Cómo se hace EL PAÍS en la pandemia
Vacías las redacciones y los talleres del diario, el periódico ha seguido funcionando desde las casas de sus trabajadores
A las 19.45 del sábado 21 de marzo, el WhatsApp de los periodistas de EL PAÍS responsables del periódico, el primero hecho con la Redacción en casa, recibió la portada de papel. Decía “La guerra de nuestra generación” y era sobre la crisis en las UCI. Ese día emprendieron una tarea difícil los 420 trabajadores que hacen el diario en España, México, Brasil y cuatro decenas de corresponsalías. Ellos, como otros periodistas de España y del mundo, iban a sacar sus ediciones web y papel como si estuvieran sentados en sus redacciones, y lo siguen haciendo así, desde sus casas.
Mónica Ceberio, directora adjunta y responsable de la coordinación general de la Redacción, elaboró un prontuario para teletrabajar aun antes del estado de alarma. Según llegaban noticias más preocupantes, la Redacción se fue vaciando. Por oleadas, por secciones. Fernando J. Pérez, de la sección de España, que formó parte de los últimos retenes, recuerda: “La Redacción era tan deprimente como el Madrid fantasmal de aquellos días”.
El periódico no estaba preparado para el teletrabajo al 100%. Lo que habría costado más de un año hubo que prepararlo en días: conseguir centenares de ordenadores, licencias para los sistemas de edición a distancia, teléfonos... “Fue una locura de nervios e inseguridades”, recuerda Rosario García, secretaria de Redacción y uno de los ejes que permitieron que todo estuviera en su sitio. “Tuvimos que aprender a trabajar desde casa en 15 días”. Ante la orden de confinamiento general, la dirección tomó la decisión de que toda la Redacción abandonara la sede de la calle de Miguel Yuste, en Madrid. Todos a casa.
Organizar cómo hacer un periódico a distancia no fue sencillo. Hay redactores acostumbrados a trabajar fuera de la Redacción. Pero otros no lo habían hecho jamás: por ejemplo, los encargados de diseñar las páginas de papel. Pero lo hicieron. Lo mismo sucedió con la parte técnica de control de producción y transmisiones, que son los equipos encargados de verificar que todo se envía de forma correcta a la imprenta. La tecnología fue una gran aliada. La edición digital de ese primer día salió sin problemas y el periódico de papel se cerró en hora. Soledad Gallego-Díaz, directora entonces, sintió “la fortaleza impresionante de este periódico, capaz de hacerse, tanto en papel como en web, desde la casa de cada uno”.
A partir de ahí comenzaba lo difícil. Los encargados de actualizar la edición digital, donde la comunicación al minuto es decisiva, ya habían establecido un sistema de videoconferencia colectiva y permanente que incluía a los equipos que elaboran la portada y los de última hora. El sistema está continuamente en marcha, gracias a los relevos cada siete horas, desde las 6.00 hasta las 2.00. Desde aquellos días de marzo hasta ahora. Hasta que se pueda volver al periódico. Se marcaron nuevos horarios para las reuniones a distancia y se fue elaborando un manual, solo escrito en parte, con instrucciones para hacer un periódico en la distancia.
Maribel Marín, redactora jefa de Sociedad, sobre la que ha descansado buena parte de la avalancha de información médica provocada por el coronavirus, asegura: “Está siendo una locura con las reuniones por pantalla, por teléfono, pero es la forma de estar todos en contacto. Esto ha facilitado sacar una información que permite entender todas las circunstancias del drama”. Xosé Hermida, entonces redactor jefe de España, añade: “Al principio parecía un milagro que saliera adelante así un periódico, sin que hubiera catástrofes o errores gigantescos. Ahora seguir haciéndolo así es ya una rutina”.
Desde que el 31 de diciembre de 2019 se subió a la web el primer teletipo llegado de China sobre Wuhan, el periódico ha publicado más de 18.000 noticias relacionadas con el coronavirus. Ese remoto primer teletipo lo publicó la redactora de Sociedad Elisa Silió. Al redactar el artículo pensó: “¿A quién le puede interesar esta cosa de China?”.
No todo el mundo ha estado encerrado en casa. También había que salir y ver lo que pasaba ahí fuera y contarlo. Lo recuerda Juan Diego Quesada, uno de los reporteros de la sección de Madrid: “Salíamos a una calle hostil y solitaria… Ante una sensación de irrealidad, de extrañeza, con la obligación de tratar con el dolor de los demás”.
Cuando para cualquier cosa (reparar un ordenador, recoger un informe olvidado, etcétera) alguien tenía que pasarse por la sede del periódico en Madrid, contemplaba con estupor la Redacción completamente vacía. Jan Martínez Ahrens, director de América, lo resume así: “Hemos llegado a la máxima audiencia e iniciado un modelo de suscripción trabajando desde casa. Todo sin sensacionalismo alguno. Es la etapa profesional de la que más orgulloso me siento”.
Las audiencias se dispararon en marzo hasta cotas antes nunca vistas. La media de navegadores únicos en todo el mundo en 2020 ha sido de casi 100 millones al mes, y el año se cierra con más de 130.000 suscriptores, más de 84.000 exclusivos digitales, tras apenas ocho meses de nuevo modelo y con la información de servicio sobre el coronavirus en abierto. Entre los mensajes del WhatsApp de aquel 21 de marzo, hubo uno que decía, en mayúsculas: “TODO VA A SALIR BIEN”. La redactora jefa de Domingo, Amaya Iríbar, que lo escribió, se refería al periódico del día posterior “y a los que vendrían…”.
Al día siguiente salió a la calle el primer ejemplar de papel de EL PAÍS hecho desde la casa de todos y cada uno de sus trabajadores. Así se ha seguido haciendo desde entonces. En solitario pero más juntos que nunca en su historia.
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