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Viaje a Wuhan cinco años después: sin rastro de la pandemia en la ‘zona cero’ del coronavirus

La ciudad china registró los primeros casos de la infección y llevó a cabo el primer confinamiento de la población para frenar los contagios

Wuhan
Un cruce junto al mercado de mariscos de Huanan, hoy clausurado, donde se detectaron los primeros casos de coronavirus, en la ciudad de Wuhan, este miércoles 22 de enero. Guillermo Abril
Guillermo Abril

El sol asoma entre torres de viviendas y oficinas, atraviesa la bruma contaminada de la mañana. En el cruce, decenas de peatones, de coches, motos y bicicletas pasan de camino a sus tareas diarias. Un guardia ordena el tráfico. Unos barrenderos descansan en un bordillo. Ninguno se detiene a admirar qué hay detrás de las vallas de color azul desvaído que rodean el edificio. Es el mercado de mariscos de Huanan. La zona cero del coronavirus convertida en un paisaje urbano cotidiano. En este lugar se detectaron los primeros casos de una neumonía desconocida a finales de diciembre de 2019. Fue clausurado el 1 de enero de 2020 para proceder a su desinfección. Sigue cerrado. Y vacío.

Wuhan fue confinada el 23 de enero de 2020, hace exactamente cinco años. Y, un lustro después, esta ciudad de 13 millones de habitantes, atravesada por el río Yangtsé, trata de pasar página. Aunque hay cosas que no cambian: al cabo de un rato de merodear junto al mercado, y de tomar algunas fotos, se abre una portezuela y sale un agente de seguridad lanzando gritos.

A la izquierda, el hoy clausurado mercado de mariscos de Huanan, en la ciudad china de Wuhan.
A la izquierda, el hoy clausurado mercado de mariscos de Huanan, en la ciudad china de Wuhan.Guillermo Abril

Wuhan ha recuperado el ritmo. Sus ciudadanos han retomado sus vidas. La covid ha ido desapareciendo gradualmente de las conversaciones. Carrie, nombre inglés de una wuhanesa de 28 años que trabaja en una aseguradora médica internacional, dice que “la ciudad está llena de esperanza”. Es lunes de esta semana, hora de la cena en un restaurante repleto. A su alrededor se ven familias, parejas, gente alegre. Se acerca el año nuevo chino y muchos ya están de vacaciones. Carrie añade, como símbolo de ese redespertar, que Wuhan será una de las sedes de la gala de la Fiesta de la Primavera, el programa más visto de la televisión en China: lo siguen casi todos los hogares para dar la bienvenida al año nuevo.

“Wuhan es la ciudad más grande del centro de China y capital de la provincia de Hubei”, dice un reciente artículo del medio estatal CGTN sobre la gala. Ni una mención a la pandemia, igual que es poco probable que el programa hable de la covid, de los primeros pacientes, de los muertos, o de las semanas en que Pekín insistía en que el virus no era transmisible entre humanos.

Un lustro después, en China no hay conmemoraciones oficiales, y la prensa estatal, regida por estrictas normas de propaganda, no recoge la efeméride. Tras casi tres años de férrea política de covid cero, de un día para otro, el Gobierno chino pasó de confinar ciudades y de obligar a la población a hacerse pruebas PCR cada 48 horas a declarar la “victoria” contra el virus.

Pero hay quienes no olvidan.

“En la superficie, parece que no hay cambios obvios en la ciudad y en la gente de Wuhan. Sin embargo, muchas veces puedes percibir que el dolor de entonces sigue prendido del corazón de la gente”, dice la célebre escritora Fang Fang (Nanjing, 69 años), residente en Wuhan.

Un trabajador del nuevo mercado de mariscos de Wuhan, ubicado en las afueras de la ciudad, al que se trasladaron los antiguos comerciantes del mercado donde se detectó el brote coronavirus. Retratado el martes 21 de enero.
Un trabajador del nuevo mercado de mariscos de Wuhan, ubicado en las afueras de la ciudad, al que se trasladaron los antiguos comerciantes del mercado donde se detectó el brote coronavirus. Retratado el martes 21 de enero. Guillermo Abril

Durante aquel primer confinamiento, que duró 76 días, Fang llevó un concienzudo registro que colgaba en Internet y leían decenas de millones de personas. Editado después bajo el título Diario de Wuhan (Seix Barral, 2020), en el libro asegura que se podría haber evitado un daño “devastador” si las autoridades no se hubieran empeñado en “contar solamente noticias positivas y ocultar las negativas, prohibir que la gente diga la verdad”. La escritora sigue pagando por ello.

Fang no se encuentra en la ciudad; responde a EL PAÍS mediante mensaje. Últimamente viaja mucho. “Debido al Diario de Wuhan, las autoridades prohibieron los derechos de publicación y difusión de mis obras, y me quitaron todas las actividades sociales”, explica. “Esto me ha dejado mucho tiempo libre. Como aún no soy demasiado vieja y todavía puedo conducir, decidí viajar. ‘Leer diez mil libros y viajar diez mil millas’ [cita un proverbio] es un hermoso sueño para los literatos chinos. China es inmensa y hay muchos lugares que merece la pena visitar”.

Sus palabras esconden el sabor amargo de la censura. Pekín ha callado, perseguido e incluso encarcelado a personas que dieron una visión alternativa. En mayo de 2024, por poner un ejemplo reciente, la periodista china Zhang Zhan, de 40 años, quedó en libertad tras cumplir cuatro años de condena por documentar los primeros días de la pandemia desde Wuhan. Relató el acoso contra los familiares de las víctimas que reclamaban una investigación, y las detenciones de otros reporteros independientes. “El Gobierno ha gestionado esta ciudad por medio de intimidación y amenazas... Esa es la auténtica tragedia de este país”, lamentaba en el último de sus vídeos desde Wuhan.

Un puesto del nuevo mercado de mariscos de Wuhan.
Un puesto del nuevo mercado de mariscos de Wuhan.Guillermo Abril

Uno de los primeros en desviarse del relato oficial fue el oftalmólogo Li Wenliang, que en enero de 2020 dio la voz de alarma antes de que lo hicieran las autoridades. Alertó a contactos cercanos de que varios pacientes ingresados en su hospital mostraban síntomas muy similares a los del SARS, el síndrome respiratorio causado por un coronavirus que en 2003 mató a casi 800 personas en todo el mundo. El mensaje privado se hizo viral. Le costó una amonestación de la policía por difundir rumores. Al poco, se infectó de covid y murió el 7 de febrero de 2020. Unos días antes, declaró en una entrevista: “Creo que en una sociedad sana debe haber más de una voz”. El Tribunal Supremo de China terminó por criticar duramente el comportamiento de la policía de Wuhan y defendió a Li y a otros médicos reprendidos.

El oftalmólogo es considerado hoy un héroe de forma casi unánime. Su cuenta de la red social Weibo, la más popular, es otro termómetro que indica que la gente no olvida. Cuando se aproxima el aniversario de su muerte, se llena de mensajes espontáneos del tipo: “Doctor Li, es 2025, espero que todo vaya bien para ti, que estés feliz y con salud”.

“Otros rememoran diversos acontecimientos de la pandemia en las redes sociales, a menudo reproduciendo vídeos y compartiendo fotos de aquella época”, añade Fang. Habla de una “acumulación de emociones” que inevitablemente “transforman en silencio a la gente”, a pesar de que el término “pandemia” casi haya desaparecido de los “artículos oficiales”.

Un callejón en la parte trasera del mercado de mariscos de Huanan, hoy clausurado.
Un callejón en la parte trasera del mercado de mariscos de Huanan, hoy clausurado.Guillermo Abril

En Wuhan, hay a quienes les resulta complicado olvidar. El señor Li, un vendedor de pescado y mariscos de 60 años, tenía tres locales en el mercado de Huanan. Es martes, y está sentado al sol del mediodía, frente a uno de los puestos que abrió hace un año en el nuevo emplazamiento de las afueras al que fue trasladado. Confiesa que le iba mejor antes: estaba más céntrico. Lleva botas de goma hasta la rodilla. Le envuelve el olor del pescado reseco mientras hace memoria sobre aquel día en que llegó personal vestido con trajes de seguridad y les dijeron que iban a cerrarlo todo y que tenían un par de horas para salir de allí. Estaba “un poco asustado”.

Un rumor muy extendido

Tiene amigos y conocidos entre los primeros infectados; unos murieron, otros se recuperaron, algunos fueron tratados en el hospital donde trabajaba el oftalmólogo (”un héroe”). Recibió una compensación de 30.000 yuanes (casi 4.000 euros) por las pérdidas. Asegura, como varios de los entrevistados, que la pandemia fue traída por militares estadounidenses durante los juegos olímpicos militares celebrados en la ciudad en octubre de 2019. Es un rumor extendidísimo en la ciudad, y en el resto de China.

Esta teoría infundada fue apuntalada en 2020 mediante una insinuación sin pruebas de Zhao Lijian, entonces portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino. “¿Cuándo empezó el paciente cero en EE UU? ¿Cuántas personas están infectadas? ¿Cómo se llaman los hospitales? Podría ser el ejército de EE UU quien llevó la epidemia a Wuhan. […] EE UU nos debe una explicación”.

El pescadero Li afirma que vio con sus propios ojos a un grupo de estadounidenses de visita en el mercado poco antes de la pandemia: “No hay forma de que sea una coincidencia”, especula, también sin pruebas.

Algo similar afirman dos tenderas en un puesto junto al viejo mercado de mariscos clausurado. La señora Liu y la señora Li ―no dan más señas, son cuñadas, “pasados los cincuenta años”, dice una― comen pipas mientras esperan a la clientela. Regentan un negocio de venta de carne congelada en un callejón depauperado en la trasera del mercado. El local está pegado a la valla azul coronada con concertinas.

A veces, cuentan, vienen turistas con sus cámaras y sus preguntas. Dicen que temen que sus palabras sean tergiversadas por la prensa extranjera. En la conversación no se apartan del relato oficial: “Estamos contentas porque logramos superar un gran reto”. “Durante la covid, los ciudadanos de Wuhan estuvieron muy unidos”. “Teníamos mucha confianza en las medidas del Gobierno”. “Con un país tan enorme, hicieron un gran trabajo”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.
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