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Obituarios
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Bonifacio de la Cuadra, el periodista que lo contó todo

El escritor formó parte del equipo fundador de EL PAÍS, ayudó a crear la cultura profesional del diario, fue su cronista parlamentario en la Transición y su gran experto jurídico. Falleció esta mañana en Madrid, víctima de un cáncer

Bonifacio de la Cuadra
El periodista Bonifacio de la Cuadra, en la Redacción de EL PAÍS en 2013.Basilio Sainz
Soledad Gallego-Díaz

Nunca alardeó de ello, pero Bonifacio de la Cuadra fue probablemente el periodista que más exclusivas ha proporcionado en la historia de EL PAÍS. A Boni, como lo conocían sus amigos, no le gustaban los periodistas que alardeaban de buena información en privado, pero solo publicaban la mitad de lo que sabían. Fue el único periodista que conocí que cuando una fuente le susurraba: “Te voy a contar algo, pero no puedes publicarlo”, contestaba impertérrito: “Entonces, no me lo cuentes. Yo no busco ser el periodista mejor informado del mundo. Busco que los lectores lo sepan todo”. Era así. No se guardaba nada. Le gustaban las informaciones sobrias… Pero eso sí, que fueran una exclusiva. Disfrutaba como un loco cuando publicaba algo que ningún otro periodista había conseguido averiguar.

Así destapó el caso Banca Catalana, cuando nadie se atrevía a poner en entredicho a Jordi Pujol. Su exactitud era famosa. Varios compañeros que estaban como él en el Congreso el 23-F cuentan que, tumbados boca abajo en el suelo de una pequeña habitación, con un guardia civil provisto de metralleta apostado en la puerta, Boni sacó como pudo un bolígrafo y un papel y empezó a tomar notas. “Vas a hacer que nos maten. Estate quieto”, le rogó un colega, atemorizado, con razón. “¿Por qué lo hiciste?”, le preguntaron un día. “Hay que tomar notas. Después, con las emociones, las cosas se empiezan a adornar. Pero si lo apuntas todo, ahí queda”.

Bonifacio, que murió este miércoles en Madrid, a los 83 años de edad, fue uno de los fundadores de EL PAÍS. Formó parte de la primera Redacción, la que se organizó en torno a Juan Luis Cebrián antes incluso de estar seguros de que el diario podría publicarse, y fue uno de los periodistas que más ayudó a crear lo que se conoció como la cultura de la Redacción de EL PAÍS. En momentos difíciles, la Redacción siempre le pidió opinión y siempre lo escuchó. Bonifacio encabezó el grupo de periodistas que crearon EL PAÍS, dispuestos a pelear por romper los límites de la naciente libertad de información, verdaderos creyentes en que los procedimientos profesionales son la esencia del oficio.

Quizás era así porque aprendió periodismo en una agencia de noticias, Pyresa, aún en pleno franquismo, y porque tenía formación como jurista. Bonifacio nació en Úbeda (1940), se licenció en Derecho en Granada y terminó en Madrid en la Escuela Oficial de Periodismo. Jamás alardeó de nada, pero ser periodista en aquella época no era fácil y él lo hizo con valentía. Un día, un periodista fue procesado y condenado por escribir que, en Barcelona, algunas viudas de militares, para subsistir con sus míseras pensiones, alquilaban habitaciones por horas a parejas desesperadas. Otros periodistas demócratas intentaron convocar una huelga de brazos caídos en toda España. En Pyresa, el director adjunto despidió a la jefa de turno. Mientras ella recogía su bolso, Bonifacio entró en el despacho del director: “Yo también estoy en huelga”. Fue despedido de manera fulminante. Tenía ya entonces dos niñas pequeñitas. Daba igual. Estaba haciendo la huelga y estaba dispuesto a asumir las consecuencias. Era honesto hasta la médula de los huesos.

Maruja Torres recibe de manos de Bonifacio de la Cuadra el premio de periodismo de la Asociación Pro Derechos Humanos (APDH).
Maruja Torres recibe de manos de Bonifacio de la Cuadra el premio de periodismo de la Asociación Pro Derechos Humanos (APDH).Claudio Alvarez

Boni empezó siendo cronista parlamentario en las Cortes franquistas y pasó a ser el gran cronista de las Cortes democráticas. Amaba los debates y amó con pasión los debates constitucionales. Pasó larguísimas horas escuchando a los diputados, a todos, con un respeto imponente, y a todos les dio espacio en sus crónicas para que los lectores los conocieran. Entonces no había ordenadores portátiles, y para aprovechar hasta el último minuto, terminaba por dictar sus crónicas a un taquígrafo del periódico, directamente, sin haberla escrito antes en papel, simplemente manejando las notas que había tomado. Era un verdadero prodigio de oficio y de concentración. Y sus crónicas siempre quedaron redondas.

Profundo conocedor de la Constitución de 1978 y del proceso de la Transición política, publicó dos libros sobre el tema. Uno lo escribimos juntos, él y yo, que fui su alumna y su amiga en Pyresa, en EL PAÍS y en la tribuna de la prensa del Congreso de los Diputados. Se titulaba Crónica secreta de la Constitución, (Tecnos, 1989). Pero fue seguramente en su segundo libro, Democracia de papel (Catarata 2015), con un subtítulo explicativo —“Crítica al poder, desde la transición a la corrupción”—, donde Bonifacio dejó claro su sentimiento de frustración: “La degradación de la democracia española no se debe a los defectos de la Constitución, que existen, sino al mal uso que se ha hecho de las reglas de juego”. No fue nunca, sin embargo, un pesimista. Confiaba sobre todo en los más jóvenes para proteger la democracia y fue uno de los primeros comentaristas políticos en este país en plantear, en 1998, la posibilidad de conceder el derecho a voto a partir de los 16 años.

Terminada la Transición y siempre en EL PAÍS, Bonifacio regresó a sus orígenes jurídicos y se concentró en la información relacionada con el Tribunal Supremo y con el Tribunal Constitucional. Fue nombrado corresponsal jurídico, una figura profesional que se creó expresamente para él. Fueron años de grandes exclusivas, siempre exactas. “Yo he enfadado mucho en mi vida a jueces y políticos, porque siempre ejercí la crítica al poder y el compromiso con las reglas de la democracia, que es el único compromiso que hay que tener en esta profesión”, explicó en una reciente entrevista. Sus críticas estaban tan documentadas y eran tan justas que cuando se jubiló se dio un caso insólito: el entonces fiscal general del Estado, fiscales de sala, magistrados del Tribunal Supremo, consejeros del Poder Judicial y abogados se juntaron para ofrecerle un peculiar homenaje: lo sometieron a un “juicio” en el que resultó condenado a seguir escribiendo 10 años más, “en beneficio de la colectividad judicial”. Boni guardó siempre el texto de esa maravillosa sentencia muy cerca de su corazón. Un corazón muy grande, en el que cabían un periodista y un jurista, y que consiguió ser feliz, primero gracias a Marisa, la mujer que lo acompañó, llena de valentía en su aventura profesional, luego con sus tres hijas y nietos, y siempre haciendo escrupulosamente lo que más le gustaba: dar noticias. Noticias exclusivas. Lo que en el argot de la profesión se llama “mojar la oreja” al resto de los compañeros. Boni nos sometió a todos a un diluvio y aun así, nadie fue tan querido como él.

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