El misterio del cuerpo sin corazón de Saimir Sula
La familia de un albanés muerto con 31 años lleva tres años esperando a que España repatrie el órgano para hacer pruebas de ADN, ante las sospechas de que se lo robaron para un trasplante. Un juez acaba de iniciar los trámites para el viaje
España empezaba a salir de lo más dramático de la pandemia de covid, en mayo de 2020, cuando Saimir Sula, un ciudadano albanés de 31 años, notó que tenía fiebre. Fue al Hospital del Mar de Barcelona a hacerse una PCR y no salió vivo de allí. Cuando repatriaron su cadáver para hacerle una autopsia, los forenses de su país no pudieron llegar a resultados concluyentes: al cuerpo de Saimir le faltaba el corazón. Después de tres años de pleitos y misivas entre las autoridades españolas y las albanesas, ahora ambas ultiman la forma de trasladar el órgano.
¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Por qué le extrajeron el corazón? ¿Es realmente suyo el que van a trasladar a Albania? Todas estas son preguntas que la Fiscalía de aquel país quiere resolver completando la autopsia y haciendo pruebas de ADN, ante la sospecha de que Sula pueda haber sido víctima de tráfico de órganos, una hipótesis que fue descartada por la justicia española.
Majlinda Sula, su hermana, sospechó desde un principio que algo raro había pasado. Los informes médicos de Saimir decían que estaba muy alterado y que falleció después de que los guardias de seguridad del hospital lo tuvieran que reducir. La autopsia, practicada por el Institut de Medicina Legal i Ciències Forenses de Catalunya (IMLCFC), concluye que la muerte “fue consecuencia de una parada cardiaca por ateromatosis coronaria subcrítica” y reconoce que “la presencia de bronquiolitis, fiebre, agitación y contención fueron factores que favorecieron el desenlace, provocando aumento de la demanda cardíaca”.
“Antes de eso me llamó diciéndome que lo estaban tratando mal, así que yo me negué a firmar un papel que me dieron para que lo incineraran sin más, me informé y pedí que repatriasen el cuerpo a Albania para que le hicieran allí la autopsia”, explica Majlinda por teléfono desde Barcelona, donde vive desde que era adolescente.
Al mismo tiempo, se puso en manos del abogado Carlos Sardinero, de la asociación El Defensor del Paciente, para que le llevara el caso. El letrado explica que, pese a que la causa se ha archivado dos veces al considerar los jueces que se han practicado las pruebas necesarias para constatar que Sula murió por causas naturales, hay muchas piezas que no encajan.
Una portavoz del Hospital del Mar explica a EL PAÍS que la institución “colaboró activamente desde el primer momento” y que el juez “descartó responsabilidad alguna del centro”. El resultado de la autopsia, que no se practicó en esta institución, “descartó que el fallecimiento tuviera relación alguna con la actuación del hospital, concluyendo que la muerte era atribuible a las patologías previas que sufría el paciente”, asegura la portavoz.
Teóricamente, el corazón de Saimir está en dependencias del Instituto Nacional de Toxicología (INT). Pero la fecha que figura como de comienzo de las pruebas es el 22 de abril, 17 días antes del fallecimiento del albanés, que llevaba 10 años viviendo en España. “Nos dicen que fue un error de anotación, pero no dan más aclaración que esa. Inexplicablemente, la Audiencia Provincial de Barcelona rechazó la práctica de la prueba de ADN del corazón del paciente, solicitada por la familia y por el Gobierno de Albania. Se archivó con una serie de contradicciones inauditas: se estableció que no existían indicios suficientes para considerar que el fallecimiento del paciente fuese consecuencia de una muerte violenta con motivo de las medidas de contención del personal de seguridad del hospital; sin embargo, a continuación, decían todo lo contrario, pues se afirmó que la causa intermedia de su muerte fue el cuadro de agitación y contención que se le practicó”, se queja Sardinero.
El abogado considera que la justicia española está “añadiendo oscuridad” al asunto al no practicar algo “tan rápido y simple” como una prueba de ADN. “Se podría comprobar rápidamente que se trata de su corazón. Nos dicen que no hay motivos para hacer más pruebas, pero en ningún momento se informó de que se iba a extraer el órgano y, cuando se hizo, se rompió la cadena de custodia”, añade Sardinero.
Ante estos cabos sueltos, la sospecha de las autoridades judiciales albanesas es que Saimir ha sido víctima de tráfico de órganos y que su corazón sigue latiendo en el cuerpo de otra persona. “Yo no sé si es eso, o si simplemente los guardias le dieron una paliza y lo mataron. Por eso queremos que hagan la autopsia y la prueba de ADN, para conocer la verdad”, dice la hermana.
Tres años luchando
Majlinda ha estado batallando durante tres años para conocer qué ha pasado con su hermano. Primero, en juicios para conocer las causas de la muerte y, más tarde, cuando descubrieron que su cuerpo no tenía corazón, para averiguar qué había sido de este órgano.
Presentó escritos tanto a las autoridades españolas como a las albanesas, ha protestado en ambos países y en Bruselas. Su caso es muy conocido en Albania, su país natal, e incluso se ha grabado un documental sobre él. Asegura que no ha sido fácil que la escucharan.
Consiguió que la Fiscalía y las autoridades albanesas solicitasen por varias vías el corazón, algo que fue desoído en sendas ocasiones por los juzgados españoles. Hasta que, en marzo de este año, las gestiones diplomáticas dieron frutos. Después de tramitar una comisión rogatoria impulsada por Albania, el Ministerio de Asuntos Exteriores instó al Juzgado de Instrucción número 16 de Barcelona a iniciar la repatriación del órgano.
La respuesta del juzgado ha llegado este mismo mes, cuando ha pedido al INT que “a la mayor urgencia posible” le comunique la forma de conservación y los medios técnicos para realizar el traslado del corazón a Albania. Una vez que se ultimen estos detalles, el órgano viajará al país de origen y se podrá descifrar por fin el misterio de si realmente pertenece a Saimir. Paralelamente, Sardinero sigue batallando en los juzgados y ha presentado un incidente de nulidad para que la Audiencia de Barcelona reabra el caso y subsane lo que entiende como “una violación de derechos fundamentales”.
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