Despidiendo a Scorpions desde 2011
La banda alemana, icono del ‘heavy metal’ de los ochenta y creadora de baladas inmortales, recorre España más de una década después de la gira y el documental que se anunciaron como el fin de su carrera. El poder de la nostalgia los mantiene vivos
Cuando la banda alemana de rock Scorpions presentó la gira que decían de la despedida en 2011, su cantante Klaus Meine dijo: “Lo correcto es retirarte en lo más alto”. Sería una broma: el mejor momento de Scorpions fueron sin duda los años ochenta, cuando alcanzaron una notoriedad global con su heavy metal y sus baladas irresistibles. Crearon himnos generacionales como Still Loving You, y con Wind of Change pusieron la banda sonora a los cambios históricos en Europa que simbolizaba la caída del muro de Berlín.
Lo que sí era una broma es que fueran a jubilarse. Esta semana Scorpions está recorriendo España (pasó por Valencia, Chiclana y Madrid, quedan Santo Domingo de la Calzada y Gijón). En el Wizink Center de la capital, el martes, una multitud en la que abundaban las camisetas negras y los pelos canos salió satisfecha de haber revivido sus mejores años, aunque la voz de Klaus no suene tan cristalina como entonces.
Aquel Farewell Tour iba a durar tres años, hasta 2013, pasó por decenas de países y dio lugar al documental Forever and a Day, que dirigió la cineasta Katja von Garnier para la televisión pública alemana DW. Se editó como DVD y está disponible, doblado en español, en la web de DW (dividido en dos partes: aquí el primer capítulo y aquí el segundo). El metraje sigue a la banda durante aquella gira e intercala los recuerdos y grabaciones de toda su carrera, que ha resultado de las más longevas, porque se unieron en los años sesenta y su primer álbum es de 1972.
Desde el principio decidieron cantar en inglés, dicen que por rechazo a la música popular alemana que escuchaban en casa, aunque admiten que también había algo de ambición de llegar al mercado global. Se mantienen al frente sus dos líderes: el guitarrista Rudolf Schenker, que compone la música, y el cantante y letrista Klaus Meine. Sobre el escenario, Meine aporta distinción con su voz de tenor, que se ha sobrepuesto a más de un problema en su garganta; Schenker está cómodo en la guitarra rítmica y deja los punteos más frenéticos al otro guitarrista (Matthias Jabs), pero se queda para sí los más bonitos.
Scorpions formó parte del fenómeno que fue el heavy metal en los años ochenta. El género se basa en un rock and roll de corte clásico, pero con más velocidad, distorsión y agudos, y con una estética que triunfó en los barrios en unos tiempos propicios para las tribus urbanas. Había bandas de sonido atronador, como Metallica, AC/DC, Judas Priest o Iron Maiden (las cuatro siguen en activo); y había una corriente de digestión más fácil, la de Kiss, Europe o Bon Jovi, de donde salieron etiquetas como glam metal o hair metal, por los cuidados peinados de sus artistas. Scorpions estaba en un terreno intermedio: la mayoría de sus canciones siguen los códigos del heavy ortodoxo, pero eran sus muy románticas baladas las que sonaban en las radios y en las discotecas (entonces ponían “lentas” para propiciar el ligue): Still Loving You, por supuesto, y también Always Somewhere, Send Me an Angel o Holiday.
La asociación de Scorpions con la Europa que derribó el telón de acero no se debe solo a Wind of Change, que llegaron a cantar en ruso y de la que se ha escrito que interesaba mucho a la CIA. Ellos habían sido pioneros en actuar en el Moscú en los inicios de la perestroika; después tuvieron cierta relación con Mijaíl Gorbachov, a quien visitaron en su residencia en los últimos días de la URSS. En 1990 subieron al escenario con Roger Waters para interpretar The Wall en un faraónico espectáculo organizado en la explanada que era entonces el entorno de la Puerta de Brandeburgo de Berlín, por donde un año antes pasaba el muro, ya convertido en cascotes.
En Forever and a Day, se les ve muy emocionados antes del concierto que creían el último, en Múnich en 2013. Juran que no tienen ningún plan más allá, aunque personas de su entorno ya deslizan que no se los imaginan jubilados. Y a ellos se les escapa que la idea de dejarlo todo “es difícil de soportar”. Inmediatamente después de Múnich, los recluta la MTV para grabar uno de sus Unplugged. Tampoco eso fue el fin. Decidieron dejar en mal lugar lo dicho en el documental y prorrogar su tour, que pasó por España en 2014. Hubo dos álbumes más y dos grandes giras interminables más, una por haber cumplido medio siglo como banda, la de ahora por los 40 años de su álbum más célebre, Love at First Sting.
La fuerza de la nostalgia ochentera, sobre todo en el grupo más ancho de la pirámide de población, y el enorme apetito de conciertos que se ha despertado después de la pandemia impiden que estos viejos rockeros, como tantos otros de su generación, se corten la coleta. Para qué, si las entradas siguen volando.
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