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Enfermeras curtidas para hacer historia

La generación más castigada por los recortes sanitarios de la última década sostiene el exitoso arranque de la vacunación en Galicia

Susana Mirás, coordinadora de la vacunación en el área de Santiago, con otros miembros del dispositivo, en el geriátrico de Boqueixón (A Coruña).
Susana Mirás, coordinadora de la vacunación en el área de Santiago, con otros miembros del dispositivo, en el geriátrico de Boqueixón (A Coruña).OSCAR CORRAL (EL PAÍS)
Sonia Vizoso

Su edad media se mueve en la treintena, y la mayoría ha lidiado con el paro y la precariedad sin dejar de formarse. Son 200 enfermeras curtidas en la sobrecarga diaria de la atención primaria y sus conocimientos y destreza sostienen el exitoso arranque de la vacunación contra la covid-19 en Galicia. Esta misma semana esperan haber terminado de administrar la primera inyección a los 37.000 residentes y trabajadores de los centros de mayores y discapacitados de toda la comunidad. Están deseando que las dosis empiecen a llegar a mayor ritmo para apretar el acelerador. “Estamos acostumbradas a trabajar muy duro, sin saber muy bien qué condiciones vamos a encontrar y compaginando eso con las cargas familiares”, explica Eva Domínguez, de 39 años, tras inmunizar el pasado viernes a los ancianos del geriátrico de Boqueixón (A Coruña).

Galicia es una de las autonomías que ha logrado agilizar más el avance de la campaña con la que la humanidad pretende asestar el golpe de gracia a la pandemia. El viernes había administrado más del 65% de las dosis recibidas, según el Ministerio de Sanidad, y el proceso prosiguió durante el fin de semana en ciertas zonas, ajena a las grandes nevadas que han bloqueado buena parte de España. La Xunta ha liberado de sus tareas habituales a las enfermeras que han aceptado unirse al equipo. Ellas han comprometido su total disponibilidad horaria a cambio del sueldo de siempre, aunque está previsto que reciban una gratificación aún por concretar, explica Susana Mirás, coordinadora del despliegue para inmunizar a 4.400 personas en los 43 centros sociosanitarios del área sanitaria de Santiago.

Mirás, enfermera de 31 años del centro de salud de Santa Comba (A Coruña), un municipio de 10.000 habitantes, recibió la llamada en la que le ofrecían el puesto “con un poco de vértigo”. Dos días después, el pasado 18 de diciembre, entraba por la puerta del pequeño despacho que le han habilitado en el hospital de Santiago con el desafío de reclutar en apenas una mañana a las 16 compañeras encargadas de la inmunización en los 46 municipios integrados en el distrito sanitario de la capital gallega.

El equipo de Mirás está formado por 13 mujeres y 3 hombres y se organiza en parejas. La mitad ha obtenido el EIR en Enfermería Familiar y Comunitaria (equivalente al MIR de los médicos) y el resto atesora una amplia experiencia en ambulatorios: “Son las más expertas en manejar vacunas y realizar desplazamientos y algunas ya me habían dicho ‘cuenta conmigo’ antes de que las llamara”. La campaña empezó con una sacudida positiva que obligó al dispositivo a ponerse las pilas: la esperada vacuna de la farmacéutica Pfizer que iba a llegar en enero se adelantó a diciembre. “Nos encerramos un fin de semana para montar en dos días lo que íbamos a organizar en 15”, recuerda la coordinadora de Santiago.

La coordinación y planificación de arriba a abajo es fundamental para que el dispositivo de la Xunta funcione, subrayan varias integrantes del equipo gallego. “Las áreas sanitarias respondemos porque la logística está bien atada desde servicios centrales [de la Consellería de Sanidade]. El plan contempla todo lo que pueda surgir y los pasos están claros”, señala Mirás. Diego Mosteiro, enfermero de 32 años en un centro de salud de Silleda (Pontevedra), coincide en que en Galicia “la previsión ha sido buena”: “Nos hemos adelantado a problemas potenciales”.

Diego Mosteiro muestra un vial con la vacuna de Pfizer contra la covid.
Diego Mosteiro muestra un vial con la vacuna de Pfizer contra la covid.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

Hasta que cada enfermera impulsa el émbolo de la jeringuilla, la cadena de vacunación es susceptible de un sinfín de incidencias y ajustes de último momento que Mirás resuelve desde su despacho en un cruce frenético de llamadas telefónicas y correos eléctricos. El primer eslabón es la Consellería de Política Social, el departamento de la Xunta encargado de recopilar y enviar a la Dirección General de Salud Pública los listados de las residencias con los nombres de quienes se van a vacunar (con el consentimiento del tutor para los incapacitados) y las posibles renuncias. Con ese registro y la confirmación cada semana de cuántas dosis se van a recibir, la coordinadora de cada área sanitaria encaja el puzle de la programación, contacta con las residencias y planifica el transporte en taxi de las enfermeras a cada uno de los centros. “Las dosis están contadas, no suele sobrar nada”, explica Mirás. Un tercio de las remesas se guarda en Galicia por si surgen problemas con el abastecimiento del segundo pinchazo.

Cada pareja de enfermeras, pertrechada con un ordenador con los listados, sendos teléfonos móviles y un maletín de emergencias por si se produce alguna mala reacción al fármaco, es recogida por un taxi entre las ocho y las diez de la mañana y trasladada a la residencia que le toca. La hora exacta depende de la empresa que gestiona el transporte y conservación de todas las vacunas que llegan a Galicia, preservadas en un ultracongelador ubicado en el polígono de A Sionlla de Santiago. Es importante que se concrete cada día, porque las sanitarias deben estar en el centro con tiempo suficiente para recibir los viales, un material delicado que solo pueden manipular ellas.

Los recipientes llegan en unos maletines dotados de dos termómetros y con compartimentos acolchados para evitar que el contenido se agite y se eche a perder. Las enfermeras deben comprobar que han llegado las dosis comprometidas junto a agujas y jeringuillas. Luego introducen en cada vial suero fisiológico para diluir la vacuna y homogeneízan la mezcla volteando el frasco con sumo cuidado para que no se agite.

Antes del pinchazo, las enfermeras deben decidir si quien lo va a recibir está físicamente preparado para ello. Lo hacen a través de una pequeña entrevista, cruzando su historia médica con las contraindicaciones de la vacuna. En total, invierten en cada persona unos cinco minutos y si no ponen más dosis, es porque no las hay. “En tres o cuatro días estamos haciendo lo que nos dan para una semana. Hay días que dejo librar a un equipo porque no tengo adónde mandarlo”, explica Mirás.

Mirás, Domínguez y Mosteiro se licenciaron entre 2008 y 2010, cuando con el estallido de la anterior crisis económica congeló la contratación de sanitarios en la sanidad pública pese a que la ratio española de enfermeras es de las peores de Europa. Han tardado años en integrarse en el Servizo Galego de Saúde (Sergas) y ninguno tiene plaza fija todavía. Mientras muchas de sus compañeras cogían la maleta para trabajar en el Reino Unido y Alemania, Domínguez se buscó la vida en el sector privado y Mirás y Mosteiro obtuvieron la especialidad en Enfermería Familiar y Comunitaria, creada en 2013 en España.

Aproximadamente la mitad del dispositivo gallego de vacunación contra la covid-19 cuenta con esa formación especializada en enfermería de atención primaria. Hay comunidades que ni siquiera la reconocen todavía como categoría profesional, un paso que se dio en Galicia hace cuatro años. “Estamos siendo fundamentales para afrontar el reto de la vacunación contra la covid. Espero que para el futuro nos tengan más en cuenta”, demanda Mirás.

Las enfermeras gallegas comenzarán el día 19 a administrar la segunda dosis, una fase que se solapará con la vacunación de sanitarios en hospitales y centros de salud. Mirás aún no ha recibido instrucciones, pero está dispuesta a encarar el reto con los mismos equipos, doblando turnos y trabajando fines de semana: “Mis compañeras me preguntan por qué ahora descansan tanto. Ya les he advertido que vendrán tiempos peores”.


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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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