tan pocas mujeres en el stand up comedy?
R. Por machismo, básicamente. Desde el comienzo fue una cosa exclusivamente masculina. Hace un par de días estábamos en discusión con un par de comediantes mujeres y una amiga me dice que “es muy berraco para las chicas meterse en esta vuelta, porque para pararse y ser notoria hay que hacer un esfuerzo más grande aún que el que tiene que hacer un hombre para ser notado. Me toca demostrar que soy una reputas o no me determinan”, me dice. Yo creo que las mujeres que hacen stand up comedy sí son más brutales que los manes.
P. ¿Hay cosas de su raye que le ha costado convertir en rutina?
R. Tengo un montón de cosas aún atascadas. No me ha costado trabajo sacarlas, me ha costado valentía. Algún día llegaré ahí.
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