La increíble historia de Toitico, el jefe de la policía cubana inmortalizado por el trío Matamoros en una canción
José Miguel Villa Romero, hijo de un humilde emigrante asturiano, fue mando policial en Guantánamo, comandante en Santiago, representante de Pepsi Cola y chofer. Los familiares relatan su extraordinaria vida
Nos reunimos un pequeño grupo de amigos en casa del arquitecto cubano José Antonio Choy, que ha organizado un encuentrico con música y ron para recibir a la editora española Begoña Lobo, que acaba de publicar un hermoso poemario del cantautor cubano Pedro Luís Ferrer. Begoña está de visita en La Habana y nos cuenta de las próximas presentaciones en España de Poemas sin libro, de Ferrer, a quien piensa editar pronto otro trabajo en formato disco-libro. Todos admiramos a Pedro Luis y nos alegramos de saber de él, y después de hacerse de rogar un rato Begoña nos deja escuchar algunas canciones de La Bunga, su último disco, que aún no ha salido al mercado e incluye varios temas inspirados en la ciudad oriental de Baracoa, donde se pasan mil penalidades. “Si no comes coco, te llenas poco / si no comes coco, te vuelves loco”, dice una de las letras de Pedro, que provoca la carcajada general.
Choy, que nació en la ciudad de Santiago y es un enamorado del oriente cubano y de sus fabulosas historias, en un momento de la reunión se vira para una de las invitadas, Lourdes Villa, y nos dice a los demás: “¿Ustedes no saben quién es ella? ¡Es la hija de Toitico!”, exclama.
Nadie tenemos ni idea, así que Lourdes empieza a hacer la historia de su padre, que era hijo de un humildísimo emigrante asturiano de Cangas de Onís. Antes de comenzar ella, Choy aclara que los orientales hablan cantando y acortan las palabras (o se las comen directamente), así que, por ejemplo, en vez de decir “este que está aquí atrás”, dicen “tequetacatrás”.
“Mi papa nació en 1919. Era casi analfabeto, así que para salir de la pobreza se metió a policía. Como tenía mucho carisma y era muy trabajador y honesto, ascendió rápidamente y llego a ser jefe de la policía en Guantánamo, y ya en 1950 lo hicieron comandante a cargo de la ciudad de Santiago, la segunda del país”, cuenta Lourdes, que es programadora de televisión. Choy comenta que sus padres lo conocieron y le hablaron de él: “Era un hombre muy respetado y querido. El limpió la ciudad de rateros y maleantes y tenía fama de ser firme pero justo, pese a ser policía no era abusador …”.
En Cuba la palabra “guapo” significa chulo, echaito pa´lante, dado al manoteo y a la bronca fácil. Un guapo es casi un semidelincuente, un elemento de cuidado, alguien amigo de sacar los puños a las primeras de cambio y avecindado con el grito y la puñalada. Los guapos le “echan guapería” a cualquiera de gratis, solo por el placer de fajarse, y en oriente todavía más. “Pero eso con Toitico no caminaba”, indica Lourdes. “Cuando mi papa se encontraba con algún guapo que quería pelea, se quitaba el cinto y la pistola y se entraba con él a trompadas, de tú a tú, no como policía, vaya”.
El verdadero nombre de Toitico era José Miguel Villa Romero y el apodo de Toitico se lo pusieron cuando era jefe policial de Santiago. “Nadie sabe exactamente cuál es la anécdota verdadera, pero se dice que un día fue a hacer una redada en un burdel y salió uno de los clientes, oiga, que yo soy hijo de un senador, el otro era un conocido hacendado, otro fulano más era familiar de un cura… Él se encabronó y dijo: ‘Toiticos van pa dentro’, y se le quedó.
“Toitico”, ríe Choy, que agrega: “Donde llegaba todo el mundo se ponía firme. Era tan popular que hasta el trío Matamoros le hizo una canción”.
¿Cómo? ¿Hemos escuchado bien? Ante la incredulidad general, Choy se crece y busca en YouTube y en Spotify. ¡Y allí aparece la guaracha Toitico, grabada por el conjunto Matamoros a inicios de los años cincuenta para la RCA Victor!.
De inmediato la ponemos, y aparece la genialidad, la maravilla de Cuba. La canción inicia con el sonido de una gritería y una riña tumultuaria y después los Matamoros comienzan a cantar: “Caballeros, caballeros / hay que razonar / que viene Toitico / y acaba la bronca / y acaba el berrinche / y eviten problemas”. Avanza la melodía y llega uno de esos coros de la vieja trova tradicional cubana que acaban con uno: “Yo no creo en guapos / me llamo Toitico / en oriente hay guapos / más guapo es Toitico”. El tema termina como comienza, con el sonido de una bronca entre varias personas, y por encima una voz que ordena: “A ver, silencio, tú, tú, tú, aquel también, toiticos, pa’lante”.
La ponemos una y otra vez, no podemos parar, es como un mantra. Así que le pedimos a Lourdes que nos haga la historia completa. Dice que su madre, Magda Soberón Dehesa, viuda de Toitico, está perfecta de cabeza y que no hay problema en visitarla en su casa.
Magda vive en un lindo apartamento en la Habana Vieja, tiene 92 años y una lucidez envidiable. Su sonrisa lo llena todo, y cuando habla de su marido, más todavía. “Desde que lo conocí ya no me soltó”. Resulta que Magda (Guantánamo, 1930) era una señorita de clase bien y una mujer guapísima cuando Toitico la saludó por primera vez cuando tenía 18 años. Al principio sus padres se opusieron, pero Toitico tenía don de gentes y se los ganó. Un año después, en 1949, se casaron. Tuvieron tres hijos, Pepín, que es escultor, Magda, profesora de piano, y Lourdes. Recuerda que el 10 de marzo de 1952, el mismo día que Fulgencio Batista dio un golpe de estado en vísperas de unas elecciones en Cuba, Toitico dimitió como jefe de la policía. “Tras entregar el uniforme y las armas, se compró una camioneta y comenzó a vender chorizos, jamones y otras mercancías por las bodegas de Santiago. Como todo el mundo lo conocía, le fue muy bien”.
Pero el 26 de julio de 1953 Fidel Castro y un grupo de jóvenes revolucionarios asaltaron el cuartel Moncada, y ese mismo día a Toitico lo detuvieron. “Como había dimitido cuando el golpe, pensaron que estaba implicado en la insurrección de Santiago, aunque no era verdad”, afirma Lourdes. El día de su detención Toitico fue encarcelado en la misma celda que Abel Santamaría, uno de los líderes del asalto al Moncada, y vio como a Abel lo sacaban de la celda y un soldado le clavaba una bayoneta en el ojo, antes de asesinarlo. Estuvo detenido varios meses con los moncadistas, y fue llevado a juicio junto a Fidel y su grupo (proceso en el que Castro pronunció su famoso alegato “La historia me absolverá”), pero al final quedó libre pues nada había tenido nada que ver con la sublevación.
“Pero desde entonces la cosa se puso mala, lo hostigaban mucho, y nos mudamos para Guantanamo”, cuenta Magda. La viuda de Toitico vuelve a sonreír. “Allí se hizo representante de la Pepsi Cola, y como todo el mundo lo quería le compraban a él y en poco tiempo la Coca Cola se hundió en Guantánamo”. Cuando a finales de los cincuenta empezó la guerrilla en la Sierra Maestra, a Toitico lo empezaron a joder de nuevo y la familia decidió poner tierra por medio. El triunfo de la revolución de 1959 les cogió en España, y Toitico regresó de inmediato. Continuó con su negocio de la Pepsi Cola hasta que llegaron las nacionalizaciones de las empresas norteamericanas en los sesenta, y José Miguel Villa se quedó trabajando como chofer en la nueva empresa de refrescos revolucionaria, y allí se jubiló después de enfermarse. El hijo mayor, Pepín, se fue becado a estudiar a las escuelas de arte de La Habana, y al final toda la familia se mudó para la capital, donde Toitico murió en los años ochenta.
Cuentan Lourdes y Pepín, que es un artista respetado en Cuba y famoso por sus esculturas en bronce que adornan diversos espacios públicos en La Habana, como la de John Lennon en un parque de El Vedado, que su padre les decía siempre que él fue amigo de los Matamoros y que le hicieron una canción, pero nadie en la familia lo creía. “Pensábamos que eran fantasías de él, pero hace tres años Choy encontró la canción por casualidad y nos llamó”, dice Lizzie, nieta de Toitico y dueña de una paladar situada en una céntrica avenida la capital. Ese día toda la familia y el arquitecto hicieron una fiesta en el restaurante.
Lourdes se emociona al recordar a su padre. “En plena crisis del Período Especial, en los noventa, tuve que ir a Guantánamo por trabajo y me fui a alojar al hotel Martí. Era verano y hacía mucho calor. El recepcionista era un señor mayor y me dijo que no había habitaciones con refrigeración, solo con ventilador. Al preguntarme mis datos y el apellido, el señor se sorprendió, me dijo que en la ciudad hubo un famoso jefe de la policía que se apellidaba así mismo, Villa. Cuando le dije que era mi papa, de inmediato apareció una habitación con aire acondicionado”. Lo cuenta, y suspira porque un día la historia de Toitico se conozca.
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