‘Extremistas.br’, una docuserie sobre cómo Brasil engendró la radicalización bolsonarista
El asalto de Brasilia obligó a Globoplay a actualizar a toda prisa, en vísperas del estreno, los ocho capítulos
El domingo 8 de enero, el documentalista brasileño Caio Cavechini estaba dando los últimos toques a la docuserie Extremistas.br, que Globoplay estrenaba la semana entrante, cuando empezaron a llegarle imágenes de cientos de bolsonaristas —reconocibles por la camiseta de la selección y las banderas nacionales— subiendo la rampa del Congreso, en Brasilia. “Confieso que mi primera reacción fue de incredulidad”, explica. Y añade: “Había estado en los campamentos golpistas, vi cómo se vaciaban”. Durante casi dos años él y su equipo se habían sumergido con paciencia y discreción en el universo bolsonarista más radical. Vieron las señales de alerta.
Cavechini pensó que las fuerzas de seguridad cortarían el paso a los invasores. Pero no, aquella tarde la democracia brasileña sufrió el ataque más grave en décadas. Quedaban 72 horas para el estreno y había que actualizar la serie. Aquel era “uno de los actos de contestación a la democracia más graves de nuestra historia. Y nosotros habíamos documentado cómo se gestaba”, explica el documentalista en una entrevista por correo electrónico.
Esta es una de las producciones que Globoplay Originals, del grupo mediático Globo, el más potente de Brasil, llevó a la última Berlinale. Una de las protagonistas es Rosangela Peçanha, una empresaria de Niteroi, una ciudad que queda frente a Río de Janeiro, al otro lado de la bahía. Con toda naturalidad, proclama: “El comunismo avanza, yo voy a la guerra”. En otro momento, dice: “Si no vamos al frente, perdemos la guerra”. Una retórica belicista que en los últimos años se ha normalizado entre los seguidores más radicales del anterior presidente, Jair Bolsonaro.
Tras abordar a decenas de ultras y con más de mil horas de material grabado, Extremistas.br se adentra lo largo de ocho capítulos en el complejo engranaje que alimenta la radicalización política en Brasil. Tiene el afán de poner orden y de explicar fenómenos que en el frenesí informativo cotidiano llegan en modo de fogonazos.
Los protagonistas ilustran la enorme diversidad de perfiles entre los más radicales y lo capilarizado que está el fenómeno: hay un comisario e influencer que defiende en redes el derecho a las armas; un joven concejal del nordeste que a la vez es un pastor evangélico que estudió para dentista, un periodista mayor y la citada empresaria. Cada uno vive en un rincón distinto de este país continental, los hay de zonas más afines a Bolsonaro o incluso de la región que ni en los peores tiempos ha dejado de ser fiel a Lula. Ese ramillete de extremistas personifica, además, elementos distintos de la radicalización política como la manipulación de la moral y la religión, la difusión de noticias falsas, las estrategias de ataques digitales contra la reputación, la defensa de las armas…
Miedo y urgencia
La docuserie es “una inmersión en el entorno en el que se generó esta violencia (el asalto de Brasilia): el discurso de odio, el modelo de negocio de las redes sociales, la inspiración internacional y, sobre todo, la reiteración del miedo y la urgencia. La movilización es permanente porque es como si nuestras vidas estuvieran en riesgo, ahora”, explica el Cavechini, que también dirigió para Globoplay el documental Marielle, el crimen que sacudió Brasil, sobre el asesinato de la concejala izquierdista de Río hace cinco años.
La tarde del asalto contra el corazón de la democracia brasileña la prioridad del equipo de Extremistas.br fue buscar a los personajes retratados en la serie para registrar sus reacciones, estaban publicando mensajes de apoyo. “Y luego, en conjunto con Globoplay, decidimos cambiar las fechas de estreno”. En vez de emitirlos simultáneamente, lo hicieron en tres fases a lo largo de 15 días para poder incluir aquel ataque inédito y las consecuentes investigaciones en su relato.
Siguieron a los fanáticos en sus movilizaciones a favor del entonces presidente, contra los jueces del Tribunal Supremo, en las acampadas que durante dos meses tras las elecciones reclamaban un golpe de Estado y en la noche electoral. Todo ello combinado con voces de expertos y una especial atención a la desinformación, formidable caldo de cultivo de la radicalización.
A Jair Bolsonaro le votaron en las últimas elecciones 58 millones de compatriotas, dos millones menos que al actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. La misma plaza de Brasilia que acoge las sedes de los tres poderes violentadas había acogido el domingo anterior una fiesta multitudinaria para dar la bienvenida al nuevo presidente. El contraste entre ambas escenas no podía ser mayor. Y aunque el temor a asalto al Capitolio en versión brasileña estaba en las quinielas desde muchos meses antes, cuando ocurrió pilló a casi todos desprevenidos y dejó al país boquiabierto por la virulencia con la que el patrimonio fue destruido.
Los más ultras entre los seguidores del militar retirado son una pequeña minoría, como explica ante la cámara el profesor de filosofía Marcos Nobre. “Un 15% de ese electorado tiene un proyecto autoritario”, explica. Esas son las personas en las que el bolsonarismo se apoyó para “construir las condiciones para dar un golpe”.
El documentalista revela que tras casi dos años de investigación ha llegado a la conclusión de que “no existe un perfil extremista como tal, y esto es aterrador”. Explica Cavechini que es un colectivo heterogéneo que, si acaso, comparte “una inmersión en un ecosistema de desinformación y un abandono total seguido de un cuestionamiento permanente de otras fuentes, como el periodismo y la ciencia”.
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