“Nunca me planteé ser científica en España”
Juncal Arbelaiz, de 30 años, estrena beca de la Schmidt Science Fellow para estudiar la intersección entre naturaleza y robótica
He aquí una española pletórica, una joven ingeniera de Irún que, con apenas 30 años, está cumpliendo el sueño de formarse en la meca de la ciencia, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Ahí se doctoró gracias a una beca de la Fundación La Caixa y ahí ha sido elegida por la Schmidt Science Fellow, el programa del expresidente de Google Eric Schmidt, para hacer su posdoctorado. Juncal Arbelaiz describe apasionadamente los términos de su investigación: la intersección entre lo biológico y lo robótico. Ni más ni menos.
Pregunta. ¿Nos puede explicar su trabajo para que lo entendamos?
Respuesta. Me interesa un tipo de robots nuevos que son los robots blandos, los soft robots, que intentan imitar la naturaleza, imitar a algunos animales: un pulpo, una serpiente, seres así… La flexibilidad de estos robots tiene muchas ventajas porque pueden adaptarse mejor a diferentes terrenos frente a los robots rígidos. Pero también presentan problemas: su evolución en el tiempo, su dinámica, cómo se mueven… todo eso está escrito en ecuaciones complicadas que yo intento coger para diseñar inteligencia artificial con ellas. Estoy en lo que llamamos inteligencia distribuida: se trata de lograr que los sensores que tienen esos robots en el cuerpo no envíen todas sus medidas a un solo cerebro sino a varios, que cada uno pueda tomar decisiones de forma independiente y que, aun así, el robot actúe como una sola entidad y lo haga bien. Eso es la inteligencia distribuida.
P. ¿Puede uno de esos robots imitar realmente a la naturaleza?
R. En ello estamos (ríe). Al menos buscamos inspiración en la naturaleza. Quizá no siempre tengamos que replicar la biología. La naturaleza presenta problemas que nosotros como ingenieros de sistemas todavía no logramos resolver del todo. Pero un poco de inspiración, sí.
La naturaleza presenta problemas que nosotros como ingenieros de sistemas todavía no logramos resolver del todo. Pero un poco de inspiración, sí
P. ¿Las máquinas podrán aprender a comportarse?
R. Quizá. El reto está en diseñar el objetivo y dar a la máquina las pautas para que aprenda a adaptarse a su entorno. Pero ni siquiera las personas nos ponemos de acuerdo sobre el comportamiento óptimo. Estamos en el camino correcto, avanzando en la autonomía de la inteligencia artificial, pero aún nos queda mucho para llegar a lo que un humano o muchos animales más primitivos consiguen hacer en su día a día.
P. ¿Esos robots blandos serán útiles para la cirugía?
R. Tienen muchas aplicaciones y una de ellas es la cirugía, porque al tocar un tejido del cuerpo humano hay menos riesgo de daño que con un robot rígido.
P. ¿Cuáles tiene a su alcance?
R. He visto un pequeño pulpo a base de neumática y aire. Hay peces de goma. Se diseña su geometría para ver cómo interacciona con el fluido y explotar esa interacción para que se propulse hacia adelante. Hay robots parecidos a serpientes o gusanos que logran moverse por ondas en el cuerpo. Hay todo tipo de materiales, diseños y métodos de fabricación, pero son prototipos.
P. ¿Nos cuenta una anécdota?
R. Ayer me ocurrió algo (ríe, entusiasmada…) Hace unos días se publicó una noticia sobre mi trabajo y me contactó alguien que venía del otro extremo: un profesor que estudia la parte biológica de las medusas. Nos dimos cuenta de que las preguntas que él se plantea desde la biología son las mismas que yo me planteo para crear robots. En la intersección entre diferentes campos surgen los proyectos más bonitos. Tal vez vamos a trabajar juntos.
P. Se la ve muy feliz. ¿Sería posible esto en otro lugar del mundo, por ejemplo en España?
R. Es difícil. Quizá estudiarlo sí, pero no sé con qué medios. Nunca me he planteado hacer carrera científica en España, el gusanillo me entró cuando llegué al MIT por primera vez. Siempre me gustó la ciencia y era una buena estudiante, pero la idea de hacer el doctorado nació en el MIT. Hice el grado de Ingeniería y el máster en Navarra, pero las oportunidades que me han surgido aquí en EE UU no me han surgido nunca en España. Eso sí. También debo decir que una de las fundaciones que me ha apoyado es española: la de la Caixa.
P. ¿No es posible ser científica en España?
R. De España no puedo hablar, pero los medios no son los mismos. Lo que me gustó al llegar al MIT fue que es una universidad muy fuerte en investigación, con muchos medios, con gran colaboración entre departamentos, proyectos multidisciplinares y todo el mundo con muchas ganas de empujar y hacer cosas. Es un espíritu que me contagió mucho.
Espero que usemos robots para hacer tareas que hoy hacen los humanos y que son malas para ellos porque conllevan riesgo
P. ¿Y dónde fueron a parar sus compañeros de universidad?
R. Algunos están en EE UU, en Inglaterra, en Suiza... nos esparcimos un poco por varios países, pero algunos se quedaron en España.
P. Imagine que han pasado 25 años. Usted tendrá 55. ¿Qué se habrá logrado?
R. Espero que usemos robots para hacer tareas que hoy hacen los humanos y que son malas para ellos porque conllevan riesgo, como en un desastre nuclear. Con suerte llegaremos a un punto en que podamos mandar robots a una zona radiactiva y si mueren, al fin y al cabo, son objetos. Solo hay un coste económico. O que los usemos en tareas repetitivas que no dejan a un humano utilizar su creatividad, que es lo bueno que tiene el ser humano. Espero que podamos crear robots con el nivel de inteligencia necesario para poder encargarse de ese tipo de tareas y que los humanos podamos dedicarnos a cosas mejores.
P. ¿Y los empleos perdidos?
R. Los empleos cambiarán. Unos desaparecerán, pero se crearán otros. Hará falta gente que sepa de robótica, códigos, dinámica, ingenieros mecánicos más tradicionales… Con suerte, los empleos serán más interesantes.
P. ¿Qué echa de menos de España?
R. A mi familia muchísimo. Yo soy de Irún, la gente suele saberlo porque todas las Juncales salen de Irún (ríe), y cuando puedo me escapo a mi pueblo.
P. ¿La ciencia le viene de cuna?
R. Mi padre estudió Económicas por su cuenta y mi madre era administrativa y luego ama de casa. La cosa científica no me viene de familia, pero ellos me inculcaron la formación, el interés, la curiosidad por seguir aprendiendo. Hay gente a la que siempre le pareció una tortura estudiar, pero a mí siempre me gustó aprender cosas nuevas, leer y me sigue gustando. A la gente curiosa nos va la ciencia.
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