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OCIO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Catalunya no existe...y Spain tampoco

La MWC es un asteroide caído en la plaza de Espanya, donde la gente se comunica por señas o en inglés

Las famosas pastas de té de la MWC de Barcelona.
Las famosas pastas de té de la MWC de Barcelona.J. M.

Lo único catalán de la MWC se queda metros antes de la entrada. Un señor reparte folletos de "Essential catalán Folk Songs, les plus belles chansons catalanes"; otro da tarjetas de bellas señoritas, y un puñado protesta por sus condiciones laborales. Es el lado autóctono de la feria. Es más, si uno quiere llegar a ella que no espere encontrar en el metro un solo indicador. La señales de la MWC se encuentran cuando ya has llegado, en una filosofía de la orientación muy latina. En el metro, la única señal es para la “fira de Montjüic”, referencia internacional donde las haya.

Duela o no, la MWC es un país propio con sus restaurantes para judíos, para árabes o los noodles chinos. Cataluña no existe…y España, tampoco. El único idioma que impera es el inglés, en el habla de sus gentes y en la lluvia de indicaciones, eslogan y servicios que se muestran. Si el presidente catalán quiere cuadrar sus presupuestos no tiene más que aplicar las leyes sobre rotulación en catalán para forrarse, incluso podría multar a su propio pabellón, enfrente del de España. Ambos tienen algo en común: para evadirse del agobio general, entren en cualquiera de estos pabellones, o en el de Rumanía o en el austriaco o en los árabes. Los pabellones monocountries no funcionan, ni aquí ni en ningún otra feria, ni hoy ni en años anteriores.

Una nueva edición de MWC en Barcelona no significa que todo sea distinto, por lo general todo suele ser igual. Las empresas se reservan el mismo sitio que el año anterior, los profesionales son los mismos, que se rencuentran después de haberse visto en Las Vegas o en Hannover, y hasta las caras de los ponentes se parecen sospechosamente a las de 2011. Aquí el premio es para Peter Chou, el consejero delgado de HTC, que se da un atracón de discursos, de feria en feria, pero que va recogiendo sus frutos. Las ventas de sus móviles son cuestionables, pero su nivel de inglés ha mejorado un montón con la práctica.

Las quejas también suenan a viejas; la principal es por la congestión del tráfico, pero de datos, no de coches. Lo que quiere la gente es que sus móviles corran como el viento. Los rituales también llegan a la sala de prensa, donde nos espera, un año más, la entrañable bandejita de pastas de té que, inocentemente pensamos haber exterminado el pasado año. Pues no, hay siguen tan lozanas, la de guinda, junto a la de chocolate, la de mermelada de melocotón al lado de la lisa, en el mismo orden que en la primera edición del MWC cuando la mayoría de los asistentes no peinaban canas. En cuatro horas se han despachado 63 bandejas que, a 40 pastas por bandeja, son unas miles. El design no ha hecho mella en ellas. La pastita redonda y amarillenta acabarán siendo un referente internacional, la imagen, el símbolo de Cataluña y de España.

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