Un año de la emergencia internacional por mpox: “La situación es la misma, pero ya no hay pánico”
El virus sigue presente en África, donde se han diagnosticado más de 32.000 casos este año, pero los brotes fuera son escasos y controlados


Una noticia se encaramó a las portadas de los periódicos y los telediarios hace justo un año: la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba a la mpox (antes viruela del mono) como emergencia sanitaria internacional. Meses después, incumplido el temor de una rápida propagación al resto del mundo y una muy elevada letalidad, quedó en el olvido de occidente. Adrián H. Aginagalde, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, lo resume así: “La situación es la misma, pero ya no hay pánico”.
Lo que sucedía hace un año es que una nueva variante (el clado IB) parecía propagarse con más rapidez y letalidad que su predecesora en República Democrática del Congo (RDC), y estaba llegando a otros países vecinos. La OMS decidió declarar por octava vez en la historia su máxima alerta sanitaria por una situación “muy preocupante”, en palabras de su director general, Tedros Adhanom Gebreyesus. “Una respuesta internacional coordinada es esencial para detener estos brotes y salvar vidas”, dijo entonces.
Fue la segunda ocasión en la que la OMS declaraba la emergencia internacional por mpox. La primera, en 2022, había saltado de África a Europa y Estados Unidos, especialmente entre hombres que tenían relaciones sexuales con hombres sin protección. España fue entonces el mayor foco, con más de 8.000 casos, que se atajaron con rapidez gracias, en parte, a una vacuna eficaz que databa de la lucha contra la viruela humana. Fue poco después cuando la OMS decidió cambiar el nombre de viruela del mono a mpox, para no estigmatizar a las poblaciones más golpeadas por el virus.
Hoy, los casos en occidente son importados, esporádicos y no existen brotes descontrolados, pero el mpox sigue en circulación en RDC y por sus países vecinos. A medida que se fue propagando la nueva variante se comprobó que la letalidad no era tan alta como en un principio temieron las autoridades. Pero el hecho de que no haya habido grandes avances en los países endémicos no es una buena noticia para el mundo, según los expertos consultados. “Las epidemias hay que atajarlas en origen”, sentencia Aginagalde.
En el primer semestre del año se contabilizaron más de 32.000 nuevas infecciones, casi la mitad de ellas en RDC, según el último informe de situación de la OMS, del 31 de julio. “Todos los clados del virus de la mpox siguen circulando en varios países, con riesgo de transmisión comunitaria sostenida si no se interrumpe rápidamente la cadena de contagios. Aunque la tendencia general en el continente es descendente gracias a la reducción de casos en Sierra Leona y RDC, Uganda mantiene una transmisión comunitaria importante (tercer país con más casos confirmados), con un 48% de las muertes en personas con VIH”, reza el informe.
Aginagalde cree que la declaración de emergencia fue adecuada, pero que en este año la OMS ha demostrado su escasa capacidad ejecutiva. “Como mucho ha habido coordinación, en línea con la respuesta tradicional antes de la covid para utilizar recursos, vacunas, adaptarlas a las necesidades. Pero la OMS necesita más recursos para ello, es una organización internacional de salud pública muy débil. Se solía decir que tenía dinero, y no leyes. Pero ahora [Estados Unidos ha retirado su financiación este año], ninguna de las dos cosas”, señala.
La declaración de la OMS no tiene capacidad de obligar a los países a nada. Es más bien una llamada de atención a la comunidad internacional para que se movilice, un intento de coordinación con sus escasos medios y una vía para facilitar la aprobación y distribución de vacunas. En el caso de la mpox existen unas relativamente efectivas, ya que se han adaptado las que existían para la viruela, pero la capacidad de producción y el acaparamiento de los países desarrollados no permite que lleguen todas las precisas a África, que es donde son ahora realmente necesarias.
Rafa Toledo, catedrático de Parasitología en la Universidad de Valencia, opina que la vacunación en las zonas donde se expande es la única forma realista de romper el ciclo del virus y detener su expansión, por lo que pide mayor donación de dosis y facilitar los mecanismos para que lleguen a las poblaciones afectadas. “El problema de la mpox se debe fundamentalmente a la situación bélica que vive RDC. Lo ideal serían cambios sociales que ahora son casi imposibles, por los conflictos, los movimientos de población y el hacinamiento”, añade.
Es un caldo de cultivo perfecto para la mpox, que se contagia por el contacto directo de la piel. Es el motivo por el que este brote está afectando sobre todo a niños, que se tocan más jugando, tienen un sistema inmunitario más inmaduro y duermen a menudo juntos en una habitación. Y es también la razón por la que la transmisión en los países occidentales se produce sobre todo a través de relaciones sexuales.
A Toledo le preocupa que el virus haya podido pasar de un ciclo básicamente silvestre, con pequeñas intrusiones en personas, a uno más humano que lo convierta en endémico. “Las zonas en conflicto tienen más difícil controlar [el virus], pero también es más complicado que salga. Por eso se transmite sobre todo en zonas fronterizas. Y los casos importados, que vienen dándose desde hace tiempo, son más aislados y fáciles de controlar”, señala.
El peligro global pasaría, en opinión del virólogo Antonio López Guerrero, porque el patógeno mejorase su transmisión en humanos a la vez que aumentara su letalidad. “Ahora se sitúa en un 0,4% o 0,5%, muy baja en comparación con la de la viruela humana, ya erradicada. Ese riesgo implicaría que se propagara con la misma facilidad que aquella y, además, resultara más mortal. No obstante, la evolución de la adaptación vírica a una especie no suele seguir ese camino, sino el opuesto: aumentar la transmisibilidad y reducir la virulencia, tanto en el clado 1 como en el 2″, señala Guerrero, que acaba de publicar el libro Los buenos virus (Guadalmazán).
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