Nunca es tarde para ser astronauta por un día
Un grupo de 30 mujeres, de entre 70 y 96 años, experimenta la exploración del Universo, el desierto, el océano y los cielos con gafas de realidad virtual
"¡Madre mía, qué grande es la Luna! ¡Y qué bonita se ve la Tierra desde cerca!". Parecían niñas descubriendo el mundo por primera vez. Pero nada más lejos. Era, en efecto, la primera vez que Perpetua Ruiz, de 92 años, probaba unas gafas de realidad virtual y no salía de su asombro. A esta extremeña, que vive hace más de siete décadas en Madrid, siempre le ha gustado la astronomía: "Me fascinan las estrellas. Me hubiese gustado dedicarme a algo así, pero en mi época las mujeres no teníamos los recursos de hoy en día", cuenta. Este lunes, Perpetua ha podido pasear por el Universo y disfrutar un poco de la sensación de ser astronauta por un día. Ella ha sido una de las 30 señoras, de entre los 70 y los 94 años, que han participado en un homenaje a las mujeres pioneras en la investigación espacial, submarinismo, aeronáutica y arqueología, celebrado en la sede de Madrid Google.
Mientras Perpetua contemplaba las galaxias, Carmen Sánchez Gutiérrez (madrileña, de 78 años) exploraba el desierto del Sáhara, moviendo la cabeza de un lado a otro para no perderse ningún ángulo del vídeo en 360º. "Nunca había visto las pirámides tan de cerca, me ha sorprendido mucho. ¡Es una sensación preciosa!". La empresa de tecnología ha montado cuatro pequeños escenarios diferentes, donde las visitantes juegan a realizar por un día profesiones en las que la presencia del hombre es dominante. "Para la primera mujer arqueóloga, encontrar los tesoros de ese desierto tiene que haber sido como descubrir la América", compara Carmen.
Algunas de las señoras son las abuelas de los trabajadores de la oficina, pero la mayoría ha venido de la Fundación Amigos de los Mayores, una residencia de la capital. Pilar Rey, una madrileña de 93 años, cuenta que la realidad virtual le ha supuesto un agradecido cambio en su rutina. "Me han gustado mucho las gafas esas, ¿eh? Es una experiencia que le transportan a una a cualquier lugar", dice sonriente.
Carmen ha sido una de las más motivadas con la actividad y se ha empeñado en probar todos los escenarios. Después de pasear sobre camellos, se sumergió al fondo del mar. "¡Un tiburón martillo acaba de pasar a mi lado, uno muy grande!", exclamaba excitada en la cabina de submarinista. Después, se ha puesto a pilotar aviones. "No sabía que llevaban GPS. Hay un panel con muchas luces y botones, que lío tienen los pilotos...", comenta con las gafas puestas. Cuando se las quita, da su veredicto con una sonrisa: "Me ha gustado, pero no podría conducir uno de esos en la vida real. Son cacharros muy pequeños y tengo un poco de claustrofobia", se excusa.
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