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Pedro Strecht, presidente de la comisión de la pederastia en Portugal: “La Iglesia será mucho más fuerte como entidad si se conoce la verdad histórica”

El psiquiatra, que está al frente del organismo independiente impulsado por la jerarquía católica para estudiar los abusos sexuales, cree que este modelo proporciona más confianza a las víctimas que una comisión política

Pedro Strecht
El psiquiatra Pedro Strecht, que preside la comisión que estudia los abusos sexuales en la Iglesia portuguesa, en su despacho en Lisboa el martes 15 de febrero de 2022.JOAO HENRIQUES (JOAO HENRIQUES / EL PAIS )
Tereixa Constenla

Los hijos mayores del psiquiatra portugués Pedro Strecht (Coimbra, 55 años) nacieron bajo protección policial. Su padre atendía entonces a los menores que habían sufrido abusos sexuales continuados en la Casa Pía, una institución estatal nacida con buenos fines y convertida en la casa de los horrores, que salieron a la luz en 2002 con una investigación del semanario Expresso. El escándalo implicó a personalidades públicas y empleados de la residencia. Strecht, que vivió casi cuatro años con custodia policial, es el psiquiatra especializado en infancia y adolescencia que buscó la Conferencia Episcopal portuguesa cuando decidió hacer examen de conciencia con la pederastia a finales de 2021. Como condición para presidir la comisión independiente que estudia los abusos sexuales, reclamó manos libres para trabajar y escoger al resto del equipo. Eligió al psiquiatra Daniel Sampaio, al exministro de Justicia Álvaro Laborinho Lúcio, a la terapeuta familiar Filipa Tavares, a la socióloga Ana Nunes de Almeida y a la cineasta Catarina Vasconcelos. En un año presentarán sus resultados.

Pregunta. La comisión lleva un mes de trabajo y ha recibido más de 230 testimonios. ¿Cuál es el patrón que más se repite entre los abusadores?

Respuesta. Mayoritariamente son hombres, pero también hay mujeres. Tenemos casos desde hace décadas hasta la actualidad. Hay una situación que puede estar ocurriendo ahora con un menor de 13 años que puede estar siendo abusado por un religioso que trabaja en su colegio. En el perfil mayoritario son hombres que repiten los abusos sobre varios niños. En más del 50% de los testimonios las personas nos hablan de la posibilidad de que haya otros menores abusados por la misma persona en el mismo espacio y en el mismo tiempo.

P. ¿Cuáles son las principales peticiones de las víctimas? A estas alturas, ¿es para ellos más importante sacar a la luz lo ocurrido que castigar a los culpables?

R. La mayoría pide el reconocimiento de que han pasado por eso. Quieren hablar de su caso, tenemos un tiempo de atención media telefónica de una hora por persona. La mayoría no pide procesos judiciales ni compensaciones económicas, sino el reconocimiento de lo que les ocurrió. Desean que la Iglesia lo reconozca y pida perdón.

P. A la comisión le ha sorprendido recibir declaraciones de religiosos que también fueron abusados.

R. Sí, sí, esto es sorprendente. Tenemos casos de personas que fueron abusadas sexualmente por otros religiosos cuando estudiaban y se preparaban para ser sacerdotes en seminarios.

P. ¿Fueron víctimas que luego no reprodujeron los abusos?

R. Estas no, porque hay víctimas que luego lo pueden reproducir. Estos religiosos abusados tienen una identificación muy fuerte con las víctimas y refuerzan la idea de que no se puede decir que no pasó nada. Hacen una gran distinción entre una parte de la Iglesia que quiere conocer la verdad y la otra parte que desea omitirlo y silenciarlo.

P. La Iglesia portuguesa abrirá sus archivos diocesanos a la comisión, aunque no todos los obispos están igual de contentos con tanta transparencia.

R. Hay 21 diócesis en Portugal. Cada obispo tiene su sensibilidad particular, pero si hay una Conferencia Episcopal y una presidencia que nos ha invitado es porque la mayoría de los obispos lo quiere y lo aprueba. Claro que puede haber obispos más resistentes o “negacionistas” de la situación, pero no afecta a nuestro trabajo. Imagine que llegamos a una diócesis y no hay colaboración del obispo, pues en el informe final habrá que decirlo.

P. ¿Y qué esperan encontrar en esos archivos?

R. Es una gran incógnita. Lo que sabemos es que los archivos de la Iglesia contienen muchísima información, ignoramos qué pueden conservar y qué puede haber sido destruido incluso por las normas de la propia Iglesia. También porque hasta 1974 vivimos un régimen dictatorial donde los documentos importantes no eran públicos.

P. La Conferencia Episcopal portuguesa ha dado un paso que la española se resiste a dar. Uno de los argumentos que han empleado para negarse es que hay pocos casos.

R. Si hay pocos casos, mejor. ¿Por qué no demostrarlo? La cuestión es no tener miedo. Es positivo para la Iglesia entender lo que ha ocurrido en el pasado y prevenir el futuro. La Iglesia será mucho más fuerte como entidad si se conoce la verdad histórica. También nos podemos interrogar qué es poco o qué es mucho. En estos casos apenas sale a la luz la punta del iceberg. Sería muy importante para reforzar la credibilidad y la posición de la Iglesia tener una actitud tranquila sobre el conocimiento de un pasado que interesa a todos clarificar y, sobre todo, evitar que siga en el futuro.

P. ¿A qué atribuye la negativa de algunas instituciones a mirar atrás?

R. Existe una cultura del silencio. El tema de la sexualidad en sí ya es difícil, incluso dentro de la Iglesia, y los abusos sexuales de menores, ocurridos en locales donde las familias confiaban, es un golpe duro. La cultura del miedo y el encubrimiento aún existe con mucha fuerza.

P. ¿Cuál es la mejor vía para investigar esto: una comisión independiente como la portuguesa o una comisión parlamentaria como plantea Podemos en España?

R. La ventaja de la comisión independiente es el hecho de ser independiente. Son personas de áreas diversas que no dependen ni del poder político ni del religioso. Cada uno de nosotros tenemos ideas sobre política y religión pero estamos en esa comisión como profesionales y no como gente mandatada por el Gobierno o la Iglesia. Puede ser muy importante para que las víctimas refuercen su confianza en las personas que les escuchan saber que no tienen de partida una posición. No hacer nada sería siempre peor, claro, pero hacerlo de una forma muy politizada también puede tener sus riesgos, porque las víctimas pueden pensar si se identifican o no con el representante de un partido o de la Iglesia, puede dificultar mucho que las personas se sientan totalmente libres para hablar. Nuestra experiencia aquí creo que está funcionando bien gracias la independencia.

P. ¿Cómo controlan el riesgo, aunque sea mínimo, de las denuncias falsas?

R. Claro que puede haberlas. Hemos recibido cuestionarios que hemos percibido fácilmente que eran falsos, y también personas que nos telefonean para llamarnos herejes o compararnos con Satanás.

P. ¿Qué debe hacer la Iglesia para combatir la pederastia en el futuro?

R. Una parte de nuestro estudio serán las recomendaciones. Un debate importante será la vivencia de la sexualidad en la Iglesia, si debe haber celibato obligatorio o no, si los curas pueden tener familias o si las mujeres tienen derecho a ordenarse. Otro tema que está surgiendo son las formas de abuso sexual verbal en el confesionario. Tenemos muchísimos casos en los que los sacerdotes preguntan por detalles explícitos y, a veces, pornográficos sobre la vida sexual de cada adolescente. Es otra cuestión: quién confiesa, para qué y en qué términos. Esto es también muy impresionante, aparece en muchos casos tanto en chicas como en chicos, sobre todo a partir de la adolescencia, en que los confesores les preguntan cosas obscenas. Es también una forma de abuso. El abuso sexual es también una forma de abuso de poder. Evitarlo es una tarea de la Iglesia, pero el primer paso es reconocer que esto es un problema al que debe darle solución. La Iglesia católica se resiste a la mudanza, pero lo va haciendo y va acompañando el ritmo de la sociedad.

P. Usted trabajó con las víctimas de la Casa Pía. Un tiempo muy duro con amenazas, intentos de agresión y protección policial. ¿Por qué aceptó ahora presidir esta comisión? ¿Se parece en algunos aspectos al escándalo de la Casa Pía?

R. En algunos aspectos, sí, pero creo que fue por los aspectos diferentes por los que acabé por aceptar. Cuando me ofrecieron esto, lo hablé en casa con mi mujer y mis hijos. Su respuesta fue “no, no queremos más esto”. Todos tenían ese miedo, y yo también. Pero luego me di cuenta de algo distinto. En este estudio todo lo relativo a la actuación judicial no depende de la comisión, es un trabajo que corresponde a la justicia. Nosotros estamos en contacto con la Fiscalía General del Estado y con la Policía Judicial para remitirles cualquier situación que pueda dar lugar a un proceso jurídico. En la Casa Pía había una investigación en la que estábamos implicados. También es diferente ahora que estoy en un equipo y no como persona aislada como en la Casa Pía. Cuando vi que tendría un equipo, tuvo sentido aceptar, pero no fue fácil. Yo le dije a la Conferencia Episcopal que aceptaba, pero que el primer día que yo sintiese que había alguna influencia o alguna tentativa de la Iglesia de no dejarnos hacer nuestro trabajo, sería el último día que yo estaría en la comisión. Percibí que era un trabajo importante en el que tendría garantizado la independencia y la no interferencia. En la Casa Pía hubo muchas interferencias del poder político y judicial, hubo muchas áreas confusas en ese proceso y aquí yo quería algo completamente libre.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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