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COLUMNA
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Cómo Freddie Mercury luchó contra el estigma después de muerto

El documental ‘The Final Act’ va mucho más allá de la carrera del líder de Queen y del concierto homenaje en Wembley: ahonda en la doble discriminación de los homosexuales, por su condición y por el sida, en años muy trágicos

El cantante Freddie Mercury, en 1982.Foto: Steve Wood (Express / Getty)
Ricardo de Querol

En 1982, un periodista preguntó por primera vez por el sida al portavoz de Ronald Reagan en la Casa Blanca, Larry Speakes. Este no supo de qué le hablaban. “Sí, lo que llaman la plaga gay”, le explicó el reportero. La risotada del portavoz presidencial no fue la única en la sala de prensa. “Yo no lo tengo, ¿y usted?”, fue su respuesta. Qué gracioso preguntar por eso aquí.

La escena aparece en el documental Freddie Mercury: The Final Act (disponible en RTVE Play y en Movistar+ con distintos nombres, traducido como El último acto y El show final, respectivamente). El filme parte de la carrera del cantante de Queen, y del concierto homenaje que se celebró tras su muerte, para ir mucho más allá: para ilustrar cómo se luchó contra el doble estigma que suponía la homosexualidad y el VIH en las dos últimas décadas del siglo XX.

Mercury tenía talento, carisma y una voz prodigiosa, y a mediados de los ochenta estaba llenando grandes recintos en giras de Queen por todo el mundo. Los primeros síntomas del sida le alarmaron, pero daba largas a su médico, y no le cogía el teléfono, cuando todo apuntaba a que tenía lo que no quería saber. Tardó meses en decírselo a sus compañeros de banda, que ya se habían dado cuenta.

La prensa sensacionalista explotó de forma miserable su caso. Quiso seguir adelante hasta el final, delgadísimo y con visibles lesiones en la piel, aunque ya no hizo más directos y se refugió en el estudio. Fue el guitarrista Brian May quien compuso para él la canción Show Must Go On, que se considera su epitafio. No era un tema fácil: lo cantó con todas sus últimas energías.

En los años ochenta, la estética LGTBI estaba haciéndose más visible en la escena pop. Pero los artistas de masas evitaban admitir su orientación sexual explícitamente y jugaban más a la ambiguedad. Las discográficas eran temerosas del impacto que tendría una salida del armario en una audiencia tan amplia. Todavía se escuchaban muchas voces conservadoras, en tribunas de prensa y en la televisión, que consideraban el sida un castigo divino a la depravación y la promiscuidad. Algo que se merecían los gais por su estilo de vida excéntrico e inmoral.

La muerte de Rock Hudson en 1985 tuvo un impacto mundial: demostraba que la enfermedad no era un mal de minorías marginadas, que podía golpear el corazón de Hollywood. El fallecimiento de Mercury, en 1991, fue menos inesperado, pero sirvió de ariete contra la homofobia. El músico se recluyó sus dos últimas semanas de vida en una mansión asediada por los periodistas. El día antes de morir hizo público en un comunicado que tenía sida.

Sus colegas de banda pelearon a partir de entonces por vincular su figura al necesario respeto a la forma de vivir la sexualidad que elige cada cual y a la urgencia de dedicar fondos a investigar el VIH. El 20 de abril de 1992, en un abarrotado estadio de Wembley en Londres, Queen actuó por primera vez sin su líder en beneficio de la lucha contra el sida. La añorada voz de Mercury fue reemplazada por las de otras grandes estrellas: David Bowie, Elton John, Annie Lenox, Lisa Stansfield, Alx Rose o George Michael.

El documental recupera imágenes inéditas de sus ensayos con la banda. Algunos de esos artistas, por cierto, eran homosexuales como el homenajeado, y en los años siguientes se iban mostrando cada vez menos interesados en ocultarlo. El mensaje de aquel concierto trascendió de largo el recuerdo de un músico excepcional. Y sigue resonando hoy.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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