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La Comisión propone prohibir como aditivo el dióxido de titanio, presente en chicles, helados y salsas

La agencia europea de seguridad alimentaria considera “no seguro” el E-171, aunque no supone un riesgo inminente para la salud

Miguel Ángel Medina
Chicles de color blanco, muchos de los cuales suelen usar el aditivo E-171.
Chicles de color blanco, muchos de los cuales suelen usar el aditivo E-171.GEtty

La Comisión Europea propondrá a los Estados miembros prohibir el dióxido de titanio como aditivo alimentario (E-171). Se trata de una sustancia que tiene un uso muy habitual como blanqueante en chicles, helados, lácteos, salsas, sopas, caldos y productos de confitería, y que ya fue prohibida en Francia en 2020. La propuesta llega horas después de que la agencia europea de seguridad alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) haya actualizado su evaluación de seguridad de este aditivo, que según el organismo consultivo ya no puede considerarse seguro. “La Comisión y los países, incluida España, ya están trabajando para acordar unas medidas armonizadas entre todos los miembros de la UE sin demora”, explica un portavoz del Ministerio de Consumo. En cualquier caso, la Comisión destaca que la EFSA no ha identificado ningún problema sanitario urgente con esta sustancia, por lo que la propuesta se debatirá “en las próximas semanas”. Expertos en nutrición piden no caer en el alarmismo, dado que no hay un riesgo inminente para la salud si se consume algún producto con este aditivo.

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La propia Comisión pidió en marzo de 2020 a la EFSA que reevaluara el dióxido de titanio, algo que el organismo consultivo ha hecho teniendo en cuenta los miles de estudios que se han publicado desde su evaluación anterior, realizada en 2016. Estos análisis recogen nuevos datos y pruebas científicas sobre las nanopartículas que contiene este aditivo, permitido para uso alimentario en Europa desde 2009.

Maged Younes, presidente de la Comisión Técnica de Aditivos y Aromas Alimentarios de la EFSA, señala en una nota del organismo: “Hemos concluido que el dióxido de titanio ya no puede considerarse seguro como aditivo alimentario. Un elemento fundamental para llegar a esta conclusión es que no se podía descartar la genotoxicidad tras el consumo de partículas de dióxido de titanio. Tras su ingestión, la absorción de partículas de dióxido de titanio es baja, pero pueden acumularse en el organismo”. La genotoxicidad se refiere a la capacidad de una sustancia química de dañar el ADN, el material genético de las células. Dado que esto puede producir efectos carcinógenos, es esencial evaluar el posible efecto genotóxico de una sustancia para determinar su seguridad.

Un portavoz de la Comisión explica por correo electrónico que, al no haber identificado la EFSA ningún problema sanitario urgente, se discutirá un período de transición adecuado con los Estados miembros para permitir la sustitución de la sustancia. “El camino a seguir se debatirá en las próximas semanas con los Estados miembros con el fin de que se adopte una medida lo antes posible”, añade.

En el mismo sentido se expresan desde el Ministerio de Consumo. “Tras la publicación de este nuevo dictamen de EFSA, la Comisión y los Estados miembros, con España representada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, ya están trabajando de manera coordinada en la gestión de este riesgo identificado para, sin demora, acordar unas medidas armonizadas entre todos los países de la UE”, apunta un portavoz del departamento que dirige Alberto Garzón.

Beatriz Robles, nutricionista y tecnóloga de los alimentos, explica que este tipo de reevaluaciones son habituales. “Los aditivos están en continua reevaluación, tanto respecto a la evidencia científica disponible, que puede ir cambiando, como en cuanto a la exposición que tenemos a dichos productos. Si un aditivo se utiliza frecuentemente vamos a estar más expuestos. Por eso las autorizaciones de la Unión Europea son distintas de las de Estados Unidos, porque hay productos que se consumen más en un sitio que en el otro”.

La experta en alimentación pide no alarmarse por el dictamen: “La EFSA intenta garantizar la máxima seguridad, por eso reevalúa este tipo de aditivos. Pasó con el glutamato monosódico [E621], se reevaluó, se vio que estábamos más expuestos, y se redujeron las dosis máximas autorizadas”. Además, recuerda que las dosis máximas autorizadas tienen unos márgenes de seguridad muy grandes: “Si se ha visto que una dosis de 100 produce efectos adversos, la dosis que se autoriza es uno”.

Prohibido en Francia desde 2020

Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y autor de Que no te líen con la comida (Destino), destaca que este aditivo alimentario lleva varios años bajo la polémica, especialmente desde el año pasado, cuando Francia lo prohibió. “Se considera que puede entrañar riesgos como alterar la microbiota o flora intestinal, causar inflamación intestinal o aumentar el riesgo de cáncer y problemas de colon”, dice.

¿Qué debe hacer quien tenga productos con este aditivo? La EFSA señala que aunque la evidencia de efectos tóxicos generales no es concluyente, no se puede establecer un nivel seguro para la ingesta diaria del dióxido de titanio como aditivo alimentario. Lurueña señala que no hay que alarmarse: “A diferencia de lo que ocurre cuando se lanza una alerta alimentaria —por ejemplo, por listeria o salmonela—, en este caso no hablamos de un riesgo inminente para la salud. Hablamos únicamente de que aumentan las probabilidades de sufrir ciertas patologías por un uso prolongado, pero no es algo inminente ni certero. No es preocupante”. El experto explica que en los últimos años se han prohibido varios aditivos, como E-125, E-225, E-462, mientras se ha aprobado otro, el E-960. Mientras, la OCU pide a la Comisión que prohíba cuanto antes el uso del dióxido de titanio en los alimentos.

Qué son los aditivos y por qué hay que limitarlos

Miguel Ángel Lurueña explica que los aditivos se añaden a los alimentos o bebidas para mejorar su proceso de elaboración o conservación y que pueden ser de muchos tipos: “de origen vegetal, animal, mineral, sintéticos, de microorganismos...”. Lo importante no es si son naturales o artificiales, sino su composición. “Algunos son inocuos y otros no, por lo que su uso tiene que estar más medido y restringido. Para los inocuos no hay límite de dosis. Para los otros hay unas dosis máximas permitidas. Y algunos se tienen que reevaluar para estar más seguros de su uso”. El experto señala, por ejemplo, que las nueces de Brasil tienen selenio, un mineral que el cuerpo necesita, pero que en grandes cantidades es peligroso. “Si comemos 100 gramos de nueces de Brasil superamos la dosis recomendada de consumo”. Mientras, “el ácido cítrico está de forma natural en una naranja, pero también lo podemos obtener en un laboratorio, y en ambos casos su consumo es inocuo”, añade.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Medina
Escribe sobre medio ambiente, movilidad —es un apasionado de la bicicleta—, consumo y urbanismo, entre otros temas. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, ha publicado el libro ‘Madrid, preguntas y respuestas. 75 historias para descubrir la capital’. 

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