Carlos Bravo: “Me enamoré de las mordeduras de serpientes”
El experto colombiano advierte que, en el país, hay un subregistro de estos eventos. Tiene una cruzada para que la gente no ataque a estos animales, sino que aprenda sobre ellos
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
El lugar es pequeño y parece una biblioteca. Pero en vez de libros, en los estantes hay especímenes disecados o en formol de distintos animales. Reptiles, anfibios, insectos, aves. Los huesos de algún mono están ordenados sobre una mesa. Carlos Bravo, profesor del departamento de ingeniería Biomédica en la Universidad de los Andes, doctor en ingeniería biomédica e ingeniero químico, se pasea con naturalidad por el mínimo pasillo donde están las serpientes suspendidas en frascos en el Museo de Historia Natural de la misma Universidad. “Esos bichos son un amor. Atacan es porque están nerviosas. Si no, no hacen nada”, suele arrojar con frecuencia entre frase y frase. Desde hace un tiempo, lidera una cruzada para que la gente no les tema ni las ataque y, en cambio, sepa más sobre ellas.
Bravo llegó a estudiarlas por una coincidencia. “No soy biólogo, sino que me metí en una clase de estas interesado en las arañas”, explica. Ahí terminó no solo enamorándose de las serpientes, sino de todo lo que se puede reflexionar sobre sus mordeduras. Se preguntaba, por ejemplo, cómo la conservación de varias especies puede evitar mayores mordeduras en los humanos; cuánto se demora una persona en llegar a un hospital para que le den suero antiofídico, sobre todo en áreas apartadas, o si en Colombia se registran todos los casos de mordeduras.
Lo primero que lanza antes de explicar cómo ha ido respondiendo algunas de estas preguntas son datos básicos. En Colombia, hay alrededor de 334 especies de serpientes, pero solo 54 pueden representar un riesgo para la salud humana, son venenosas. De ellas, 22 son víboras – serpientes con colmillos retráctiles, por lo que tienen una mordedura tan potente que puede a travesar una bota pantanera – y las otras 32 son corales, que tienen veneno neurotóxico. Las primeras representan el 90% de las mordeduras porque son más abundantes.
Aunque hay un seguimiento de cuándo y dónde suceden las mordeduras de serpientes en Colombia, a través del Sistema de Salud Pública (Sigivila), también es cierto que hay un vacío de información, un subregistro que le preocupa a Bravo. En 2008, el reporte de cada mordedura se hizo obligatorio en el sistema. Para 2016, se registraron 4.704. Pero, según un estudio que lideró el experto y que fue publicado en febrero de este año en la revista científica Plos Neglected Tropical Diseases, en realidad habrían sido 5.221 eventos por año. “Esto significa que hay un subregistro de, mínimo, 532 casos o el 10% de los casos”. A pesar de que puede que suene bajo, es una cifra similar al total de mordeduras de serpientes reportadas solo en el departamento de Antioquia (683 casos al año), que es también el departamento con más mordeduras al año.
Además, comenta Bravo, si se ve el tema en muertes por mordeduras, la cosa empeora. En el sistema hay un estimado de 45 muertes al año, mientras que la estimación que ha sacado Bravo es que serían unas 120 muertes en realidad. Lo que quiere decir que la mortalidad puede ser mucho más alta.
No es el único indicio que tiene. A través de una encuesta que realizó con otros compañeros en Carmen de Apicalá, un municipio en el departamento de Tolima al que suele ir para encontrar serpientes y estudiarlas, pudo notar que podría existir un abismo entre los datos oficiales y la realidad. Allí, tras encuestar a 846 personas que pertenecían a 151 casas, supieron que se dieron dos muertes por mordeduras de serpiente en los últimos nueve años. Y en los datos oficiales no hay ningún registro. “Si se tiene en cuenta que la única cifra que había era que, en todo Tolima, con 444.000 habitantes, en los últimos nueve años se registraron dos muertes por mordedura, y nosotros encontramos dos muertes no registradas en Carmen, con 1.968 habitantes, es algo que le explota a uno en la cabeza”, explica Bravo.
Los colombianos no conocen sus serpientes
Mientras la gente de las áreas rurales de Colombia habla de otros problemas de salud pública desatendidos, como el chagas u otras enfermedades tropicales como el dengue, Bravo dice que apenas se habla sobre las picaduras de serpiente. Esto a pesar de que en 2019 la Organización Mundial de la Salud les puso a los países la meta de reducir a la mitad el número de fallecimientos y de casos de discapacidad por mordedura de serpientes para 2030. Y si la misma gente no conoce a sus serpientes, o qué hacer cuando una muerde, se trata de una crisis de salud pública olvidada.
De la encuesta que realizó en Carmen de Apicalá, también se obtuvieron otras luces de cómo podría ser la situación en el país. De las 846 personas encuestadas, solo el 18% dijo que no sabía qué hacer para prevenir las mordeduras de serpiente y el 17% señaló que no saben qué hacer si efectivamente son mordidos. Pero el 54% dijo que no iría a un centro de salud si es mordido: preferiría, por ejemplo, visitar un chamán, cuando la indicación es ser tratado con suero antiofídico. Por otra parte, un 80% advirtió que jamás ha recibido información sobre mordeduras de serpiente. Un 54% igualmente no sabe cuál es el tratamiento para una mordedura.
Esta desinformación hace que no solo sean los humanos los amenazados, sino también las mismas serpientes, pues “llevan machetazo al creer que todas son venenosas”. Y es que si hay alguien que es capaz de ponerse en sus escamas es Bravo. “Cuando uno ve a una serpiente hay que pensar que ellas están más asustadas”, repite. “Es como si uno estuviera en el monte y se encontrará a un bicho de 50 metros de alto, que huele a algo que jamás se ha olido y que emana calor. Eso somos para ellas nosotros los humanos”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.