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Todo lo que ha de saber antes de lavarse la cabeza

Cuánto champú hay que echar o para qué sirve la espuma. En definitiva, cómo funciona la loción del cabello

Algo tan simple como eliminar la suciedad y la grasa: esta es la auténtica vocación de un champú. “El cabello tiene una superficie hidrofóbica que repele el agua y, sin embargo, atrae los lípidos”, revela Cristóbal López de la Manzanara, secretario general de ADEFARMA (Asociación de Empresarios de Farmacia de Madrid). Tratarlo o embellecerlo son tareas añadidas, pero la higiene es el denominador común del producto estrella en el cuidado capilar. Como aclara la doctora Aurora Guerra, jefa de sección de Dermatología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, el fin de los champús puede ser múltiple, pero “cuando no existe alteración en el cuero cabelludo ni en el cabello, se debe usar solo uno que limpie, sin aditivos farmacológicos”. El modo de empleo lo dominamos (o casi): “El champú de higiene se utiliza aplicando una pequeña cantidad que debe acompañarse de un suave masaje, aclararse al momento y repetir la operación. En el caso del champú de tratamiento (contra la caída, la caspa o la grasa), en la segunda aplicación hay que dejar actuar entre cinco y siete minutos”. Durante ese tiempo, hay que acordarse de cerrar el grifo mientras. La dosis, como defiende Jeni Thomas, directora de Comunicación Científica de Pantene en Europa y miembro del Pantene Hair Research Institute, depende de la longitud: “Tiene que ser suficiente para masajear todo el cuero cabelludo y poder distribuir algo más en el resto del pelo”. Como referencia: una avellana para la melena corta y media, y una nuez para la larga. Muy bien. ¿Pero sabemos cómo limpia? Analicemos su composición.

Listo para peinar

El resultado final no depende solo de la fórmula del champú: el tipo de agua hace el resto. La dura entorpece la formación de espuma, pero no hay nada que no puedan combatir los tensioactivos modernos, “capaces de hacer buena espuma en diferentes tipos de agua. Se enjuagan completa y fácilmente y dejan la fibra acondicionada”, relata Asun Pont. Por su parte, la firma Pantene ha descubierto recientemente que la mayoría de las aguas, en todo el mundo, contienen minerales oxidativos que dañan el cabello al erosionar sus proteínas, produciendo una especie de “agujeritos” que lo vuelven poroso. En palabras de la experta, “esto ocasiona que la melena se vuelva más susceptible a otros daños, como el peinado, el secado, etcétera” . ¿La solución? Añadir al champú un compuesto químico antioxidante que capte aquellos minerales y aclare. Pero hay que tener cuidado: el 80% de las coloraciones y los tratamientos de queratina se van con los aclarados, informa Pantene. Urge entonces decantarse por fórmulas que contrarresten dicha pérdida, como los champús sin sulfatos.

Los tensioactivos son los componentes mayoritarios del champú (después del agua) y los limpiadores por excelencia. Están cargados positivamente y son atraídos por la fibra capilar dañada, que tiene carga negativa. Como apunta Mónica Martín, farmacéutica y product manager de los laboratorios Ducray, el tensioactivo debe ser capaz de eliminar los cuerpos grasos de glándulas sebáceas, las sustancias orgánicas o minerales del sudor, los residuos queratínicos de la descamación del cuero cabelludo y los restos minerales del polvo y la contaminación. “Disminuye la tensión superficial entre el pelo y residuo, permitiendo que este se despegue y elimine”, explica Mónica. Hay distintos tipos, pero los sulfatos son los tensioactivos más solicitados hoy. En contra de su mala fama, “no hay evidencia de que los sulfatos sean perniciosos”, asegura Asun Pont, técnico de Kérastase. Son los responsables de las burbujas y por esa razón un producto sin ellos no logra apenas hacer espuma. Y esto no es ni bueno ni malo. Se trata, más bien, de una cuestión cultural y técnica. “En los champús para cuero cabelludo sensible se busca que el tensioactivo produzca poca espuma", explica la farmacéutica. Desde el punto de vista cultural se cree que si no se consigue mucha espuma es porque no hay capacidad lavante, pero no hay relación. "El agua micelar no hace espuma y también limpia la piel”, ejemplifica la experta. Tampoco resecan la melena: “La afirmación de que los champús que hacen mucha espuma resecan la melena no tiene fundamento científico”, opina Cristóbal.

Los agentes cosméticos aseguran la consistencia y conservación del champú y facilitan su empleo proporcionando una sensación agradable al tacto. Además, estabilizan la espuma. Los espesantes (como el cloruro sódico) y los conservantes (como los parabenos), cuyo fin es que no se contamine el producto con microorganismos, mejoran el aspecto del champú. Son los conservantes más controvertidos, pero a día de hoy existe un listado de los autorizados y no se ha demostrado que estos sean perniciosos. Por otro lado, los suavizantes mejoran el aspecto del cabello, facilitan el peinado y aseguran el brillo y el tacto sedoso, compensando la acción del detergente de los tensioactivos. Entre ellos están los aceites vegetales, la lecitina y sus derivados o los alcoholes grasos (alcohol cetílico, estearílico, oleico…). Los colorantes y aromas “sirven para aumentar el grado cosmético. Si no se es alérgico, no hay contraindicación”, explica Aurora Guerra.

Los principios terapéuticos dan respuesta a los diferentes problemas del cuero cabelludo. Tal y como explican Aurora y Cristóbal, existen los activos antiengrasantes (el zinc y algunos derivados arcillosos), los calmantes del picor (la glicerina, la urea a concentración menor del 5% y otras sustancias hidratantes), para eliminar la caspa (piritiona de zinc, ácido salicílico, sulfato de selenio o imidazol) y para frenar la caída (vitaminas del grupo B, sustancias vegetales como serenoa repens o ketoconazol).

Aditivos acondicionantes

Al aclarar, los complejos de limpieza arrastran con el agua la suciedad y la grasa, y es entonces cuando los activos acondicionantes (polímeros como la goma guar y las siliconas), que antes descansaban en la espuma, se activan para proteger el cabello, según explica Jeni Thomas. “Forman complejos de amortiguación que se distribuyen a lo largo de la fibra para absorber la carga y proteger aquella cuando está mojada, más susceptible a los daños”, apostilla.

Tras eliminar el champú, el cabello queda listo para recibir el producto acondicionante, sea suavizante, mascarilla o leave-in (acondicionador sin aclarado). Lo hace gracias a polímeros catiónicos: sus moléculas se disocian quedando el grupo activo cargado positivamente y listo para actuar. ¿Deben ser el producto lavante y el acondicionante de la misma gama para que funcione? Es lo ideal, pues las composiciones están pensadas para establecer sinergias, como explican desde Ducray. “No obstante, no hay ningún problema si se utilizan diferentes marcas”, concluyen.

Descifrando la etiqueta

Los ingredientes se recogen en la fórmula INCI (Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos). “Es la composición completa del producto y van ordenados según la mayor o menor cantidad en la que estén presentes”, apunta Mónica Martín. ¿Hay ingredientes malos? Los doctores Sergio Vañón y Eduardo López Bran, ambos dermatólogos de la Academia Española de Dermatología y Venereología y especialistas en tricología (el estudio del pelo y sus alteraciones), aseguran la fiabilidad de las fórmulas comerciales: “Todos los productos pasan por un estricto control médico y legal. Ninguno puede causar daños en el cuero cabelludo, siempre que el usuario no sea alérgico a sus componentes”.

Agua: es el vehículo, el excipiente.

Lauril éter sulfato sódico: es un sulfactante, uno de los tensioactivos más utilizados. Elimina la suciedad y la grasa porque es un buen generador de espuma y mejor detergente.

Glicerina: proporciona hidratación.

Cloruro de sodio: es un espesante que da consistencia al champú para favorecer la aplicación.

Ácido cítrico: ajusta el pH del producto para adecuarlo al pH fisiológico.

Ácido salicílico: posee poderes antiinflamatorios.

Parabenos: conservantes pensados para que no haya contaminación por microorganismos.

Siliconas: dan suavidad.

Vitaminas: A, E, B, F… Poseen acciones antioxidantes, revitalizantes y protectoras.

Aminoácidos: añaden materia a la queratina de la fibra, mejorando su estructura.

Minerales y oligoelementos: combaten la porosidad.

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