El hijo de Sean Combs, demandado por acoso sexual en una denuncia que también incluye al rapero
Una trabajadora de un yate alquilado por el músico acusa a Christian Combs de intentar emborracharla y abusar de ella. El empresario, que a su vez tiene cinco demandas de abuso sexual y una investigación federal abierta, ha sido acusado de cómplice
Desde el pasado mes de noviembre, el rapero y empresario Sean Combs se enfrenta a cinco demandas de abuso y acoso sexual (una de un antiguo productor y otras cuatro de distintas mujeres, una de ellas cerrada por un acuerdo extrajudicial), que han dado como resultado una investigación federal por tráfico sexual. Ahora, vuelve a estar en la palestra por una demanda en la que se le nombra, pero en la que el principal demandado esta vez es Christian Combs, de 26 años, el tercero de sus siete hijos, acusado de agredir y acosar sexualmente a una mujer llamada Grace O’Marcaigh a finales de 2022.
O’Marcaigh ha puesto una demanda contra Christian Combs en la corte superior de justicia de Los Ángeles (California). En ella alega que en diciembre de 2022, cuando ella tenía 25 años y trabajaba en un yate alquilado por Sean Combs —también conocido como Puff Daddy o Diddy—, el joven, de entonces 24, la drogó y la agredió. En concreto, le acusa de “agresión sexual, acoso sexual y daños emocionales”, tal y como ha dado a conocer la cadena NBC, que ha tenido acceso en primicia a la demanda. Por su parte, el padre del joven también es uno de los demandados, en su caso por responsabilidad civil, tanto por ser quien alquiló el yate como por complicidad con su hijo en la presunta agresión. Ninguno de los dos ha respondido a las acusaciones, ni tampoco sus portavoces ni abogados.
En su demanda, O’Marcaigh explica que en aquel diciembre de 2022 fue contratada para trabajar como camarera, sirviendo comidas y bebidas en el yate desde las seis de la tarde hasta las seis de la madrugada. Alrededor del 28 de diciembre le informaron de que Christian Combs —que hasta entonces se quedaba en una cabaña cercana e iba y venía al barco— se uniría a la fiesta para grabar con un productor y colaborador habitual de Sean Combs en un estudio que habían improvisado en el yate. Dicho productor era Rodney Jones, conocido como Lil Rod, quien precisamente demandó a Sean Combs por abusos, tocamientos y por drogarle en febrero.
En los documentos judiciales, la demandante explica que cuando el joven llegó a la fiesta estaba “muy ebrio” y que empezó a prestarle demasiada atención, que la presionó para que tomara chupitos de un tequila que él mismo llevó a bordo, y que después de beber él mismo se puso agresivo y le insistió en tomar más y más. O’Marcaigh relata en la demanda cómo desde el primero momento sospechó que las botellas de alcohol del barco estaban adulteradas con droga, puesto que muchas de las mujeres que lo consumían se caían, desmayaban y sufrían ataques de pánico tras tomar apenas una copa. Cuenta que fue testigo de muchas fiestas en las que se consumía droga frecuentemente entre famosos y “una constante rotación de presuntas trabajadoras del sexo”.
Tras el tequila, la camarera explica cómo “la situación se agravó” cuando Christian Combs empezó a manosearle las piernas, el pecho, el ano y los genitales. La joven aporta tanto transcripciones como clips de audio —pequeñas partes de las horas grabadas por Rodney Jones en el estudio— con pruebas de que ella se negó al asalto, rechazando el alcohol y diciendo que debía irse, pidiéndole a Combs que parara de tocarla.
En las grabaciones, según la NBC, que ha podido escuchar dos de ellas, se oyen frases por parte de O’Marcaigh como: “Por favor, no me toques así las piernas. Las pondré donde yo quiero”, “si quiero hacerlo, lo haré. No me toques así las piernas”, “no puedo, tengo que irme, tengo que bajar”. En un momento ella le dice que no puede quedarse porque no ha pedido permiso a su superior, pensando que citar “a alguien con autoridad” le daría cierto margen, puesto que todo el mundo estaba durmiendo entonces y Combs no podría tener acceso a nadie. “¿Con quién puedo hablar? Voy a decirles ahora mismo que yo he exigido que estés aquí”, brama él, a lo que ella responde: “Bueno, primero podrías quitarme la mano del culo”.
O’Marcaigh consiguió marcharse del estudio, intentó retomar sus tareas y acabar su turno. Pero él la encontró poco después y le pidió que le buscara un sitio para dormir. Ella le acompañó a la sala de cine del barco que, afirma, se usaba como un dormitorio añadido y entonces él la bloqueó, empezó a tocarla y a quitarle la ropa y la intentó obligar a practicarle una felación. Ella luchó contra él y consiguió marcharse cuando alguien entró en la sala.
Como pruebas, además de los audios, la demandante también ha aportado fotografías de los moratones que tuvo días después en los brazos. Intentó quejarse ante el capitán del barco pero este no la creyó y no quiso investigar al respecto; de hecho, afirma que tomó represalias contra ella. La despidieron, cinco meses después. La joven afirma que aquello le causó un grave impacto en su vida personal y profesional, y también en su salud mental, y que llegó a tener pensamientos suicidas, trastornos de la alimentación e incluso ataques epilépticos a partir de ahí.
Christian Combs es el mayor de los tres hijos que tuvieron Sean y la actriz y modelo Kim Porter, fallecida en noviembre de 2018. Conocido artísticamente como King Combs, el joven ha desfilado para Dolce & Gabbana y ha lanzado una treintena de canciones, entre ellas una con su hermano Quincy (hijo de Porter y adoptado por Sean Combs) y otra, su mayor éxito, llamada Can’t Stop Won’t Stop, con Kodak Black, que tiene más de 27 millones de reproducciones en Spotify. Al formar parte del negocio familiar, Christian está muy unido a su padre, y cuando cumplió 18 años pasó a formar parte de la discográfica familiar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.