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Más de 200.000 personas se podrán beneficiar de la legalización del cannabis medicinal en España

El Congreso ultima un informe para pedir a Sanidad que apruebe la sustancia en unas condiciones muy tasadas que sus partidarios ven insuficientes

En España hay dos medicamentos aprobados a base de cannabis.
En España hay dos medicamentos aprobados a base de cannabis.Stefan Tomic (Getty Images)
Pablo Linde

El cannabis medicinal está a un paso de aprobarse en España. Lo que no queda aún del todo claro es qué magnitud tendrá y en qué condiciones se podrán beneficiar los pacientes para los que esta sustancia puede estar indicada. Por la experiencia de otros países con larga tradición en su uso terapéutico, como Israel o Canadá, se calcula que en España podrían beneficiarse de su regulación más de 200.000 personas; sobre todo, para paliar dolores crónicos, el uso mayoritario, pero no legalizado todavía.

El Congreso de los Diputados está ultimando un informe para pedir al Ministerio de Sanidad que autorice la comercialización de derivados de la planta; y el Gobierno se comprometió a seguir sus recomendaciones. España se sumaría así a una cuarentena de países (diez en la Unión Europea) donde esto ya sucede. EL PAÍS ha hablado con algunos de los mayores expertos en la materia, consumidores y sociedades médicas sobre los pros y contras de esta nueva regulación.

Está muy equivocado quien piense que la comercialización del cannabis con fines terapéuticos se traducirá en que el médico puede firmar una receta que permita a alguien comprar marihuana para fumarse un porro. También quien imagine que podrá recurrir a esta sustancia para cualquier dolor. Su uso quedará muy tasado, incluso excesivamente, en opinión de los defensores de su utilización médica.

El borrador del informe solo contempla que se dispense en farmacia hospitalaria, ya sea con fórmulas magistrales o, preferentemente, medicamentos industriales que ya existen, pero que no están aprobados en España. De ahí, parece descartada la autorización a la inhalación de la flor, aunque es algo que no queda del todo claro. Es un método que vaporiza la sustancia a una temperatura menor que la combustión (lo que sería fumar, que está completamente descartado) y puede proporcionar un alivio casi inmediato del dolor, lo que se conoce como una dosis de rescate.

¿A quién puede ayudar el cannabis medicinal? Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid, y una de las voces autorizadas en la materia en España, aclara que no es un producto milagroso. “Es un medicamento con sus ventajas, que puede mejorar la calidad de vida para personas a las que no les funcionan otros, pero también con sus posibles efectos secundarios”, matiza.

Los estudios con cannabis tienen ciertas limitaciones, por no ser una sustancia legal y porque, al no ser patentable, las farmacéuticas no suelen estar interesadas en hacer grandes ensayos clínicos. Hasta ahora, existe evidencia “rigurosa”, en palabras de Guzmán, para cinco indicaciones: inhibición de náuseas y vómitos en pacientes de cáncer; aumento de apetito y atenuación de pérdida de peso, sobre todo para enfermos de cáncer y sida; inhibición de dolor, especialmente crónico, ya sea neuropático, de tipo oncológico, migrañas o posoperatorios; inhibición de rigidez muscular, lo que puede tener utilidad en esclerosis, y acción inhibidora de convulsiones en epilepsias refractarias a otros tratamientos.

La nueva norma no permitiría que estos pacientes acudieran al cannabis como primera opción. Guzmán cree que a priori pueden ser un tratamiento de segunda línea, una vez que han fallado los más convencionales. La Sociedad Española del Dolor (SED) lo contempla para una tercera, al mismo nivel de los opioides, a los que se recurre cuando han fallado analgésicos menos potentes o incluso antidepresivos, en algunas dolencias.

El borrador del informe, además, restringe a tres los supuestos de uso: “Las indicaciones para las que parecen existir indicios más sólidos de utilidad del uso del cannabis o sus productos son limitadas. En el momento actual parecen concentrarse en la espasticidad en pacientes con esclerosis múltiple, algunas formas de epilepsia, y el dolor crónico no oncológico (incluido el dolor neuropático)”. Esto dejaría fuera a los pacientes con cáncer, tanto para tratar el dolor como para mejorar el apetito, un error, al parecer de Guzmán, quien considera que podrían ser uno de los grandes grupos beneficiados y que sí pueden ser tratados con cannabis en otros países donde está regulado su uso, como Canadá o Alemania.

Tanto para la esclerosis como para la epilepsia ya hay dos medicamentos derivados del cannabis en el mercado español. La principal novedad y el público diana más numeroso serán los pacientes que sufren dolor crónico, que se calcula que afecta a ocho millones de personas. De ellas, casi 1,5 millones no tienen un tratamiento que les alivie, lo que les convertiría en potenciales beneficiarios, según explica Jesús de Santiago, coordinador del Grupo de Trabajo de Cannabinoides de la SED. Pero los requisitos para acceder a estos medicamentos, que tienen que estudiarse en cada paciente, lo reducen a un porcentaje menor de la población. En Israel y Canadá lo usan entre un 0,6% y un 0,7% de sus habitantes, lo que llevado a España se quedaría en más de 200.000 personas. En Alemania, que reguló el cannabis medicinal en 2017, lo consumen 128.000 personas al año, pero más de un millón tendrán acceso a estos fármacos en 2024, según la revista Forbes.

Sin embargo, la regulación española, por lo que se desprende del borrador, será algo más restrictiva que en estos países. Como están haciendo otros estados europeos, están explorando un universo que hasta ahora estaba vetado, y se hará poco a poco. “Se trata de un primer paso. Creemos que es bueno que se usen fármacos que puedan ser administrados como un medicamento cualquiera para facilitar su uso. Se debe permitir que el médico especialista pueda recetar una dosificación correcta, así que lo más aconsejable es prescribir fármacos comerciales con distintas concentraciones de CBD o THC (los dos principales principios activos del cannabis)”, expone De Santiago.

No en farmacias comunitarias

Uno de los puntos del borrador que suscita más rechazo entre pacientes y expertos es que el cannabis solo se pueda dispensar en farmacia hospitalaria. “El paciente ya va a tener que cumplir un montón de requisitos de no contraindicaciones y licencias. Una vez que se le autoriza, ¿le vas a poner más trabas?”, se pregunta De Santiago. La norma será una “burocratización” del uso, en palabras de Rafael Maldonado, catedrático de Farmacología de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y experto en cannabis medicinal.

Maldonado es partidario de una regulación más amplia: “Ya tenemos medicamentos para dos de los supuestos que contempla el borrador, para eso no hace falta una comisión del Congreso. La idea es que más pacientes a los que no les vale nada tengan una oportunidad. Es cierto que la evidencia del cannabis tiene limitaciones. Pero no se puede tratar como cualquier fármaco porque ninguna farmacéutica va a hacer ensayos clínicos. Estaríamos cerrando la puerta a una opción que puede ser muy buena y cuyo perfil de seguridad sí conocemos bien”.

Coincide en este punto de vista Carola Pérez, presidenta del Observatorio Español del Cannabis Medicinal, que aúna investigadores y asociaciones de pacientes. “Por lo que sabemos del borrador, deja a muchos potenciales beneficiarios fuera. Cuanto más restrictivo sea el modelo, más gente volverá al mercado negro”, señala.

La Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria dice estar preparada para formular estos nuevos compuestos, pese a que se trata de sustancias con las que los profesionales no vienen trabajando hasta ahora. “Si no es un número muy elevado de pacientes, es asumible hacer formulaciones como ya hacemos con la metadona”, asegura Olga Delgado, su presidenta.

La otra gran polémica sobre el cannabis son sus contraindicaciones. Uno de los comparecientes en la subcomisión del Congreso fue Néstor Szerman, presidente Fundador de la Sociedad Española de Patología Dual, centrada en las patologías mentales y las adicciones. Desde su punto de vista, el debate del cannabis medicinal (también el recreativo) es muy complicado. Cree que está muy polarizado: “Quienes están a favor suelen exagerar sus beneficios y los que están en contra, sus peligros. También hay una ideologización. Parece que estar a favor del cannabis medicinal es de izquierdas y en contra, de derechas, algo que es completamente absurdo”.

Porque el cannabis, que puede mejorar las vidas de ciertos pacientes, también tiene sus efectos secundarios. “El THC es una de las sustancias con mayor capacidad para producir patologías psicóticas. Tenemos claro también que el cannabis no es ni necesario ni suficiente para tener psicosis, pero en personas vulnerables aumenta el riesgo”, apunta Szerman.

Los resultados observacionales de los lugares donde se ha legalizado el cannabis aportan resultados contradictorios en este sentido. Está claro que donde se regula el consumo sube, por haber una mayor disponibilidad; pero, a falta de más y mejores estudios, no se encuentra por el momento una mayor patología mental.

Szerman cree, sin embargo, que los profesionales se van a tener que adaptar a esta nueva realidad: “Es una demanda social que se está instaurando en cada vez más países. Hay que enfrentarse a esa realidad. Los profesionales de salud mental debemos estar preparados para lo que la sociedad demanda. También podríamos pedir que se prohíban sustancias como el alcohol, que genera grandes problemas, pero no lo hacemos: nos enfrentamos a ello”. Y el cannabis terapéutico es, desde su punto de vista, solo un primer paso, al que seguirá más tarde o más temprano el uso recreativo de esta sustancia. Ese será otro debate.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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