‘Fleishman está en apuros’, el drama nicho de la temporada que recuerda que la vida iba en serio
Taffy Brodesser-Akner adapta su propia novela en esta ficción de Disney+ sobre una ruptura matrimonial recién cumplidos los 40, que ha hipnotizado a un pequeño ejército de espectadores que se han sentido interpelados por su crudo retrato generacional y de género
Hay un momento muy concreto en la vida en el que hay quien todavía se preocupa por encontrar un antidepresivo que no afecte a su libido. En ese punto exacto se encuentran varios de los personajes principales de Fleishman está en apuros. Tan concreto y crudo es el relato de esta miniserie de Disney+ que ha hipnotizado en pocas semanas a un pequeño ejército de espectadores, tras sentirse interpelados de forma inevitable por la sucesión de crisis de sus protagonistas. Es la serie nicho de la temporada.
La premisa inicial de la historia se centra en Toby Fleishman (interpretado por Jesse Eisenberg), un médico de vocación idealista recién divorciado de Rachel tras 15 años en común. Ella es una agente teatral adicta al trabajo y obsesionada con el éxito y el ascenso social en un despiadado Manhattan que piensa más en las escapadas a Los Hamptons que en su propia felicidad cotidiana. Pero una noche ella desaparece dejando a sus dos hijos pequeños a cargo de su exmarido. El caos se instala en un hombre que lleva semanas intentando remontar su vida recurriendo a la novedad de las aplicaciones de citas y al recuperado confort de las afinidades pasadas.
Especialmente inspirada está la serie cuando se explaya en los diálogos cargados de contexto y naturalidad entre Toby y sus dos amigos de toda la vida, Libby (Lizzy Caplan) y Seth (Adam Brody), recién reencontrados después de que algo tan normativo y a la vez tan rutpturista como es el matrimonio los haya separado durante años. El trío, en ese estado letárgico de quien acaba de entrar en la cuarentena sin ser consciente del todo de haber abandonado los felices veinte, es la voz politónica de una generación.
Como en la novela de Taffy Brodesser-Akner, cuyo guion adapta ella misma en ocho episodios, el espectador necesita paciencia para descubrir el discurso semioculto en la pequeña gran odisea de un personaje que, en principio, parece solo actualizar unos iconos tan conocidos en literatura y cine que no necesitan ser nombrados: el del neurótico hombre heterosexual judío neoyorquino. El gran giro de guion consiste en arrebatar el punto de vista al supuesto protagonista. Fleishman está en apuros da pistas de ello cuando elige como narradora a una voz externa y femenina, la de Libby, una escritora, el alter ego de la propia autora del texto, convertida sin saber muy bien cómo en ama de casa de extrarradio que vive fascinada por el reciente cambio vital de su amigo, el buen doctor.
Y, tras el brillo de Lizzy Caplan, resurge Claire Danes en un notorio y trascendente capítulo 7, encarnando a la esposa a la fuga que durante las primeras entregas aparece solo como el recuerdo de un amargo proceso de ruptura. Con el mismo talento con el que elevó a Homeland a los altares de la peak tv, la actriz da infinidad de matices a este retrato de la mediana edad y de una clase media cuya naturaleza aspiracional es su propia condena.
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