Adiós, 2023, cuando la ilusión pareció un delirio
Concluye un año en el que rara fue la semana en la que una sorpresa, casi siempre desdichada, no estuvo acechando. Pero culmina con algunas buenas noticias que dan esperanza frente a un 2024 en el que se definirá el rumbo del llamado gobierno del cambio
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Por última vez este año, buenos días, lectores,
En estas fechas se suele sentir una pausa. Parece que menos cosas pasan en el mundo, la rutina y las tradiciones vuelven, el paisaje es familiar, hay menos incertidumbre. En Colombia, esta tranquilidad es especialmente bienvenida porque ha sido tan esquiva durante todo el año. Rara fue la semana en la que una sorpresa, casi siempre desdichada, no estuvo acechando del otro lado; lejos se sintieron aquellos meses del 2022, cuando parecía que, de la mano del primer gobierno de izquierda del país en la época contemporánea, con una actitud aparentemente abierta al diálogo y la construcción de consensos, una transformación profunda y positiva era inminente. Una serie de ambiciosos objetivos fueron trazados, un país bastante diferente fue imaginado y todo era representado por un simbolismo sin disimulo: del episodio de la espada de Bolívar durante la posesión a la creación de las ollas comunitarias en respuesta a las fuertes lluvias, los gestos oficiales mostraban la dirección que se quería tomar. En esta Navidad, el presidente Petro ha intentado volver a usar este tipo de lenguaje simbólico para representar sus ideas, invitando a 700 habitantes de calle a celebrar el 24 de diciembre en el Palacio de Nariño. Aprovechando la época del año, querrá que sea un punto de inflexión, que junto con el retorno al simbolismo, vuelva también la ilusión, a la deriva en este 2023.
Casi desde el primer momento la realidad se impuso y dejó a la ilusión expuesta, más cerca del delirio que de la esperanza. El ELN desmintiendo un acuerdo de cese al fuego horas después de ser anunciado, erráticamente, por el presidente, puede ser tomado como el mal augurio con el que estrenamos el año. No había retórica que valiese para revestir el vergonzoso hecho de algún tipo de intención. Rápidamente, quedó claro que no había una ruta establecida, la improvisación se volvió el modus operandi, y el simbolismo quedó relegado por la urgencia que requería atender los problemas que se sucedían. Después llegó la polémica reforma de la salud, que ha sido protagonista el año entero y cuya negociación ya ha roto más de un sueño de una política transparente; y luego vinieron los escándalos de Nicolás Petro, Laura Sarabia y Armando Benedetti, que nos recordaron que nuestra referencia narrativa es la turbia telenovela, mucho más que la leyenda de personajes honorables; se renovó el Gabinete en dos tandas, en un volantazo prácticamente sin precedentes; el tono de la comunicación se tornó cada vez más agresivo. Y en medio de todo esto, la idea del cambio o la transformación se fue aguando para la población.
Pero, como decíamos la semana pasada en este mismo boletín, de alguna manera el 2024 ha llegado temprano; y sin duda desde el gobierno esperan que eso marque el paso para el año que viene. En primera instancia, del lado económico, un par de noticias son positivas, como que la inflación sigue bajando, lentamente, y que, por fin, se empiezan a bajar las tasas de interés, lo cual tiene el potencial de darle un empujón a la economía estancada. Además, antes de que acabe esta semana se anunciará un nuevo aumento del salario mínimo, una traducción concreta de las intenciones sociales del gobierno. Si efectivamente la población siente un alivio en el bolsillo en los primeros meses del 2024, el panorama cambia sustancialmente.
Dicho esto, hay tantos frentes abiertos y son tan complicados que aunque una economía saludable mejora la visión de la gente, no asegura el retorno de la ilusión de transformación. Falta ver resultados relativamente rápidos en las reformas del Gobierno, tanto en el Congreso como en los planes trazados para su eventual implementación; se tendrá que sentir una mejora sustancial en la seguridad, en las ciudades y en las regiones, dentro del marco de la paz total o no; la transformación energética tendrá que ser mejor comunicada para poder ser creíble, especialmente con la incertidumbre que rodea el proyecto de cooperación con Venezuela en materia de hidrocarburos.
Es una cuenta de cobro abultada la que espera al presidente Petro en el 2024, cuando llegará a la mitad de su periodo en el poder y quedará más claro si terminará siendo recordado por el discurso de cambio o por el cambio real y concreto.
Otras historias
Antes de despedirme, les dejo estos reportajes publicados en la última semana y que merecen de su tiempo:
- Aquí Juan Miguel Hernández hace el difícil balance del Gobierno Petro en el Congreso en 2023: la Cámara de Representantes aprobó la reforma a la salud, que deberá enfrentar dos debates en el Senado, mientras que la reforma pensional no se discutió y la laboral sigue estancada en su primer debate.
- En este reportaje, Daniela Díaz va al norte del Cauca, que se empeña en lograr el milagro: arroz, piña y yuca en vez de coca. Esta es la historia de las comunidades campesinas, afro e indígenas que buscan convertir la zona marcada por el conflicto en un corredor agroalimentario.
- Ahora, desde el Chocó, Greace Vanegas nos presenta en este perfil a Nubia Carolina Córdoba, la primera mujer electa a la Gobernación, y con quien el anhelo de cambio renace en el departamento. Ella asegura, a pesar de haber triunfado rodeada de liberales investigados por corrupción, que gobernará sin ataduras.
- Y ya por último, Jules Ownby cuenta la historia de la cooperativa de 230 vendedores ambulantes en Tibasosa, Boyacá, que construyó el centro de acopio más importante del oriente colombiano y está cambiando la forma de hacer negocios en la región y la vida de sus asociados: de la calle a la central.
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