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Ministerio de Ciencias en Colombia
Columna
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El naufragio del Ministerio de Ciencias

El tiempo se agota para entregar 800.000 millones de pesos a nuevos proyectos, mientras los científicos buscan salvar a un sector que naufraga entre el mutismo de una ministra que parecía brillante

Yesenia Olaya en Bogotá, Colombia
Yesenia Olaya en Bogotá (Colombia), el 10 de abril.NATHALIA ANGARITA

“Hacer investigación en física fundamental, de la que no sirve para montar una empresa sino para cambiar el mundo, no es fácil en Colombia”, escribió hace pocos días el astrofísico Juan Diego Soler. De inmediato pensé en el Ministerio de Ciencias y lo que ha venido pasando en esa cartera desde que empezó el Gobierno del presidente Petro.

Recordé la entrevista que hicimos el pasado mes de abril en Sigue La W al primer ministro de Ciencias del Gobierno, Arturo Luna, en la cual aseguró que invertir dinero de su ministerio en la fabricación de jabones en La Guajira era invertir en ciencia e innovación porque “es una empresa pequeña que produce unos jabones que ellos mismos están desarrollando (…) y hasta los están exportando”.

Gracias a esa lúcida frase del científico Soler por fin entendí: para Luna, ciencia e innovación no tienen nada que ver con cambiar el mundo, inventar nuevas tecnologías o abrir insondables ventanas para comprender lo desconocido. Para el hoy exministro innovar es crear empresa con un producto atractivo y vendedor. Una visión bastante lejana del verdadero quehacer científico.

El presidente pareció darse cuenta del asunto (o sencillamente necesitó ajustar cuotas políticas) y sacó a Luna para nombrar a Yesenia Olaya en su lugar. La nueva ministra, con doctorado en antropología de la UNAM de México y experiencia en investigación en la Universidad de Harvard, parecía ser un poderoso viento que por fin iba a hinchar las velas de ese maltrecho barco de la investigación científica en el país. Pero tras cinco meses de gestión, aquel viento soñado resultó ser un ancla de esas que no dejan mover al barco ni un centímetro.

El pasado 21 de septiembre la ministra debía presentar ante el Consejo Nacional de Beneficios Tributarios su propuesta para entregar 800.000 millones de pesos a nuevos proyectos de investigación y desarrollo tecnológico empresarial. La idea era abrir una convocatoria para que empresas grandes y pequeñas llegaran con sus propuestas, pero la cita del 21 se incumplió. El tiempo se agota para entregar esos recursos antes de que termine el 2023 o la plata se pierde, y todo apunta a que no se entregarán esas ayudas.

Cinco meses después del ingreso de Olaya al despacho aún no se contrata al personal para hacer seguimiento a la investigación en salud. Tampoco se han conformado los grupos de trabajo para temas estratégicos del Ministerio como inteligencia artificial o tecnología aeroespacial. Hay hojas de ruta, pero no hay quién las ejecute.

Los atrasos en las convocatorias son evidentes. La desconexión con los gobiernos locales es tal que se anunció un decreto para poner a funcionar los Consejos departamentales de Ciencia y Tecnología, pero no hay diálogo con gobernadores o alcaldes.

Los científicos que se dedican a cambiar el mundo y no a montar empresa están preocupados. Alistan una carta pidiendo al presidente que constituya una mesa de trabajo para tratar de salvar a un sector que naufraga entre el mutismo de una ministra que parecía brillante y las constantes denuncias sobre como a los verdaderos científicos los sacaron de su Ministerio para reemplazarlos por abogados.

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