“Existe un ‘tecnovirus’ cuyo nivel de contaminación mental mengua la libertad de las personas”
Según el filósofo, matemático y ensayista Javier Echeverría existe un tecnovirus, una entidad informacional que se difunde a través de los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales y que genera graves desafíos y posibles desastres económicos y sociales
Las hipótesis de Javier Echeverría (Pamplona, 1948) sobre el impacto de la tecnología en la sociedad se remontan a más de 25 años atrás, cuando bautizó con el término “Telépolis” a un nuevo modelo de ciudad global cuyas actividades se desarrollan en lo que denomina “tercer entorno”, esto es, el mundo digital. Según el filósofo, matemático y ensayista, nuestras acciones en este escenario virtual nos convierten en tecnopersonas, una dimensión del ser humano distinta pero complementaria a las que mostramos con nuestra identidad física en la naturaleza (primer entorno) y nuestra identidad jurídica en la ciudad (segundo entorno).
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- P. ¿Qué lecciones podemos sacar de vivir hiperconectados en pleno confinamiento?
- R. Internet no es un simple canal de comunicación, sino todo un medio ambiente al que ahora hemos tenido que adaptarnos mucho más, forzados por las circunstancias del confinamiento. Teniendo siempre presente el sufrimiento y los inconvenientes acarreados por el coronavirus, uno de los aspectos positivos de esta situación es que buena parte de las actividades humanas, empresariales y de ocio se ha trasladado a ese tercer entorno, cuyo desarrollo ya ha transformado a las personas en tecnopersonas. Existen miles de procesos de alto nivel que se hacen en ese nuevo ambiente social a través de las tecnologías digitales y el futuro continuará en esa dirección. Estoy convencido de que iremos hacia un modelo de gobernanza mixto y complementario entre los tres entornos frente al modelo actual proveniente de la civilización industrial, donde la producción se centra en las fábricas de las ciudades. Esta es una de las enseñanzas que quedarán de esta pandemia, independientemente de que la crisis económica será salvaje.
- P. Ese tercer entorno tampoco se ha librado de infecciones, incluso antes de que se decretara el estado de alarma que hizo que se incrementara la actividad en el mundo virtual…
- R. Así es. Dentro de esta pandemia distingo claramente entre el virus, que es una entidad biológica, y el tecnovirus, que es una entidad informacional que se difunde a través de los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Esta segunda dimensión del virus genera graves desafíos y posibles desastres económicos y sociales que sin duda también provocarán transformaciones políticas. Todo esto demuestra el poder creciente del tercer entorno sobre las personas y sus modos de vivir y pensar.
- P. ¿El ‘tecnovirus’ tiene forma de bulo?
- R. Es una de sus representaciones, pero va más allá. Tiene que ver con cómo gestionamos la información en un momento de crisis que ha transformado nuestra cotidianidad. Un mal uso puede elevar el grado de alarma, temor y angustia de la sociedad hasta alcanzar un nivel de contaminación mental que mengua la libertad de las personas. Por eso debería haber una política concertada de lucha contra el tecnovirus basada en estudios de científicos sociales y que ayude a difundir información fiable y accesible para la ciudadanía a través de un modelo abierto de gestión de los datos. Si cada vez vamos a movernos más en el tercer entorno, debemos procurar que esté lo menos contaminado posible, lo que incluye una gobernanza o planes de acción para combatir la expansión del tecnovirus sobre todo en los aspectos claramente perniciosos como las noticias falsas.
- P. ¿Esta crisis ha evidenciado aún más la brecha digital por diferencias socioeconómicas?
- R. Hoy en día ya hay wifi en casi todas las casas, pero el ministerio de turno debería remediar urgentemente la situación si aún existen hogares sin conexión o con un único ordenador para toda una familia, con el fin de que cada miembro pueda trabajar, formarse y entretenerse en Internet. Los gobiernos deben garantizar a través de nubes públicas el ejercicio de ciertos derechos y el desarrollo de actividades propias de servicios básicos como la sanidad o la educación. No tengo claro que el curso 2020-2021 vaya a ser cien por cien presencial y quizás entre un 20% y un 30% de la actividad educativa tenga que desarrollarse online, así que habría que aprovechar la ocasión para generar todas las infraestructuras necesarias, así como facilitar una buena interconexión entre las escuelas para que los profesores intercambien contenidos y recursos.
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