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Viaje en la panza de un bonito del norte, nadador incansable del Cantábrico a las Azores

Científicos marinos de AZTI recuperan un ejemplar que llevaba colocada una marca electrónica en el vientre durante 14 meses. Recorrió 11.000 kilómetros en un año

Mikel Ormazabal
Bonito del norte
Científicos del centro tecnológico AZTI colocan una marca electrónica en el abdomen a un bonito del norte.Azti

En el océano Atlántico hay en estos momentos unos 100 bonitos monitorizados. Llevan implantada mediante cirugía una marca electrónica en el abdomen que archiva todos los movimientos que realizan bajo el mar. Uno de estos ejemplares fue capturado hace varios meses por el pesquero francés Vincent Galland a unas 100 millas al sur de la costa de Irlanda. El dispositivo que le había sido colocado 14 meses antes cerca del Abra de Bilbao ha permitido recopilar mucha información sobre el comportamiento de estos túnidos. En poco más de un año este bonito juvenil recorrió unos 11.000 kilómetros, nadó hasta el oeste de las islas Azores para hibernar y regresó al golfo de Vizcaya en verano para alimentarse. Iñigo Onaindia, investigador marino de AZTI (centro científico y tecnológico especializado en el medio marino y la alimentación), fue quien le colocó una micromarca al bonito a mediados de 2019: “Es el primer caso que nos ha permitido ahora aumentar el conocimiento científico sobre esta especie. Tenemos registrado un año completo de vida y ya podemos saber cuál es la ruta migratoria que realizan estos peces”.

Onandia, experto en gestión pesquera sostenible, pescó el bonito en julio de 2019 a bordo del bote de pesca de su padre Román. Entonces pesaba cerca de siete kilos y medía 70 centímetros. Lo devolvió al mar a unas 12 millas de la costa vasca, después de colocarle un ordenador minúsculo en la cavidad ventral. El artilugio ha ido registrando todo el periplo migratorio que ha cubierto hasta su recaptura un año y dos meses después. Al cabo de ese tiempo, el atún blanco dio un peso de 11,6 kilos y creció hasta los 85 centímetros. “El bonito ha permanecido en verano en el golfo de Bizkaia, adonde estos ejemplares suelen acudir para comer anchoas juveniles en los cantiles [el talud que forma la plataforma continental]”, explica el investigador. “Estos peces se quedan hasta noviembre y toman la ruta hacia las Azores para quedarse durante todo el invierno en zonas atlánticas muy lejanas y a grandes profundidades. En mayo o junio regresan a esta zona de la costa porque son muy fieles con los sitios que han frecuentado”.

Memoria

El análisis de los datos obtenidos del microchip permite concluir que los bonitos tienen memoria: “Repiten su migración al golfo de Bizkaia porque les resulta rentable venir aquí. En realidad, a todo el mundo le gusta venir aquí para comer bien”, comenta jocosamente Onandia. “En el caso que nos ocupa, tenemos la suerte de que se han dado las mejores condiciones para estudiar su comportamiento: el pez ha sido pescado dos veces, una para insertarle la señal y otra para extraérsela. El pesquero avisó del hallazgo y, además, la marca contiene la ficha completa del pez”. Los científicos habían registrado las migraciones de una veintena de bonitos, pero no eran muy válidos para la investigación marina, porque sólo habían dejado un rastro de 15 o 20 días entre captura y captura, ninguno con un periplo tan largo como el que ha quedado registrado ahora.

El marcado del thunnus alalunga (atún blanco o bonito) está contemplado en un programa de investigación de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT), financiado por la UE, que persigue conocer la biomasa de esta población para favorecer una pesca más sostenible de los túnidos. En los puertos y cofradías pesqueras del arco atlántico se distribuyen folletos en los que se informa, entre otros aspectos, de los 1.000 euros que se conceden como recompensa económica por la entrega de un pez marcado. Este programa europeo prevé colocar 150 dispositivos electrónicos, de los que ya se han puesto un centenar. De estos han sido recapturados seis bonitos. Onandia explica que a otros 20 o 30 bonitos se les implantará, también mediante cirugía, una marca satélite (pop-up), un dispositivo que se suelta automáticamente del cuerpo del pez y sale a flote, desde donde emite los datos almacenados vía satélite a una estación terrestre.

El bonito del norte, también conocido como el príncipe azul del mar, es un pez de “natación obligatoria”, comenta Onandia: “No para nunca porque necesita nadar para que haya flujo de agua continuamente en sus agallas”. La gráfica de la ruta migratoria del bonito recuperado ahora muestra que ha realizado unas 6.000 millas náuticas en los 14 meses que llevó colocada la marca. “Esto no quiere decir que todos los bonitos hagan lo mismo, no nos permite generalizar, pero es representativo del ciclo de vida que tienen. Los bonitos juveniles no son sexualmente maduros hasta que cumplen cuatro años aproximadamente y suelen pesar entre 10-12 kilos. Cuando maduran y pasan a ser reproductores realizan desplazamientos más largos. En AZTI tienen constancia de un bonito que fue localizado en las costas de Venezuela, posiblemente porque suelen acudir a reproducirse al mar de los Sargazos, en el Atlántico septentrional.

El estudio migratorio de esta especie marina es fundamental, dice el investigador Onandia, para gestionar adecuadamente las capturas anuales de este recurso. La pesca del bonito representa el 60% de los ingresos anuales para los cerca de 400 barcos del Cantábrico. La flota española tiene asignada esta campaña una cuota de 18.126 kilos.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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