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China condena a un cineasta por un documental sobre las protestas contra la política de covid cero

Chen Pinlin ha sido sentenciado a tres años y medio de cárcel por “provocar disputas y problemas”, una fórmula habitual para castigar a disidentes y activistas

Protesters marching in Beijing
Manifestantes con folios blancos protestan en Pekín contra las medidas de covid cero, el 27 de noviembre de 2022.MARK R. CRISTINO (EFE)
Guillermo Abril

Un nuevo golpe a la libertad de prensa en China. El cineasta chino Chen Pinlin fue sentenciado el lunes por un tribunal de Shanghái a tres años y medio de prisión por realizar un documental sobre las protestas de los folios en blanco que sacudieron el país a finales de 2022 para reclamar el fin de las férreas políticas contra la pandemia de covid. El chispazo de furia ciudadana, que tuvo su epicentro en la megalópolis financiera de China, donde miles de personas salieron a la calle al grito de “¡Queremos libertad!” y “¡Abajo Xi Jinping!”, se reprodujo de inmediato en diferentes ciudades, de Pekín a Guangzhou. Fue una de las mayores expresiones de disidencia en China en décadas. Y aunque fue aplacada con contundencia por las autoridades, con numerosas detenciones y despliegues policiales, contribuyó de forma definitiva a que Pekín decidiera dejar caer tan solo unos días después la durísima política de covid cero que había regido la vida de sus 1.400 millones de habitantes.

Chen, de 33 años, también conocido como Plato (Platón en inglés), ha sido declarado culpable de “buscar pelea y crear problemas”, según ha confirmado a la agencia Reuters su antiguo abogado, Daniel Fang, que llevó su defensa antes de abandonar China el año pasado. Fang, citando a su vez a fuentes cercanas al caso, ha asegurado que Chen, quien se declaró culpable, tiene previsto recurrir la sentencia.

El delito de “buscar pelea y crear problemas” se usa de forma habitual como cajón de sastre por parte de la judicatura china para condenar cualquier tipo de disidencia de activistas, abogados y periodistas. El cineasta fue detenido en noviembre de 2023, después de haber colgado en Internet su documental justo un año después de las manifestaciones.

Organismos como Amnistía Internacional y Reporteros Sin Fronteros (RSF) llevaban meses reclamando su libertad: “El documentalista Chen Pinlin solo ha servido al interés público informando sobre protestas históricas contra los abusos del régimen y nunca debería haber sido detenido”, aseguraba en marzo de este año Cédric Alviani, director de la Oficina Asia-Pacífico de RSF, en un comunicado.

La película, de 76 minutos, se titula en inglés Not the foreign force (No es la fuerza extranjera), en referencia a uno de los argumentos que suele emplear la propaganda oficial para conectar cualquier manifestación de descontento en el país con la injerencia de Gobiernos extranjeros.

La película está aún disponible en línea. Arranca con un viaje al epicentro de la política de covid cero, mostrando cómo las medidas draconianas habían llevado a la población al límite después de tres años de hipercontrol digital mediante aplicaciones sanitarias, constantes cierres de fábricas, macroconfinamientos ciudadanos, y el uso masivo de las pruebas PCR como medida de control.

Se detiene en el origen de todo: un incendio en Urumqi, capital de la región autónoma de Xinjiang, en el oeste de China, que provocó la muerte de diez personas. Muchos culparon a las restricciones antipandémicas de la tragedia, ya que el edificio mantenía condiciones de semiconfinamiento que dificultaron las tareas de rescate (una afirmación rebatida por las autoridades locales). Enseguida estallaron protestas en esa ciudad, a pesar de las gélidas temperaturas. Y poco después, una multitud se congregó en la calle de Urumqi de Shanghái, como homenaje a las víctimas del incendio, y para reclamar el fin de la política de covid cero que mantenía a China bajo una crisálida mientras el resto del mundo había dejado ya atrás las restricciones.

La reunión espontánea tomó velocidad. Se propagó a otras ciudades. Eran en su mayoría jóvenes hastiados y descontentos. Coreaban consignas como: “¡No queremos PCR, queremos libertad!”; algunos comenzaron a pedir también la caída del Partido Comunista chino e insultaban al presidente, Xi Jinping, dos de las gruesas líneas rojas que marcan las autoridades país.

Portaban folios en blanco, meras hojas vacías sin nada escrito: una referencia evidente a la dura censura del país, que suele actuar de inmediato para eliminar cualquier mensaje de desobediencia, y también una forma irónica de hacer notar la ausencia de libertad de expresión. Fue una de las mayores pruebas de desafío político al Gobierno del actual presidente, que acababa entonces de ser reelegido para un tercer mandato, sin precedentes entre sus predecesores inmediatos. Para la mayoría de los que acudieron supuso la primera vez que se reunían en la calle para exponer reivindicaciones políticas.

Las imágenes de las manifestaciones grabadas y difundidas en redes sociales fueron rápidamente eliminadas de internet. Muchos de estos vídeos, además de los grabados por el director, son los que dan forma al documental.

La respuesta policial fue inmediata. No hubo choques multitudinarios. Sí se produjeron numerosas detenciones, aunque no existe una cifra oficial. La película concluye con un mensaje: “Algunos se preguntan ¿qué sentido tuvo protestar en las calles? [...] Nos ha faltado experiencia y hemos sido cobardes y vacilantes, pero hoy tenemos el valor de levantarnos y hablar claro. Lo que nos ha faltado esta vez, podemos hacerlo mejor la próxima. Si hubiera que hacerlo de nuevo, seguiría eligiendo estar allí. Porque un Gobierno que teme incluso los folios en blanco no puede derrotar a la justicia en el corazón del pueblo”.

China ocupa el puesto 172 de 180 en el índice de libertad de prensa que elabora Reporteros Sin Fronteras anualmente. Las autoridades del país utilizan la vigilancia, la coacción, la intimidación y el acoso para impedir que los periodistas independientes informen sobre asuntos que consideran “delicados”, según el citado informe. “China es el mayor carcelero de periodistas del mundo, con más de 100 detenidos en la actualidad”, asevera.

Entre los últimos casos notorios se encuentran el de la exabogada y periodista ciudadana Zhang Zhan, puesta en libertad en mayo tras cumplir cuatro años de condena por documentar los primeros días de la pandemia de la covid-19 desde Wuhan; y el de Huang Xueqin, periodista y activista del movimiento Me Too en China, arrestada en 2021 y condenada en junio a cinco años de prisión por incitar a la subversión contra el poder del Estado.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.
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