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Así se descontrola el mortal hongo ‘Candida auris’ en un hospital

Un nuevo estudio muestra las dificultades para controlar las infecciones a pesar de las medidas de aislamiento

Un técnico de laboratorio examina una muestra de 'Candida auris'.Foto: NICOLAS ARMER (PICTURE ALLIANCE / GETTY IMAGE) | Vídeo: EPV
Pablo Linde

Los primeros casos de Candida auris en el mayor hospital de la región de Liguria (norte de Italia) se detectaron en 2019. Desde entonces este hongo potencialmente mortal para el ser humano sigue descontrolado, con más de 500 casos hasta la fecha, sumando nuevos cada mes y resistiendo a los tratamientos que se emplean contra él. Así lo describe un estudio que acaba de ser publicado en la revista Eurosurveillace, que sirve para mostrar lo difícil que es atajar la expansión hospitalaria de este organismo, calificado el año pasado como “patógeno de interés crítico” por la Organización Mundial de la Salud.

El hongo es relativamente nuevo para el ser humano. Primo de Candida albicans (que provoca una enfermedad de transmisión sexual muy frecuente), se descubrió en 2009 en Japón y, desde esa fecha, fue apareciendo en otros lugares del mundo sin aparente relación con el primer brote. Se puede contagiar al ser humano por la piel, por contacto con superficies contaminadas, y su caldo de cultivo ideal son los hospitales, donde se han descrito hasta ahora todos los casos. Allí encuentran pacientes muy debilitados, a menudo inmunosuprimidos, donde colonizan las vías por las que reciben medicamentos y se introducen en su sangre formando candidemia, la infección más grave que provocan. La mortalidad puede superar el 50%.

Después de detectarse unos pocos casos en 2019, al año siguiente el hongo se multiplicó en el hospital de Liguria, que en el último trimestre de 2020 había contabilizado más de medio centenar. Desde entonces, la cifra se mantiene más o menos estable, con algún altibajo, pese a que han puesto en marcha todas las medidas de prevención, desinfección y aislamiento de pacientes. “Lo más interesante del artículo es que demuestra el desarrollo de resistencia por la exposición prolongada con equinocandinas [principales fármacos para este hongo] y enfatizan la importancia de una detección temprana y de la mejora de los programas de optimización el uso de antimicrobianos”, señala Ana Alastruey-Izquierdo, investigadora del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).

El caso le recuerda a esta experta al que comenzó en 2016 en el Hospital de la Fe de Valencia, el mayor brote hospitalario de este hongo en el mundo, que ya ha notificado más de un millar de casos y que sigue haciéndolo, aunque ha conseguido contenerla en menos de una decena de infecciones al año, según explicaba a EL PAÍS Javier Pemán, responsable de su unidad de micología.

No existe desde entonces un registro oficial, ya que las infecciones no son de declaración obligatoria. La propia revista Eurosurveillance hizo un recuento a finales de 2022 (con datos desde 2013 hasta 2021) que elevaba el número de infecciones en Europa hasta 1.813, de los cuales la gran mayoría (1.377) se registraron en España, casi todos ellos en el hospital de la Fe. Los expertos están convencidos de que están muy infraestimados.

“Es muy importante detectar el hongo en cuanto aparezca el primer caso, iniciar las precauciones de contacto (aislar al paciente si fuera posible), realizar un estudio de contactos para descartar la presencia de más casos y utilizar los desinfectantes apropiados para evitar que se instaure en el ambiente hospitalario. Creo que el retraso en la detección de los primeros casos ha hecho que España tenga una región endémica para Candida auris en la que sigue habiendo casos en varios centros desde 2016, mientras que en otros sitios de España ha habido casos, pero no se han desarrollado brotes”, asegura la investigadora del ISCIII.

Candida auris
Imagen al microscopio de 'Candida auris'.BSIP / Universal Images Group / getty

Episodios como el Italiano muestran la enorme dificultad de atajarlo cuando ya no se trata de casos aislados. “Parece que Candida auris tiene una habilidad especial para colonizar el ambiente hospitalario y una vez que está instaurada en un centro es difícil eliminarla. Y se demuestra que aún no tenemos las herramientas para manejar esta situación, a pesar de que ahora se conoce mucho más sobre esta especie que en 2016″, añade Alastruey-Izquierdo.

Rafael Ortí Lucas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, asegura que en hospitales como en el que él mismo trabaja (el Clínico de Valencia) se ha conseguido frenar rápidamente con estos protocolos de detección rápida, desinfección y aislamiento.

Una dificultad añadida es que el hongo no responde a algunos de los desinfectantes habituales (como los que se usan en los geles hidroalcohólicos) y es necesario usar lejía. Es “muy correoso”, en palabras de Julio García, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). En su opinión, la crisis de la covid ha servido de caldo de cultivo para multiplicar la presencia de este hongo en los hospitales, gracias a la gran cantidad de pacientes que han pasado por las UCI y a que la mirada estaba muy centrada en el coronavirus.

Cada vez más infecciones de hongos

García se muestra “preocupado” por la proliferación de este hongo y de otros que puedan venir en el futuro. Porque la hipótesis más aceptada hasta el momento es que Candida auris ha proliferado gracias al cambio climático. Se basa en la misma premisa que la serie apocalíptica The last of us (aunque sin tan dramáticas consecuencias, por el momento): son organismos que tienen muy difícil crecer dentro del cuerpo humano, dada su alta temperatura, pero el calentamiento global puede estar propiciando adaptaciones y dándole facilidades crecer a 37º C (temperatura del organismo). Esto hace que “cada vez más hongos tengan capacidad para infectar”, según Alastruey-Izquierdo.

La investigadora matiza que no todos tienen las características de Candida auris en cuanto a resistencia a antifúngicos y desinfectantes y capacidad de diseminación. “Aunque la amenaza está ahí, no creo que debamos hoy por hoy alarmarnos”. Señala que el principal problema es que los hongos, a diferencia de las bacterias y los virus, tienen células eucariotas, como los humanos y, por tanto, es “mucho más difícil” encontrar tratamientos que no sean tóxicos para nosotros. “Ahora mismo solo disponemos de cuatro familias de antifúngicos capaces de tratar infecciones graves en humanos”, agrega.

Alastruey-Izquierdo reclama más recursos para desarrollar nuevas terapias, ya que el porcentaje del presupuesto de investigación de enfermedades infecciosas dedicado a infección fúngica en el mundo es menor del 1,5%. “También hay una falta importante de concienciación y falta de disponibilidad y acceso a diagnósticos y tratamientos apropiados en todo el mundo, probablemente en parte consecuencia de la falta de financiación”, zanja.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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