El vínculo biónico
El cuerpo puede ser el soporte de tecnología microscópica
Puede que se sienta emocionalmente unido a su teléfono inteligente, con el que pueden surgir sentimientos de amor, adicción o separación. ¿Pero y si también estuviese unido a él físicamente? ¿Y si cualquiera de nosotros y nuestro iPhone estuviésemos tan cerca que nos convirtiésemos en... uno?
La idea de fusionar a los humanos con las máquinas podría no ser tan descabellada en un mundo cada vez más pequeño e inteligente. Cuando la tecnología se vuelva microscópica, el propio cuerpo humano se convertirá en soporte.
“Cuando el producto se vuelve biónico, al final no hay producto”, decía el diseñador Philippe Starck a The Times. La era digital ha generado un proceso de “desmaterialización”, afirma, y al final a los humanos se les implantarán microchips y se convertirán en el producto.
Aunque el cuerpo todavía no haya llegado a eso, el mundo del diseño está tratando de acercarse todo lo posible. La cama iCon de Hollandia tiene un cabecero equipado con altavoces, amplificador y puertos de conexión para dos iPad. La D’E-light de Flos, diseñada por Starck, es una elegante lámpara de mesa equipada con una conexión para dispositivos de Apple.
La idea de fusionar a los humanos con las máquinas podría no ser tan descabellada en un mundo cada vez más pequeño e inteligente. Cuando la tecnología se vuelva microscópica, el propio cuerpo humano se convertirá en soporte.
A medida que la tecnología se incrusta allí donde nos sentamos y dormimos, también lo hace en lo que llevamos puesto. Lo que impide que verdaderamente seamos uno solo con nuestro teléfono es que otras personas pueden saber cuándo lo estamos usando. Si pudiésemos escribir mensajes de texto a hurtadillas… Los investigadores de Microsoft han creado un prototipo de pantalla táctil que puede usarse para enviar mensajes mientras está oculta en una chaqueta o el bolsillo de un pantalón, según informa The Times. Este objeto tecnológico que se lleva puesto, llamado PocketTouch, puede interpretar señales a través de la ropa. Respondan a una llamada dibujando un mensaje sobre el bolsillo que diga: “Llego tarde. Estoy en una reunión”, mientras siguen manteniendo el contacto ocular.
¿Escalofriante? Quizás. Pero no más que un par de gafas que pueden proyectar información sobre quién o qué estamos observando, sin que nadie más lo sepa. Se espera que Google empiece a vender a final de año unas gafas de realidad aumentada cuyas lentes funcionan como una especie de monitor de ordenador a través del que se puede ver. Mediante una cámara incorporada a las gafas, Google puede enviar un flujo continuo de imágenes a sus ordenadores y devolver información al usuario, ya sea sobre un monumento que esté contemplando o sobre la identidad de una persona.
Mientras tanto, tendremos que conformarnos con las pantallas. Para manejar el aluvión de datos, muchos están añadiendo una segunda o incluso una tercera pantalla de ordenador en el trabajo. Matt Alfrey, corredor de Bolsa de Portland, Oregón, dice que puede recorrer con la vista seis monitores que muestran un cúmulo borroso de mensajes, titulares y denominaciones abreviadas de acciones. Aunque trabaja junto a otros corredores, dice que se siente aislado. “Estás sentado detrás de un muro”, decía a The Times. Al otro lado, con su propio muro, está un compañero que vive en su mismo barrio. “Bromeamos con que hay más probabilidades de que nos veamos por el barrio”.
Pero para quienes se ocupan de varias tareas a la vez con varias pantallas, un solo monitor es demasiado lento. James A. Anderson, catedrático de comunicación de la Universidad de Utah, usa tres. “Se puede captar todo de un vistazo”, explica a The Times.
Y exactamente así es como podría ser la vida muy pronto.
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