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“Ha habido simpleza política y técnica en el abordaje de la pandemia”

La catedrática en Salud Pública Carmen Vives reclama estudiar los condicionantes sociales en la transmisión de la covid y analiza la violencia de género durante la crisis sanitaria

Pablo Linde
Carmen Vives, catedrática de Salud Pública de la Universidad de Alicante, este lunes.
Carmen Vives, catedrática de Salud Pública de la Universidad de Alicante, este lunes.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Carmen Vives (La Vila Joiosa, Alicante, 45 años), catedrática de Salud Pública de la Universidad de Alicante, ha estudiado a fondo cómo la pandemia y el confinamiento han afectado a la violencia de género. Durante el encuentro que la Sociedad Española de Epidemiología tuvo la semana pasada en León presentó algunos de sus trabajos y moderó una mesa sobre lo que los expertos llaman “sindemia”.

Pregunta. ¿Qué es una sindemia?

Respuesta. Lo que evidencian los datos es que en la transmisión y en el curso de la enfermedad influyen las circunstancias sociales y ambientales de las personas, así como los problemas de salud que tenían previamente. Por eso necesitamos respuestas más complejas. Un ejemplo son las delimitaciones perimetrales que se han hecho, que pueden ser más o menos efectivas. Pero el cumplimiento no solo depende de la voluntad del individuo. Si tienes un trabajo que puede continuar desde casa, bien. Pero si no tiene continuidad, si no sales a la calle, no las vas a poder seguir. Esto se ha visto sobre todo con trabajadores de sectores informales y otros colectivos.

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P. ¿Están llegando a conclusiones sobre cuáles son los determinantes sociales que más influyen?

R. En el congreso se han barajado conceptos como simpleza política y técnica en el abordaje de la pandemia. Porque realmente todavía los registros que hay de la enfermedad no integran las variables socioeconómicas que serían necesarias para poder conocer sin sesgos la transmisión de la covid en la población. Hay problemas técnicos y de entendimiento. Pero también hay evidencias y ejemplos de colectivos más afectados por la enfermedad por sus circunstancias sociales.

P. ¿Esta simpleza se produce porque ni siquiera se han abordado estas cuestiones sociales?

R. Se sabe desde hace mucho tiempo que las enfermedades están mediadas por las circunstancias sociales de las personas, lo que no era comprensible es que no se hayan tenido en cuenta. Incluso a la hora de analizar por qué a pesar de las medidas sigue subiendo la incidencia. Se ha tendido a culpar a los individuos: “Se transmite entre jóvenes porque son irresponsables”. “En las residencias de mayores porque los trabajadores no cumplen las normas”. Estas eran explicaciones muy simples que han predominado sobre otras.

P. ¿Cuáles son las explicaciones con la evidencia que hay?

R. El abordaje ideal de cualquier problema de salud es hacer políticas universales para toda la población, pero también específicas para los grupos vulnerables. Un ejemplo sería la vacunación: combinar que toda la población con tarjeta sanitaria tenga acceso a las vacunas, con el trabajo con grupos especialmente vulnerables. Puede que haya grupos que tengan limitaciones de acceso a los puntos de vacunación, puede que tengan desconfianza o dudas. Hay que trabajar específicamente con ellos. Pero para visibilizar que hay desigualdades sociales en la distribución de la covid se necesita mejorar los registros estadísticos, un mayor esfuerzo por recoger información social. Porque si no se ve no hay justificación para cambiar nada.

No necesariamente por estar en una residencia se es más vulnerable al coronavirus. Depende de las características socioeconómicas de las residencias

P. ¿Cuáles son los principales determinantes sociales?

R. El contexto en que uno vive, el trabajo que uno tiene o no, las circunstancias materiales, el hecho de que seas hombre o mujer. También la edad, pero no solo por ser mayor, también por la transmisión entre jóvenes.

P. ¿Hay un perfil que se pueda trazar de una persona con ciertas circunstancias que tenga mucho más riesgo?

R. No es tan sencillo, pero sí hay colectivos que por su vulnerabilidad social son más susceptibles. La población migrante es uno de ellos. No todos, pero sí muchos que tienen un trabajo que no se puede hacer desde casa y si no acuden lo pierden, además de sus circunstancias administrativas, que por no estar en situación regular no pueden acogerse a los ERTE. Otros colectivos son las personas mayores, las dependientes, por el obligatorio contacto con sus cuidadores. Pero también se han dicho [en el congreso] otras cosas interesantes: no necesariamente por estar en una residencia se es más vulnerable. Depende de las características socioeconómicas de las residencias, del tipo de cuidados que se dan. Las que tienen mejores circunstancias no sufren tantos contagios como las que tienen peores, como por ejemplo las públicas.

P. ¿Hay también una brecha de género en los contagios?

R. El hecho de que en determinadas profesiones como la sanitaria estén feminizadas hace que en este colectivo ha afectado más a las mujeres. También por las tareas de cuidado. En muchas ocasiones, sobre todo en el periodo del confinamiento, independientemente de si estuvieran enfermas o no al final cuidaban a todos los demás y acababan infectándose. Estaban mucho más expuestas.

P. ¿Qué ha cambiado en la violencia de género durante la pandemia?

R. El periodo donde se han visto cambios más evidentes fueron los meses del confinamiento, de marzo a junio de 2020. La búsqueda de ayuda ha sufrido cambios. Se vio un descenso llamativo, del 35% de las denuncias, acompañado de un aumento sin precedentes de llamadas al 016. Esto nos dice que han tenido dificultades para salir de sus casas a denunciar. También hemos visto que cuando se llegaba a la denuncia era porque la situación era muy grave. Las mujeres obligadas a vivir con sus maltratadores lo que han hecho es estrategias de mitigación del conflicto, por eso las cosas más leves no se han visibilizado.

La pandemia ha evidenciado que los servicios de atención a la violencia de género arrastran carencias como falta de recursos

P. ¿Qué tipo de estrategias?

R. Eso te lo dicen las mujeres en los estudios. Hacer todo lo que diga, intentar que no haya nada que le moleste, si los niños se tienen que quedar encerrados en su habitación que se queden, si es él quien tiene que estar en los espacios centrales y el resto arrinconados se asume. Ese tipo de estrategias te las cuentan las propias mujeres para intentar protegerse a sí mismas y a sus hijos.

P. ¿Ha servido la pandemia para aprender algo de la violencia de género?

R. Ha servido para evidenciar que los servicios de atención a la violencia de género arrastran carencias como falta de recursos, falta de formación, sobre todo de abordaje de la violencia en tiempo de crisis, de tecnología para poder seguir con su trabajo online. Lo que reclaman los profesionales es un protocolo específico de abordaje a la violencia de género en tiempos de crisis.

P. ¿Qué pasó tras el confinamiento?

R. Cuando se relajan las medidas se ha visto un repunte de las denuncias, empiezan a utilizar los medios habituales y los profesionales te dicen que llegan denuncias que si no hubiera sido por el confinamiento no habrían llegado. La convivencia obligatoria, el aislamiento de sus redes sociales… la situación estalla. Se denunciaron casos por esta situación vivida. Esto sugiere que el confinamiento aumentó la intensidad de los episodios de violencia de género.

P. También han hecho estudios de acoso durante la pandemia.

R. Vimos que durante el confinamiento la prevalencia del acoso disminuyó.

P. ¿A qué se debe?

R. El acoso que estamos detectando en la franja de edad de 18 a 35 años, en la que se centra nuestro estudio, tiene que ver sobre todo en el trabajo, la calle y los lugares de ocio. Es normal que durante el confinamiento disminuyera porque este acoso en ámbitos públicos no se puede dar. Pero continuaron algunas formas por las redes sociales.

P. ¿Cuáles son las principales víctimas?

R. Mayoritariamente las víctimas son mujeres. Y entre los chicos, sobre todo homosexuales. El perpetrador es mayoritariamente hombre.

P. ¿Qué otras conclusiones de estos estudios le han llamado la atención?

R. Entrevistamos a jóvenes y les preguntamos si creían que durante el confinamiento había aumentado la violencia sexual, no el acoso. La mayoría te decía que creía que había disminuido porque en el imaginario colectivo es algo que perpetra un desconocido, no la conciben dentro del ámbito privado ni de convivientes, que es donde más se da.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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