Seinfeld en el retiro dorado
Tras dos décadas viviendo de las rentas, el cómico reaparece con un monólogo en que alardea de que no tenía necesidad de hacerlo
En un momento de El último baile, el documental sobre Michael Jordan, el mejor baloncestista de la historia recibe a Jerry Seinfeld y se tratan de tú a tú, como dos de las grandes estrellas de su época, los noventa. Jordan se retiró (dos veces) cuando ya había ganado todo, y su marca es hoy un filón. Sin llegar a ese estatus de mito, Seinfeld tocó la gloria con la serie (creada con Larry David) que lleva su nombre y en la que hace de sí mismo. Tras nueve temporadas, en 1998 pensó que cómo iba a mejorar eso y pasó a vivir de las rentas (670 millones de dólares, según Forbes).
Netflix ha pagado otra fortuna (unos 500 millones de dólares) por los derechos de Seinfeld, que tenía Amazon, a partir de 2021. Se desquita así de la pérdida ante Warner-HBO de los de Friends, el otro icono noventero. Comedias de amigos burgueses-bohemios neoyorquinos las dos, Seinfeld no es tierna y entrañable como Friends, sino mordaz, porque ahonda más en el lado miserable de sus personajes.
El humorista llevaba dos décadas en barbecho, salvo proyectos menores, cuando en 2017 lo fichó Netflix (otro pastón: 10 kilos) para filmar el especial Jerry Before Seinfeld y llevar a su catálogo Comedians in Cars Getting Coffee, serie de miniepisodios en los que charla con colegas (y con Obama). Y, lo último, el monólogo 23 Hours to Kill, en el que Seinfeld sigue siendo el mismo, quizás demasiado porque repite viejos chistes.
Un paréntesis en su retiro dorado, del que alardea sin pudor: no necesitaba volver. “Sabéis de sobra que podría estar en cualquier lugar del mundo. Sed sinceros: si estuvierais en mi lugar, ¿os subiríais aquí arriba?”. El especial funciona, pero no tanto como la serie, que envejece muy bien: entonces Jerry era igual de cínico pero no iba de sobrado. Claro que él nunca pretendió caernos bien, sino hurgar en lo peor de nosotros.
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