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En Silicon Valley la vida es un ‘focus group’

O por qué pensamos que el próximo Pixel de Google tendrá doble cámara trasera

Un hombre prueba un prototipo en el evento tecnológico Maker Faire.
Un hombre prueba un prototipo en el evento tecnológico Maker Faire.

Silicon Valley tiene sus métodos, verbos y manías. O una mezcla de todo. Las empresas, startups, los servicios, incluso los vendedores ambulantes, tienen siempre preparada una encuesta para recibir feedback. Lo mejor de esta costumbre es que se aprecia la honestidad y se asumen las críticas con encomiable permeabilidad. Al fin y al cabo, lo que quieren es hacerlo mejor para conquistar al consumidor.

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El lado malo es que, a veces, no se sabe qué decir o no se tiene una opinión formada sobre algo. Tener muchas respuestas, pero de escasa calidad o poco variadas tampoco es positivo. Nada más salir de un evento, llega una encuesta en la que se espera honestidad y reflexión para hacer todavía mejor la experiencia.

Otra costumbre es la búsqueda de experiencias distintas, en situaciones diversas, antes de lanzar algo. A probar y cambiar se le llama iterar. Y se repite en cada proceso.

Antes de venir a Silicon Valley, la historia del prototipo de iPhone 4 olvidado en un bar que terminó en manos de un periodista y abrió una batalla legal entre Apple y el medio que lo publicó, sonaba a novela. Cuando vives aquí te das cuenta de que el sector tecnológico invade todo en la zona de la Bahía de San Francisco. Lo sucedido es creíble y extraña que no sucedan más casos similares.

El pasado viernes, cuando la conferencia de Google daba sus últimos coletazos, en San Mateo tenía lugar uno de los eventos del año, la Maker Faire. Un festival pensado para niños en el que los mayores lo gozan tanto o más. Consiste en mostrar prototipos de aparatos hechos por uno mismo y comprar piezas para seguir construyendo y aprendiendo. Google, por ejemplo, tenía un taller para aprender a soldar. Intel enseñaba cómo manejar una antigua máquina de pinball usando el móvil y uno de sus chips, Curie. Robots y luces de neón para jugar y crear.

Sentados ante la típica comida de feria: salchichas gigantes con su cebolla y pimientos y patatas fritas, dialogábamos con Mak Gutiérrez, líder de Hackers and Founders en América Latina, y Karina Cau, de BBVA Bancomer México, sobre el reciente I/O. Se nos acercó un señor con un extraño armatoste en la mano. Dijo trabajar para Google y necesitarnos para “mejorar las fotos de los móviles. Si todo va bien, gracias a vuestra ayuda pronto, se notarán cambios en la calidad de las imágenes”. ¿Cómo negarse ante tal reto cuando lo único que quería era una foto de grupo y un retrato de cada uno? La clave estaba en cómo y con qué tomaba la instantánea. El investigador en cuestión portaba una carcasa, seguramente hecha con una impresora 3D, con tres móviles en su interior. Estaban alineados para tomar la misma imagen, pero con diferentes distancias, de apenas un centímetro de diferencia. El diseño era el de un móvil con sensor de huella trasero y doble cámara. Las tres unidades eran de color negro.

Ante el aluvión de preguntas inesperadas, se negó a dejarnos hacer fotos de su artilugio. Salió huyendo a la pradera aledaña, buscando nuevos sujetos que se prestasen a posar para su objetivo.

Después de esta experiencia, un día cualquiera en un pueblo de Silicon Valley, no es descabellado pensar que el próximo Pixel de Google mantendrá el diseño actual (fabricado por HTC), pero añadirá doble cámara trasera, sin perder o cambiar de lugar el sensor de huellas, y contará con Tango, el sistema de posicionamiento y realidad aumentada que por ahora solo usan algunos modelos de Lenovo, pero que ha creado Google.

En Silicon Valley cualquier momento, situación o lugar sirve para hacer pruebas, experimentos y mejoras.

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