Una guerra civil con otra guerra se quita
La ficción de la tele fantasea hace años con que las costuras de Estados Unidos saltan. En ella, la guerra civil del siglo XIX está oculta. Pueden verse sus efectos, pero no la guerra, como si el viento se la hubiese llevado. Hasta ahora
Sostienen algunos que Estados Unidos aún no ha superado su guerra civil, aunque hay quienes presienten una pronta superación del trauma por la vía de la mancha de mora, que con otra se quita: un coro de augures ve cierta la posibilidad de una nueva guerra, y la veía antes de que Trump hablase de baños de sangre.
La ficción de la tele fantasea hace años con que las costuras de Estados Unidos saltan. Desde el totalitarismo de El cuento de la criada hasta el surrealismo de The Good Fight, pasando por las adaptaciones de las distopías literarias de la América nazi de los Philips (el Roth y el K. Dick, con La conjura contra América y El hombre en el castillo, respectivamente). En todas ellas, la guerra civil del siglo XIX está oculta. Pueden verse sus efectos —los sudistas, la segregación, los vínculos entre el supremacismo y el nacionalsocialismo—, pero no la guerra, como si el viento se la hubiese llevado. Hasta ahora.
Una de las series más interesantes del cartel actual es Manhunt: la caza del asesino (Apple TV), y cuenta la busca y captura de John Wilkes Booth, el terrorista que mató a Lincoln cinco días después del fin de la guerra, en 1865. Está basada en un libro de James L. Swanson y escrita e ideada por Monica Beletsky, que es una guionista curtida en la América profunda de Fargo o The Leftovers. Es decir, que de personajes pirados, fanáticos y violentos sabe un rato largo. Aquí no ha tenido que fabular, sino recrear el mundo de los sudistas irredentos y exiliados, los que no aceptaron la derrota y se refugiaron en Canadá para conspirar y matar presidentes. El resultado supera en terror a los delirios distópicos de las series no basadas ni inspiradas en hechos históricos.
Fabular y recrear parecen cosas distintas, pero no lo son. La recreación exige un esfuerzo imaginativo tan grande como la invención pura, y funciona de manera similar: el escritor proyecta sus emociones sobre los personajes y lanza hipótesis. Cuando uno narra un hecho histórico especula sobre cómo pudo ser y se somete a los sesgos de su época. Por eso las buenas ficciones históricas casi nunca tratan del pasado. Beletsky no habla de Lincoln ni de su asesino, sino de lo que el público del siglo XXI piensa y siente sobre aquellos hechos. Manhunt es un comentario del presente, casi una anticipación del futuro.
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